martes, 31 de mayo de 2011

Texto de apoyo y Trabajo Práctico para martes 7/06

Las relaciones promiscuas entre economía y educación


Dentro de la investigación económica, el papel de la educación ha dado una especie de giro copernicano desde mediados de los años ’60. Hasta ese momento, la economía dominante se mostraba relativamente indiferente ante los problemas educativos. La gran expansión educativa producto de las generaciones jóvenes en Europa y EEUU (“baby boomers”) que crecieron aceleradamente después de la II Guerra, era encarada con un enfoque predominante de gasto o costo presupuestario y fiscal. Así, las necesidades educativas eran tomadas como una variable demográfica y una necesidad cultural que se imponía a la economía desde fuera de la misma. El problema se reducía entonces a cómo y quiénes debían poner cuántos recursos para satisfacer estas novedosas demandas y necesidades.



Para algunos, era antieconómico financiar infinitamente las expectativas educativas crecientes de la población (EEUU), eran los particulares, los padres de los chicos, quienes debían decidir cuántos recursos asignar a la educación. Para otros (en Europa) era el Estado de Bienestar quien tenía que aumentar los recursos fiscales para proveer servicios educativos universales.



De la mano de algunos investigadores que aplicaron los métodos de la economía neoclásica a principios de los ‘60 tratando la educación como un bien mercantilizado, aparece por primera vez la idea del significado puramente económico de la formación educativa de la población.



En vez de aceptarse como un gasto generado por una necesidad fundamentalmente extraeconómica, los economistas americanos (fundamentalmente Schultz y luego el premio nobel Gary Becker) intentaron demostrar que lejos de constituir un gasto, el incremento de los niveles de capacidades educativas de la población era una “inversión” que tenía un importante recupero futuro y no un costo. Estos planteos abandonan la radical distinción fundante de toda la teoría económica anterior a saber: que todo gasto puede ser por consumo o por inversión rígidamente separados. Mientras los bienes de consumo producen satisfacción de los hombres y sus necesidades y desaparecen con su uso, los bienes de inversión (máquinas, equipos, tecnología) no producen satisfacción pero incrementan la capacidad o rendimiento productivo. La educación que antes aparecía siempre como un “consumo” que respondía a satisfacer necesidades y demandas de los hombres, ahora aparece también como “inversión” ya que incrementa las capacidades productivas, la eficiencia de la economía, y junto con ellas mejora los rendimientos y los ingresos tanto individuales como del conjunto de la sociedad.



Para enfrentar tradiciones teóricas muy arraigadas apelaron a una denominación francamente (es un juicio personal) “espeluznante”: la teoría del “Capital Humano”. Para ellos, los gastos en todas aquellas cosas que aumenten la capacidad y el rendimiento productivo esperado de una persona o de una población deben ser tratados como “capital”.



Desde ya el capital humano no se restringe a la educación, aunque en la divulgación y popularización de la teoría así haya quedado arraigado. La salud (que abarca hasta una alimentación adecuada), y los costos de movilidad de la fuerza de trabajo (facilidades de migración), la capacitación en el empleo, son considerados factores importantes de acumulación de capital humano. Según Schultz, que analizó diversos países de Europa y Asia en comparación con EEUU, el capital humano constituye una variable explicativa muy importante del crecimiento económico. Tanto o más gravitante que la dotación de recursos naturales, o la inversión en capital físico. La educación es descripta como un capital que mezcla la posibilidad de aumentar la capacidad productiva con la satisfacción de necesidades culturales o simbólicas. El análisis de la experiencia del extraordinario crecimiento de los países llamados NICs (New Industrial Countries) en Asia (Malasia, Taiwan, Singapur, Corea del Sur, y otros) quienes realizaron extraordinarias inversiones en la infraestructura y en el crecimiento de los niveles educativos de la población, parecía reforzar la idea de que efectivamente la dotación de capital educativo era un vector importante para el desarrollo.



El primer problema de estas teorías en sus aplicaciones de política económica era ¿quién debe invertir en educación o más ampliamente en el capital humano?, ¿quién debe sufragar y correr los riesgos de sufragar los gastos de la inversión toda vez que sus rendimientos no son inmediatos sino de mediano y sobre todo largo plazo?.



Es claro que en una sociedad de libremercado capitalista, el capital tiene que tener un rendimiento y el beneficiario de este rendimiento es quien afronta los gastos y riesgos de invertir en él. Sin embargo, estos economistas se encontraron con una brutal diferencia entre la inversión en una máquina o una patente tecnológica y en capacitar o formar a los empleados: mientras el rendimiento de la máquina estaba bajo su control, el rendimiento adicional de la persona quedaba bajo control de la persona, no podía ser apropiado. En efecto, a diferencia del capital físico que está sujeto a las leyes de la propiedad y el mercado, el capital humano y educativo es una propiedad intransferible del beneficiario: la capacitación que el capitalista paga puede ser aprovechada por otro capitalista que tiente al trabajador calificado a dejar la empresa que lo capacitó. El capital humano en el mejor de los casos puede “alquilarse” pero nunca comprarse o venderse. Así, la primera consecuencia es que no va a haber inversión de los capitalistas en capital humano porque no hay seguridades sobre su control. Sólo los particulares interesados y los gobiernos que piensan no en una rentabilidad particular sino en un beneficio general pueden estar interesados en invertir en capital humano.



Así, la inversión privada en capital educativo es la que realizan las mismas personas particulares. Esta inversión es de dos clases: por un lado y menos importante es la inversión en los costos directos de estudiar (matrículas, viáticos, apuntes, etc.). Está demostrado por investigación empírica que los costos directos de estudiar no son determinantes importantes en las decisiones de terminar o no un nivel educativo. Por otro lado, y más importante, es el costo “encubierto”: lo que dejan de percibir por estudiar en vez de trabajar por un salario. Este último componente de la inversión educativa individual se denomina “costo de oportunidad”.



La investigación económica y las estadísticas demuestran que esta inversión en educación es rentable para los individuos: con las nuevas calificaciones y acreditaciones educativas obtenidas las diferencias de ingresos futuros son mayores y compensan de manera visible el gasto de inversión realizado tanto directo como el de “costo de oportunidad”. Así, las remuneraciones de los niveles educativos más altos son también más altas y los mayores títulos permiten acceder a los mejores empleos.



La inversión individual en educación tiene entonces una “tasa interna de retorno”, es decir, un beneficio que se obtiene merced a una inserción laboral y diferencias de ingresos atribuibles a los mayores niveles educativos obtenidos.



Como mencioné antes, también hay un interés colectivo en la inversión educativa. Los gobiernos son interesados en invertir en educación por lo que se llama el retorno o rendimiento social de la educación: aumenta la competitividad global de la economía, se atrae mayor inversión productiva, aumenta la integración social, se disminuyen la desigualdad, etc.



En la década del ’90 estas teorías conocieron una difusión extraordinaria hasta incorporarse al lenguaje político y cotidiano. Con el advenimiento y generalización de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, y la apertura de nuevos territorios científico tecnológicos (biotecnología, nuevos materiales, genética, etc.) la enfatización en la educación como fuerza fundamental del desarrollo resultaba irresistible.



El “capital humano” es uno de los fetiches de la globalización. De la mano de la idea archidifundida de la “sociedad del conocimiento y los servicios”, que ubicaban el saber técnico y la capacidad de innovación como las fuerzas motrices novedosas del capitalismo global, la educación se convirtió en la “vedette” de la política económica. Había que incorporarse al mundo desarrollado, a la tecnología avanzada y explotar sus posibilidades merced una política agresiva de mejoramiento cuantitativo y cualitativo de la dotación de capital educativo de la población. Así todos los países se embarcaron en todo tipo de reformas que apuntaban a preservar y acrecentar el nivel del capital educativo de sus poblaciones. Como veremos más adelante en las últimas unidades, A. Latina y la Argentina no fueron la excepción.



Las críticas: el fin del mito



La teoría del capital humano está tan difundida hoy día que se ha convertido casi en el sentido común de “todo el mundo que quiera ingresar al primer mundo”. Nada hay más esperanzador que depositar en el esfuerzo individual y colectivo de mejora y desarrollo intelectual como medio de obtener bienestar material.



Sin embargo, muchos importantes investigadores descubrieron las falacias o serias limitaciones de esta teoría y sus fundamentos. Una de las primeras fue la llamada teoría del “credencialismo” o la inflación de acreditaciones educativas desarrollada por R. Dore quien no tuvo prurito en bautizarla “la enfermedad del diploma”. El vertiginoso ritmo del cambio técnico y científico produce una permanente obsolescencia de las calificaciones educativas conseguidas en el pasado con su consiguiente devaluación y por tanto una predisposición permanente de la población a evitarla aumentando permanentemente su capital educativo alcanzando nuevas acreditaciones. El “credencialismo” implica la continua expansión de la demanda de educación y la continua devaluación de los títulos y acreditaciones anteriores, que limitan el retorno esperado de la inversión educativa. En la medida que se masifican las ofertas de trabajadores con altas calificaciones, aumenta la competencia entre ellos y se abaratan los salarios ofrecidos. La obtención de las diferencias salariales cada vez requieren mayores inversiones educativas por lo que solamente sectores más reducidos de la población pueden afrontarlas, generando una tendencia a monopolizar los mejores empleos.



Más importantes fueron los descubrimientos de Marc Blaug, respecto de la disparidad entre el rendimiento individual de la inversión educativa (mejores remuneraciones) y el rendimiento social (supuesta mayor productividad global). Blaug descubrió que es mentira que el incremento de capital educativo de una población genere aumentos en la productividad y competitividad social global de la misma. En efecto, en EEUU mismo el período de auge de los niveles educativos superiores coincidieron con fases de crecimiento débil o estancamiento en los indicadores de productividad y competitividad de la economía. Una vez más el provecho individual no supone provecho social. Blaug instaló como explicación la llamada teoría de las “señales”: no es que los empleadores esperen que incorporando personal más capacitado o educado aumenten su productividad y eficiencia productiva (cosa que tampoco es nítida aun en estudios de empresas) sino que simplemente utilizan los títulos alcanzados como signos de que el personal a incorporar posee determinadas características como “constancia en el esfuerzo”, “sometimiento a exámenes”, “responsabilidad”, “capacidad de aprender”, etc. que no necesariamente se relacionan con un aumento efectivo de rendimiento en la tarea. Blaug investigó la cobertura de cargos gerenciales en algunas empresas y comprobó que efectivamente los títulos tienen poco que ver con el rendimiento efectivo en el trabajo, a pesar de lo cual las empresas los utilizan como criterio importante de decisión al incorporar personal. En este sentido, las conclusiones de Blaug son realmente pesimistas porque el crecimiento de las acreditaciones de la población lo único que hace es introducir índices de selectividad mayores favorables a quienes pudieron y tuvieron la posibilidad de realizar mayores inversiones educativas, y ello sin beneficio tangible para el conjunto de la sociedad y del funcionamiento productivo de la economía.



Por último se encuentran las críticas de orientación marxista como la de Martin Carnoy en el sentido de que la dinámica de acumulación de capital es contradictoria y produce resultados con crisis recurrentes que alcanzan a la valorización de las acreditaciones educativas. En este esquema explicativo, las crisis cíclicas del capitalismo producen un sobreexceso de capital educativo y calificaciones disponibles en la población. Contrariamente a lo que se cree el capitalismo de libremercado está muy lejos de asignar de manera racional y óptima los recursos educativos disponibles sino que los subutiliza de manera recurrente. Carnoy descubre el fenómeno de la “sobreeducación” en el sentido de que el capitalismo utiliza sistemáticamente menos calificaciones que las disponibles en el mercado. Utilizando la terminología de otro economista, Lester Thurow, el fenómeno de la sobreeducación, da lugar a lo que denominó “efecto fila” para explicar las ventajas individuales de la acumulación de capital educativo. Lejos de generar empleo o mejorar los ingresos de la población, el aumento individual de las acreditaciones educativas permite alterar el orden en la fila de desempleados: siempre van a aumentar la probabilidad de conseguir empleo pero no por la expectativa de aumentar el rendimiento productivo de la empresa sino simplemente porque ante la posibilidad de elegir, la empresa elige a aquellos que ofrecen mayor capital educativo aunque no vaya a ser utilizado en el proceso de trabajo mismo. Es decir, el “efecto fila” supone que la inversión educativa simplemente facilita la selección de personal de las empresas aún a costa de subutilizarla. El ejemplo más obvio es el de las estaciones de servicio o los servicios de delivery, mensajería, etc. que exigen secundario completo para despachar combustible o manejar una moto. También es muy común que empresas importantes exijan estudios universitarios para simples empleos administrativos descualificados. En ninguno de estos casos, el aumento de las calificaciones educativas implica mejoras en el rendimiento o productividad del trabajo.



Veamos estos problemas en el caso argentino.



Economía y Educación en la Argentina. La desocupación, los cambios en la estructura social y sus relaciones con la educación.



Como es sabido, la crisis de la “matriz estadocéntrica” y del capitalismo protegido de mediados de los ’70 (el llamado “rodrigazo” de junio de 1975, fue el preaviso) fue llevando hacia fines de los ’80 a dos procesos vinculados: la hiperinflación y el endeudamiento externo. Hasta ese momento, la economía argentina se caracterizaba por un mercado de trabajo algo estancado pero con bajas tasas de desocupación (4-5%) que era capaz de absorber incluso un módico flujo de inmigración de países limítrofes. Luego de etapas expansivas y oscilantes durante los ‘60 en materia de salarios, con las políticas neoliberales ensayadas por la dictadura militar, el salario real sufre una severa contracción, abriendo un tendencia que no se revertiría con el retorno de la democracia en 1983. Especialmente afectados resultaban los trabajadores industriales perjudicados además por un proceso extendido de cierre de fábricas y precarización del trabajo, pero también amplios sectores del empleo público como los docentes y los trabajadores de la salud, empleados de las otrora poderosas empresas de servicios públicos (ENTEL, YPF, Gas del Estado, O.Sanitarias, etc.).



La combinación de caídas de salarios con alta inflación dio por tierra hacia fines de los ’80 con la visión de una fuerte clase media en la argentina asociada, durante muchas décadas, en el imaginario colectivo con la movilidad social ascendente, introduciendo en el vocabulario sociológico - en cierta medida vulgarizado por los medios de comunicación - una nueva categoría social: “los nuevos pobres” para diferenciarlos de los pobres estructurales. La nueva pobreza aludía a una situación ciertamente atípica desde el punto de vista conceptual, pero que las estadísticas de la Encuesta de Hogares del INDEC venían mostrando cada vez más frecuente: se refería a aquellas personas que teniendo un patrimonio, un estilo de vida y unas calificaciones educativas medias o altas, carecían de ingresos monetarios suficientes para superar la llamada línea de pobreza (es decir, el gasto social del consumo mínimo en todos los rubros para una familia tipo de un matrimonio con dos hijos uno en la escuela primaria, y otro en la secundaria). Así, el nuevo pobre era alguien que habiendo obtenido por sí o por herencia un cierto patrimonio (casa, auto, electrodomésticos, etc.), un cierto capital educativo y simbólico (nivel educativo, capacitación profesional, cultural general) y un cierto capital social (redes de amigos, grupos de pertenencia, clubes, etc.) no lograba obtener ingresos reales para afrontar los gastos corrientes de un estándar de vida mínimo. El motivo más frecuente de esta situación de inconsistencia entre capital social familiar acumulado e ingresos reales familiares era la pérdida de la estabilidad en el empleo, y/o la degradación de los salarios de los jefes de hogar, producto de la inflación y las crisis recesivas.



Así, los aumentos de la pobreza provenían tanto por la ampliación de la pobreza estructural (los pobres por ingresos cuyo capital social acumulado también es pobre) como de la movilidad social descendente de varios segmentos de los estratos medios.

En la década del ’90, las políticas neoliberales al principio exitosas en términos de estabilidad de precios y salarios, no tardaron en agudizar los problemas del empleo. La desocupación aumentó mucho a partir de 1993 cuando trepa al 9% y se hace francamente endémica y poco manejable con la recesión que siguió a la crisis del “efecto Tequila” en 1995, superando entonces el 18%. En la fase inicial exitosa del Plan de Convertibilidad (1991-1994) la pérdida de puestos de trabajo por la llamada “reconversión industrial” y sobre todo por el achicamiento del estado y las privatizaciones, fue compensado por la expansión del sector de comercio, finanzas y servicios. Pero cuando la crisis se generalizó terminó alcanzando a casi todas las ramas y sectores de la economía.



Ahora bien, ¿cuál fue el comportamiento de la población en materia educativa?: lejos de desanimarse por el desempleo, la precariedad laboral y los bajos salarios, el esfuerzo educativo de la población se reforzó: tanto los niveles medios, pero sobre todo la educación superior y universitaria gozaron de un espectacular proceso de expansión. Como aparece detallado en mi texto, las cantidades de ingresantes, cursantes y egresados, en la década del ’90 tienen un importante incremento que excede el crecimiento vegetativo de la población.



Es interesante entonces el contraste con lo ocurrido en las décadas del 50 y el 60 donde también se desarrollaron fuertes tendencias al aumento de los niveles de instrucción formal de la población. Mientras que en aquellos momentos la obtención de capital educativo se relacionaba con un mercado de trabajo expansivo y mejores oportunidades de inserción laboral y salarios (“efecto escalera” de ascenso social) ahora, en los ’90 el aumento del capital educativo se vinculaba a evitar la pérdida de posiciones o un empeoramiento de la situación sociocupacional (el “efecto paracaídas” que menciona Filmus).



La estructura social y ocupacional que dejaban las políticas neoliberales no permitían aprovechar el enorme impulso educativo de la población: no solamente se destruían empleos sino que tendían a destruirse los más calificados. Así la tasa de desocupación de los niveles educativos superiores aunque más bajas que los niveles educativos inferiores, se deterioraba a un ritmo mucho mayor, lo que significaba que los principales damnificados en el mercado laboral bajo las nuevas condiciones eran los de mayores niveles educativos. En efecto, la apertura de la economía había ocasionado un proceso de importación de bienes de capital (equipamiento, maquinaria, insumos, repuestos) de alto valor agregado, que destruyó los puestos de trabajo locales de mayor nivel de calificación. La llamada reconversión industrial aprovechaba el dólar bajo para sustituir mano de obra calificada por tecnología importada. El caso de los ingenieros industriales fue algo típico de aquel momento, ahora por suerte se está reviertiendo. Los sectores que más ganaban en los ’90, la exportación de materias primas, y de bienes industriales de bajo nivel de valor agregado (“comodities”) no generaban puestos de trabajo de alta calificación, por lo que la sobreabundancia de oferta de profesionales terminó elevando su tasa de desocupación a niveles insólitos (12 %) comparando internacionalmente. Ello ocasionó entre el 2000 y el 2002 la avalancha de jóvenes en los consulados de países europeos y EEUU para emigrar.



Es especialmente pertinente para interpretar estas tendencias los fenómenos de sobreeducación (Carnoy) por los cuales no solamente hay población altamente calificada que no consigue empleo (subutilización absoluta de capital educativo) sino también que esta población consigue empleos de bajos niveles de complejidad de la tarea y en condiciones precarias (subutilización relativa del capital educativo). Es decir, producto de la sobreabundancia de altos niveles educativos, los empleadores ocupan los escasos puestos de trabajo que se generan aumentando la selectividad sobre los postulantes sobre la base de criterios educativos que no están nada relacionados con la complejidad o nivel de calificación de las tareas del puesto de trabajo. Ello genera, el llamado “efecto fila” ya explicado en la clase anterior: los títulos más altos no sirven para conseguir empleos adecuados en términos de calificación profesional del puesto, sino solo para aumentar las chances de acceder a empleos no calificados o poco calificados, en condiciones precarias y con bajos niveles de ingresos.



En estas condiciones se genera un círculo vicioso autodestructivo: la desesperación por evitar perder posiciones en el mercado laboral lleva a la gente a aumentar su esfuerzo en obtener capital educativo, lo que lleva a aumentar el nivel de selectividad del mercado laboral, lo que aumenta de nuevo la propensión a incrementar el nivel educativo. Por supuesto, finalmente aquellos que no pueden sostener el esfuerzo de inversión en aumento del capital educativo (los más pobres) son los grandes perdedores de esta espiral autodestructiva, puesto que son desplazados del mercado de trabajo por los más educados, aún cuando los puestos de trabajo no exijan elevados niveles de calificación y educación.



Con el crecimiento de la economía desde fines del 2002 y el cambio de políticas económicas, el incremento de la protección sobre la producción local, el aumento del gasto público y la inversión pública, se han mejorado ostensiblemente los niveles de empleo. Justamente los primeros beneficiados en la expansión del empleo y creación de nuevos puestos de trabajo son los más calificados. Por lo que la tasa de desocupación del nivel de educación superior y universitaria descendió abruptamente al mismo tiempo que mejoraron los ingresos y salarios.



Sin embargo, hay que advertir que estas tendencias positivas tienen bases ciertamente endebles o al menos transitorias: el alto precio de las materias primas exportables (soja y petróleo) que posibilitan un elevado superávit fiscal y bajas tasas de interés internacionales que desestimulan la fuga de capitales y atraen la inversión. Hay que recordar, que el desarrollo industrial y por tanto el impulso de base para la expansión del empleo, históricamente en la Argentina consume y no produce divisas (U$$) y por tanto depende en gran medida de la buena situación de los mercados internacionales para nuestros productos. Por ello se ha llamado a nuestro proceso de industrialización como “dependiente” tanto del financiamiento externo que requiere como de la tecnología que mayoritariamente utiliza.


TRABAJO PRACTICO
Lea los textos de Schultz, Gomez y Filmus, y analice lo siguiente

1) Analice dentro de su entorno social y familiar las decisiones de inversión en capital educativo durante la década del ’90 (propias o de hermanas, hermanos, primos, etc.). ¿Qué diferencias encuentra con las decisiones tomadas por sus padres en otras épocas?.

14 comentarios:

  1. En primer lugar voy a referirme a la experiencia de la época de mis padres. Concluida la primaria sus padres les preguntaban qué iban a hacer de sus vidas: si seguir estudiando o salir a trabajar. En el caso de las familias que tenían buenas condiciones podían optar a voluntad propia, pero en las familias de bajos recursos los padres no incentivaban a sus hijos a continuar con el estudio, es decir, era prioridad salir a trabajar y colaborar en la casa. La continuidad de los estudios implicaba un gasto. La cantidad de materias en la secundaria requería un libro para cada una de ellas, además las secundarias no quedaban en el barrio, entonces había que pensar en el viático. Y no solo eso, sino que además había materias extracurriculares (Ej.: educación física) por lo que tenían que ir y volver a la casa, o sino quedarse almorzando en el buffet de la escuela. Eso también era un gasto. Otro punto a tener en cuenta era que cuando una quería seguir bachiller, sus padres se oponían porque consideraban que perito mercantil era más redituable a futuro, porque tenía más salida laboral. Si tenían que invertir en capital educativo lo iban a ser hacia un área que generara ingresos a futuro, sino directamente debían salir a trabajar.
    En el caso de la década del 90, generación en la que viví mi primaria, las cosas eran distintas. Estudiar era una obligación. Y si ibas a un colegio privado, mejor. Como los padres ya habían pasado la experiencia de la primaria en un colegio del Estado, al pasar a la secundaria, notaron un gran cambio: muchos contenidos no habían sido enseñados durante la primaria. Esta es una de las razones de porque elegían ahora, escuelas privadas para sus hijos, porque ya desde jardín contaban con ingles, educación física, natación, huertas, teatro, arte. Abarcaba una enseñanza muy rica que servía de base para la primaria y la secundaria. A pesar de que el costo de la cuota del colegio era un sacrificio para los padres, ellos pensaban que valía la pena y que de esta manera no iba a pasarles lo mismo que a ellos. Con una mejor educación iban a poder acceder a la universidad y luego trabajos para desarrollar su profesión. Esta iba a ser una elección libre, no por obligación. En teoría ese era el sueño, la esperanza de los padres aunque en la práctica las cosas pueden ser diferentes.

    ResponderEliminar
  2. Hola gente!! no pude conseguir el texto de Filmus. Si alguien lo tiene digitalizado me lo pasa por favor?? por las dudas dejo mi mail: ana_migliori@hotmail.com
    Gracias!!
    Analía

    ResponderEliminar
  3. En la época que mis padres iban al colegio las cosas eran totalmente diferentes a cuando yo cursaba. Ellos por su parte tenían la necesidad de hacer algún trabajo en sus tiempos libres, lo cual les complicaba las cosas para hacerse un rato libre para poder dedicarle tiempo al estudio, por este motivo muchos de sus compañeros abandonaron y salieron a trabajar. Esto se debía a que generalmente no había trabajos estables para sus padres y eso provocaba que los ingresos no fueran del todo satisfactorios como para que ellos solamente se dediquen a estudiar como fue mi caso cuando iba a la secundaria. Por suerte nunca me falto ningún apunte, ni libro, ni plata para salir de vez en cuando. Mi madre cuando cursaba no tenia plata para comprarse todos los libros y a veces recurrían a ir a la biblioteca con sus compañeros (eran muchos los que no tenían la posibilidad de adquirirlos), esto es algo que se perdió en la década del 90, pocos jóvenes recurren a este medio para adquirir información y prefieren ir a un locutorio para utilizar Internet.
    Otra diferencia que se encuentra es en el tema de las becas, actualmente y cuando yo cursaba en el colegio había muchas posibilidades de adquirir algún tipo de subsidio para tener ayuda económica, En los años que ellos cursaban no había demasiadas posibilidades de adquirirlas por no decir que no había prácticamente.
    En la década del 90 cambiaron otros aspectos también. Los colegios públicos bajaron mucho su nivel y la mayoría de la gente que tiene la posibilidad opta por los colegios privados para sus hijos, donde en algunos casos se encuentra un nivel muy bueno de educación. En otros momentos anteriores la educación estatal se encontraba en un nivel muy alto comparado con la actualidad.

    ResponderEliminar
  4. Graciela Schtutman
    Decisiones de mi entorno familiar en los 90. En varios casos fue retomar el trabajo en la docencia, que había sido dejado por otro más redituable económicamente (un comercio, por ejemplo) o para ser ama de casa y cuando el marido quedó sin trabajo, la mujer volvió a trabajar como maestra. Esto lo acompañaron de perfeccionamiento docente en varios casos, o el inicio de carreras vinculadas: psicopedagogía, trabajo social. En otro, al fundirse su pequeño comercio, una amiga terminó el secundario para adultos y estudió enfermería profesional.Otro: al quedar sin trabajo en una empresa realizó la capacitación docente para igresar en la educación especial con su titulo del secundario en una escuela técnica. En mi caso realicé estudios semiformales: psicología social, psicodrama y actualicé una anterior formación en teatro, que me sirvieron para ocupar un nuevo espacio laboral al que ingresé por concurso(profesora de talleres barriales municipales)Aquí está presente el "efecto fila". Pero en otros casos la desocupación persistió a pesar de algunos intentes educativos: formación como masajista, peluquería, terminación de la primaria.
    En los primeros casos, las nuevas capacitaciones tuvieron el efecto "paracaídas".
    Las decisiones de mis padres, nacido en 1905 mi papá tenía dos oficios y no había terminando la primaria. Trabajó hasta entrados los años 70 sin modificar su capital educativo. Mi mamá nació en 1921, en su familia solo estudió el hermano varón, con gran esfuerzo de la madre, que era modista, se recibió de farmacéutico y ese fue su trampolín para ascender socialmente. Las mujeres estudiaron la escuela primaria y habilidades para desempeñarse como amas de casa: costura, cocina, administración del hogar, bordado. Su situación social dependió de la alcanzada por sus maridos.

    ResponderEliminar
  5. El caso que me recordó el fragmento del texto "lejos de desanimarse por el desempleo, la precariedad laboral y los bajos salarios, el esfuerzo educativo de la población se reforzó" fue el de mi viejo:
    En el año '94 lo echan del trabajo (una empresa francesa de inspección, calidad y certificación), decide poner en práctica los conocimientos adquiridos durante 20 años y comienza a realizar trabajos relacionados, previo contacto con todos aquellos conocidos que había adquirido del rubro. Para ello precisó formarse en Seguridad e Higiene, hizo cursos... recuerdo que empezaba a hablarse de las normas que hoy son moneda corriente como las ISO, estudiaba mucho y consiguió los niveles de inspección en soldadura, que era el área en la cual quiso trabajar. Esto le implicó unos cuantos años de ajustes económicos, pero siempre dice lo mismo: "era grande, no tenía un título pero sí la experiencia y nunca creí que fuese tarde".

    ResponderEliminar
  6. Me quedó pendiente lo siguiente:
    Creo que la principal diferencia es que sin haber tenido ninguna formación terciaria o universitaria, había conseguido un puesto que más tarde, cuando lo echaron implicaba un título de tal nivel, de hecho mi viejo terminó la secundaria en un nocturno.

    ResponderEliminar
  7. Mis padres, Vivian en la provincia de corrientes, en el campo y no tuvieron la posibilidad de seguir estudiando ambos terminaron la primaria, para tener los conocimientos básicos al igual que mis abuelos y trabajar en el campo, o con pequeños almacenes que le permitía sobrevivir, pero nada mas, al cumplir 15 o 16 años viajaban a buenos aires a la casa de algún familiar para trabajar en casas o cama a dentro, en el caso de madre y mi padre trabajo desde los 16 años en “fate” una empresa de neumáticos en la parte de producción, después de casi 25 años de trabajo al incorporar nuevas tecnologías, el sector de el cerro y fue despedido. Para nosotros fue mas fácil ya que siempre nos inculco el tema de tener estudios para poder trabajar en otro sector que no sea servicio domestico, terminamos los estudios en la escuela publica, con un buen nivel de educación, ya que mis padres no podían pagarnos estudios privados, y al tener 18 años trabajamos para seguir estudiando hasta la actualidad. Somos tres hermanas, dos entrarían en el concepto de lo llamado efecto fila, ya que a pesar de tener títulos, para lo único que nos ha servido es para obtener mas chancees de conseguir trabajos, a comparación de otros que no tuvieron la oportunidad de estudiar, solo una puede ejercer su carrera ya que no es trabajo de dependencia.

    ResponderEliminar
  8. La inversión en capital educativo que mis padres realizaron en la década del 90 es similar a la realizada en la década del 80 (período que abarcó la formación primaria y secundaria mía y de mis hermanos) A pesar de la diferente época siempre fue valor central el estudiar (creo que con miras a un trabajo asegurado, aunque esto no recuerdo que haya sido explicitado por mis padres)Sí es verdad que, si no se podía comprar un libro nuevo para mí o mi hermano menor, bueno, se usaría el que dejó el hermano anterior... pero nunca faltaría ese libro a fin de llevar a cabo la debida etapa educativa (esto en relación a los costos directos de estudiar) Si podría decir que, en contraste a lo inculcado por mis padres, mi papá se formó prácticamente en oficio (con solo 3°año del secundario completo) trabajando en empresas como General Electric o Peugeot entre otras ejerciendo como oficial rectificador, sin requerir título habilitante. Él mismo me relata: "y, en ese momento no necesité seguir estudiando... podías trabajar y formarte con la experiencia"

    ResponderEliminar
  9. Perdón profesor que vuelva a faltar!! estoy en cama con sinusitis y fiebre!! la semana que viene retomo.
    Ah, no extrañe mi voz que volveré!!!!!!! jajaj
    Un saludo
    Analía

    ResponderEliminar
  10. yo vivi o vivo totalmente distinta en la epoca que vivieron mis viejos......
    mi mama estudio en la esc. sec Nº1 Pres. Roque Peña de capital y de ahi salias maestra de grado.Se recibio a los 17 años y trabajo en esa escuela toda su vida y hace 2 años que se jubilo. Mi papa estudio en el Otto Krause y luego estudio Engeneria mecanica en medrano en la UTN. Tuvieron sus tropiezos pero alcanzaron sus objetivos....Lo que veo de diferente es por ejemplo que antes podian estudiar en la sec y recibirse y trabajar al toque. hoy en dia es muy dificil se tiene que tener titulo habilitante y experiencia para todo tipo de trabajo.
    En el caso de mi mama salio de su terciario y no tardo mas de un año en agarrar un cargo titular y hoy en dia en los actos publicos es re dificil.Cuesta mas!!!!Si sos joven tenes que tener estudios y trabajar aunque sea en 2 trabajos para poder ganar mas y poder tener un futuro agradable.
    Mi hermana y yo fuimos a escuela privada desde jardin hasta el sec. me pudieron dar lo mejor en la educacion. Yo decidi estudiar maestra jardinera (recibida) trabajando, estudio hoteleria y educacion . La poblacion es distinta y cuesta mas en conseguir trabajo para todo rubro..............

    ResponderEliminar
  11. Graciela Soria...
    En principio, quería dar una humilde opinión, respecto a los estudios realizados en institutos privados, ya que, no nos garantiza un “buen nivel” de educación como muchos creen. Y tampoco creo que actualmente la educación de las escuelas estatales sea inferior a la de los institutos privados. Esto es lo que prevalece en el sentido común de la sociedad y para nada estoy de acuerdo.
    Por una parte, mi mamá concluyó tercer año de la Secundaria, en ese entonces, mi abuelo, no podía mantener sus estudios por lo que le exigió abandonarlos, ya que, afirmaba que no “iba a llegar muy lejos” (la realidad es que no entiendo que habrá querido decir con “llegar muy lejos”...). Ella, (obligadamente) decidió renunciar a sus estudios, pues, era muy difícil trabajar y estudiar simultáneamente, los tiempos no coincidían y el dinero no alcanzaba. En aquellas épocas, sólo unos pocos tenían la posibilidad de concluir sus estudios. En cambio, mi papá se dedicó a trabajar. Hasta que un día, le propusieron (en el empleo donde desempeñaba sus tareas) estudiar para reparar autos, es decir, para mecánico. Por lo tanto, para obtener una mayor posibilidad económica y de crecimiento personal decidió estudiar. ..
    Por otra parte, la inversión de capital educativo entre mis hermanos y yo fue que tuvimos mayores posibilidades para finalizar nuestros estudios, ya que, lo que nuestros padres nos transmitían (cuando éramos pequeños) y nos transmiten (en la actualidad) es la importancia de la educación; es el metal más preciado que el ser humano tiene, pues, desde las últimas décadas se le da otro valor a la educación.
    En fin, en la década del ‘90, a través de la eficiencia y la calidad, lo que se pretende es obtener, formar, construír y generar competitividades para integrarse al mercado.

    ResponderEliminar
  12. Analizando el entorno social y familiar en relación a la inversión en capital educativo, coincidimos que en su discurso, nuestros padres veían a la educación como un progreso social, lo que Filmus llama “trampolín”. Sin embargo, lo que se observaba es que nuestros antecesores con un mínimo de educación (saber leer y escribir o el aprendizaje de un oficio) tenían un trabajo e incluso la posibilidad de acceder a cargos jerárquicos con esa educación básica que posterior a los noventa se modificó radicalmente. Es allí donde se introduce todo un discurso en el que la economía se hace visible en la educación con lo cual hubo un gran énfasis de los padres insistiendo a que sus hijos opten por un mayor nivel educativo que les aseguren un lugar en el mundo laboral y que este sea un lugar mejor que el que tuvieron ellos, menos sacrificado.
    Esto también resultado y reflejo de que ellos a fines de los ochenta quedaron desempleados y por experiencia comprobaron que su situación laboral no estaba asegurada, ya que el entorno social y laboral exigía cada vez mayor nivel educativo para poder acceder al empleo más rústico (sencillo). Lo que según los textos abordados llaman credencialismo, que consiste en la devaluación de los títulos, lo que producía una inestabilidad laboral cada vez más visible y se tornaba común ver a algunos vecinos desempleados, esto generaba inseguridad y las personas se sometían a las exigencias más humillantes con tal de no perder sus trabajos.
    En ese contexto el concepto de capital humano cobra importancia en las familias que hacen hasta lo imposible por sostener la educación de sus hijos con el fin de brindarles mayores posibilidades en un mundo cada vez más competitivo, por ende inestable.

    ResponderEliminar
  13. Facundo Caballero

    AL ver la experiencia de mis padres, está claro, como dijo una compañera más arriba, que no les hizo falta tanto "titulo" educativo para desarrollarse como personas en el ámbito laboral e incluso formar una familia. Sin embargo, al recordar el esfuerzo que ellos hicieron en los 90's para que vayamos mis hermanos y yo a una escuela privada (que era entendido y creo que es aún hoy considerada como una educación "mejor"), queda explícito su entendimiento que no basta con un simple secundario, sino que era necesario un "buen" primario.

    La situación post 2001 fue bastante difícil y, el hecho de no poseer alguna especialización mayor en cuanto a los estudios, hizo difícil la re inserción al mercado laboral por parte de mi papá. Diferente a mi caso de mi mamá, que como maestra nunca le faltó trabajo.

    Una anécdota que recuerdo de mi experiencia, fue que cuando tomé la determinación de cambiar de carrera allá por el 2008, frente a la decisión tomada, mi papá me dijo una frase: "solo recibite de algo". Claramente el título parece ser hoy imprescindible.

    ResponderEliminar
  14. Hola me coloco como ejemplo, en esa epoca mis hijos estaban cursando el nivel primario ( el mas chico y secundario los mas grandes), siempre tuvimos con mi esposo la idea que debiamos posibilitarles los medios para la mejor educacion, y asi lo hicimos,hasta llegar a la universidad donde la desicion de la carrera era de ellos, no la elegiamos los padres, como era frecuente en mi generacion, yo particularmente comense la universidad, ya que los años anteriores estudie otras carreras, pero senti que podia dedicarle tiempo y esfurezo a la facu como dicen los chicos, la gran diferencia que encuentro es la OBLIGACION que imponian los padres ( a los de mi generacion) en la carrera,mis viejos fueron bastante audaces, me dejaron estudiar psicologia, pero el proceso cerro la carrera!!!,si soy de la generacion de los 70, talvez por eso luego senti la necesidad de seguir la Facu, lo tengo pendienten, mi familia se dieron los casos mencionados en el texto, uno de mis hijos era estudiante de ingenieria y trabajo como personal de limpieza en un restoran,( de noche)y seguia estudiando, mi esposo con el titulo secundario de M.M de obras era gerente en una empresa constructora que un dia cerro y se fueron al diablo 25 años de trabajo, pero al otro dia estba trabajando de remisero,yo trabaje haciendo el reparto de un lavadero,como siempre tuvimos lo que hoy se denomina Cultura del trabajo, no tuvimos grandes problemas, nuestra familia siguio unidad, no como otras que se desintegraron junto con la falta del poder adquisitivo anterior, con las nuevas politicas de los nuevos gobiernos,cada uno fue consiguiendo el trabajo para el que estaba preparado, gracias a dios mi esposo estuvo solo una semana con el remis, luego volvio a su actividad,mis hijos tienen el trabajo que les gusta, que no es poca cosa, la situacion se revirtio y los que pasamos los 40 ya no somos descartables, y siempre segimos actualizandonos, cada uno de los integrantes de mi familia en sus actividades, gracias y espero haber entendido la consigna, y si no les conte en primera persona algo que le paso a una familia en la Argentina,gracias.

    ResponderEliminar