miércoles, 22 de mayo de 2019

Texto de apoyo y TP unidad 4 parte A

Las relaciones promiscuas entre economía y educación

Dentro de la investigación económica, el papel de la educación ha dado una especie de giro copernicano desde mediados de los años ’60. Hasta ese momento, la economía dominante  se mostraba relativamente indiferente ante los problemas educativos. La gran expansión educativa producto de las generaciones jóvenes en Europa y EEUU (baby boomers) que crecieron aceleradamente después de la II Guerra, era encarada con un enfoque predominante de gasto o costo presupuestario y fiscal. Así, las necesidades educativas eran tomadas como una variable demográfica y una necesidad cultural que se imponía a la economía desde fuera de la misma.  El problema se reducía entonces a cómo y quienes debían poner cuantos recursos para satisfacer estas novedosas demandas y necesidades.

Para algunos, era antieconómico financiar infinitamente las expectativas educativas crecientes de la población, para otros (en europa) era el Estado de Bienestar quien tenía que aumentar los recursos fiscales para proveer servicios educativos universales, y para los americanos eran los particulares (las familias)los que debían enfrentar el grueso de la carga de estas expectativas.

De la mano de algunos investigadores que aplicaron los métodos de la economía neoclásica a principios de los ‘60, tratando la educación como un bien mercantilizado aparece por primera vez la idea del significado puramente económico de la formación educactiva de la población.

En vez de aceptarse como un gasto generado por  una necesidad fundamentalmente extraeconómica, los economistas americanos (fundamentalmente Schultz y luego el premio nobel Gary Becker) intentaron demostrar que lejos de constituir un gasto, el incremento de los niveles de capacidades educativas de la población era una “inversión” que tenía un importante recupero futuro y no un gasto o un costo. Estos planteos abandonan la radical distinción fundante de toda la teoría económica anterior a saber: que todo gasto puede ser por consumo o por inversión rígidamente separados. Mientras los bienes de consumo producen satisfacción de los hombres y sus necesidades y desaparecen con su uso,   los bienes de inversión (máquinas, equipos, tecnología) no producen satisfacción pero incrementan la capacidad o rendimiento productivo. La educación que antes aparecía siempre como un “consumo” que respondía a satisfacer necesidades y demandas de los hombres, ahora aparece también como “inversión” ya que incrementa las capacidades productivas,  la eficiencia de la economía, y junto con ellas mejora los rendimientos y los ingresos tanto individuales como del conjunto de la sociedad.

Para enfrentar tradiciones teóricas muy arraigadas apelaron a una denominación francamente (es un juicio personal) “espeluznante”: la teoría del “Capital Humano”. Para ellos, los gastos en todas aquellas cosas que aumenten la capacidad y el rendimiento productivo esperado de una persona o de una población deben ser tratados como “capital”.

Desde ya el Capital humano no se restringe a la educación, aunque en la divulgación y popularización de la teoría así haya quedado arraigado. La salud (que abarca hasta una alimentación adecuada), y los costos de movilidad de la fuerza de trabajo (facilidades de migración), la capacitación en el empleo, son considerados factores importantes de acumulación de capital humano. Según Schultz, que analizó diversos países de Europa y Asia en comparación con EEUU, el Capital humano constituye una variable explicativa muy importante del crecimiento económico. Tanto o más gravitante que la dotación de recursos naturales, o la inversión en capital físico. La educación es descripta como un capital que mezcla la posibilidad de aumentar la capacidad productiva con la satisfacción de necesidades culturales o simbólicas. El análisis de la experiencia del extraordinario crecimiento de los países llamados NICs (New Industrial Countries) en Asia (Malasia, Taiwan, Singapur, Corea del Sur, y otros) quienes realizaron extraordinarias inversiones en la infraestructura y en el crecimiento de los niveles educativos de la población, parecía reforzar la idea de que efectivamente la dotación de capital educativo era un vector importante para el desarrollo.

El primer problema de estas teorías en sus aplicaciones de política económica era ¿quién debe invertir en educación o más ampliamente en el capital humano?, ¿quién debe sufragar y correr los riesgos de sufragar los gastos de la inversión toda vez que sus rendimientos no son inmediatos sino de mediano y sobre todo largo plazo?. 

Es claro que en una sociedad de libremercado capitalista, el capital tiene que tener un rendimiento y el beneficiario de este rendimiento es quien afronta los gastos y riesgos de invertir en él. Sin embargo, estos economistas se encontraron con una brutal diferencia entre la inversión en una máquina o una patente tecnológica y en capacitar o formar a los empleados: mientras el rendimiento de la máquina estaba bajo su control, el rendimiento adicional de la persona quedaba bajo control de la persona, no podía ser apropiado. En efecto, a diferencia del capital físico que está sujeto a las leyes de la propiedad y el mercado, el capital humano y educativo es una propiedad intransferible del beneficiario: la capacitación que el capitalista paga puede ser aprovechada por otro capitalista que tiente al trabajador calificado a dejar la empresa que lo capacitó.  El capital humano en el mejor de los casos puede “alquilarse” pero nunca comprarse o venderse. Así, la primera consecuencia es que no va a haber inversión de los capitalistas en capital humano porque no hay seguridades sobre su control. Sólo los particulares interesados y los gobiernos que piensan no en una rentabilidad particular sino en un beneficio general pueden ser interesados en invertir en capital humano.

Así, la inversión privada en capital educativo es la que realizan las mismas personas particulares. Esta inversión es de dos clases: por un lado y menos importante es la inversión en los costos directos de estudiar (matrículas, viáticos, apuntes, etc.). Está demostrado que los costos directos de estudiar no son determinantes en la decisión de terminar o no un nivel educativo.  Por otro lado y más importante es lo que dejan de percibir por estudiar en vez de trabajar por un salario. Este último componente de la inversión educativa individual se denomina “costo de oportunidad”.

La investigación económica y las estadísticas demuestran que esta inversión es rentable para los individuos: con las nuevas calificaciones y acreditaciones educativas obtenidas las diferencias de ingresos futuros son mayores y compensan de manera visible el gasto de inversión realizado tanto directo como el de “costo de oportunidad”. Así, las remuneraciones de los niveles educativos más altos son también más altas y los mayores títulos permiten acceder a los mejores empleos.

La inversión individual en educación tiene entonces una “tasa interna de retorno”, es decir, un beneficio que se obtiene merced a una inserción laboral y diferencias de ingresos atribuibles a los mayores niveles educativos obtenidos.

Como mencioné antes, también hay un interés colectivo en la inversión educativa. Los gobiernos son interesados en invertir en educación por lo que se llama el retorno o rendimiento social de la educación: aumenta la competitividad global de la economía, se atrae mayor inversión productiva, aumenta la integración social, se disminuyen la desigualdad, etc.

En la década del ’90 estas teorías conocieron una difusión extraordinaria hasta incorporarse al lenguaje político y cotidiano. Con el advenimiento y generalización de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, y la apertura de nuevos territorios científico tecnológicos (biotecnología, nuevos materiales, genética, etc.) la enfatización en la educación como fuerza fundamental del desarrollo resultaba irresistible. 

El “capital humano” es uno de los fetiches de la globalización. De la mano de la idea archidifundida de la “sociedad del conocimiento y los servicios”, que ubicaban el saber técnico y la capacidad de innovación como las fuerzas motrices novedosas del capitalismo global, la educación se convirtió en la “vedette” de la política económica. Había que incorporarse al mundo desarrollado, a la tecnología avanzada y explotar sus posibilidades merced una política agresiva de mejoramiento cuantitativo y cualitativo de la dotación de capital educativo de la población. Así todos los países se embarcaron en todo tipo de reformas que apuntaban a preservar y acrecentar el nivel del capital educativo de sus poblaciones. Como veremos más adelante en las últimas unidades, A. Latina y la Argentina no fueron la excepción.

Las críticas: el fin del mito

La teoría del capital humano está tan difundida hoy día que se ha convertido casi en el sentido común de casi todo el mundo. Nada hay más esperanzador que depositar en el esfuerzo individual y colectivo de mejora y desarrollo intelectual como medio de obtener bienestar material.

Sin embargo, muchos importantes investigadores descubrieron las falacias o serias limitaciones de esta teoría y sus fundamentos. Una de las primeras fue la llamada teoría del “credencialismo”  o la inflación de acreditaciones educativas desarrollada por R. Dore quien no tuvo prurito en bautizarla “la enfermedad del diploma”. El vertiginoso ritmo del cambio técnico y científico produce una permanente obsolescencia de las calificaciones educativas conseguidas en el pasado con su consiguiente devaluación y por tanto una predisposición permanente de la población a evitarla aumentando permanentemente su capital educativo alcanzando nuevas acreditaciones. El “credencialismo” implica la continua expansión de la demanda de educación y la continua devaluación de los títulos y acreditaciones anteriores, que limitan el retorno esperado de la inversión educativa. En la medida que se masifican las ofertas de trabajadores con altas calificaciones, aumenta la competencia entre ellos y se abaratan los salarios ofrecidos. La obtención de las diferencias salariales cada vez requieren mayores inversiones educativas por lo que solamente sectores más reducidos de la población pueden afrontarlas, generando una tendencia a monopolizar los mejores empleos.

Más importante fueron los descubrimientos de M. Blaug, respecto de la disparidad entre el rendimiento individual de la inversión educativa (mejores remuneraciones) y el rendimiento social (supuesta mayor productividad global). Blaug descubrió que es mentira que el incremento de capital educativo de una población genere aumentos en la productividad y competitividad social global de la misma. En efecto, en EEUU mismo el período de auge de los niveles educativos superiores coincidieron con fases de crecimiento débil o estancamiento en los indicadores de productividad y competitividad de la economía. Una vez más el provecho individual no supone provecho social. Blaug instaló como explicación la llamada teoría de las “señales”: no es que los empleadores esperen que incorporando personal más capacitado o educado aumenten su productividad y eficiencia productiva (cosa que tampoco es nítida aun en estudios de empresas) sino que simplemente utilizan los títulos alcanzados como signos de que el personal a incorporar posee determinadas características como “constancia en el esfuerzo”, “sometimiento a examenes”, “responsabilidad”, “capacidad de aprender”, etc. que no necesariamente se relacionan con un aumento efectivo de rendimiento en la tarea. Blaug investigó la cobertura de cargos gerenciales en algunas empresas y comprobó que efectivamente los títulos tienen poco que ver con el rendimiento efectivo en el trabajo, a pesar de lo cual las empresas los utilizan como criterio importante de decisión al incorporar personal. En este sentido, las conclusiones de Blaug son realmente pesimistas porque el crecimiento de las acreditaciones de la población lo único que hace es introducir índices de selectividad mayores favorables a quienes pudieron y tuvieron la  posibilidad de realizar mayores inversiones educativas, y ello sin beneficio tangible para el conjunto de la sociedad y del funcionamiento productivo de la economía.

Por último se encuentran las críticas de orientación marxista como la de M. Carnoy en el sentido de que la dinámica de acumulación de capital es contradictoria y produce resultados con crisis recurrentes que alcanzan a la valorización de las acreditaciones educativas.  En este esquema explicativo, las crisis cíclicas del capitalismo producen un sobreexceso de capital educativo y calificaciones disponibles en la población. Contrariamente a lo que se cree el capitalismo de libremercado está muy lejos de asignar de manera racional y óptima los recursos educativos disponibles sino que los subutiliza de manera recurrente.  Carnoy descubre el fenómeno de la “sobreeducación” en el sentido de que el capitalismo utiliza sistemáticamente menos calificaciones que las disponibles en el mercado.  Utilizando la terminología de otro economista, L. Thurow,  el fenómeno de la sobreeducación, da lugar a lo que denominó “efecto fila” para explicar las ventajas individuales de la acumulación de capital educativo: lejos de generar empleo o mejorar los ingresos de la población, el aumento individual de las acreditaciones educativas permite alterar el orden en la fila de desempleados: siempre van a aumentar la probabilidad de conseguir empleo pero no por la expectativa de aumentar el rendimiento productivo de la empresa sino simplemente porque ante la posibilidad de elegir, la empresa elige a aquellos que ofrecen mayor capital educativo aunque no vaya a ser utilizado en el proceso de trabajo mismo. Es decir, el “efecto fila” supone que la inversión educativa simplemente facilita la selección de personal de las empresas aún a costa de subutilizarla. El ejemplo más obvio es el de las estaciones de servicio o los servicios de delivery, mensajería, etc. que exigen secundario completo para despachar combustible o manejar una moto. También es muy común que empresas importantes exijan estudios universitarios para simples empleos administrativos descualificados. En ninguno de estos casos, el aumento de las calificaciones educativas implica mejoras en el rendimiento o productividad del trabajo.

Van Zanten introduce un tema que es constitutivo de la escuela del capitalismo democrático: la meritocracia, y cómo ha mutado la institución escolar en las últimas décadas al respecto. El mito del mérito requiere igualdad de oportunidades y neutralidad en la valoración de la utilidad social y las contribuciones de cada individuo al bien colectivo, cosa que nunca se ha cumplido históricamente, pero sobre lo que la escuela sostiene su legitimidad. La escuela es presentada como administradora de méritos "neutral" y autónoma, ocultando su secreta servidumbre de las elites y las clases poderosas.

Pero esto pudo sostenerse firmemente mientras la sociedad de bienestar era exitosa en los gloriosos 30 años del capitalismo de posguerra. A lo largo de los años 80 y 90 la escuela cambió su impacto en la estructura ocupacional y el mercado de trabajo, mutó su organización interna y su inserción política, y trastocó la relación con las distintas clases y sectores sociales.
En 1er. lugar la inflación de títulos los desvaloriza y por tanto hay un desfase entre recompensa escolar y recompensa laboral y económica.
En 2do lugar, las empresas valoran contenidos y habilidades no escolarizables como actitudes, modales, estilos de vida que no se aprenden en las instituciones. La formación escolar cada vez interviene menos en la selección laboral y los conocimientos y modos de conducta tradicionalmente impartidos pierden espacio frente al "capital social" dominado por otros agentes pedagógicos no escolares: medios de comunicación, industria del entretenimiento, publicidad y consumo, moda, clubes elitistas, grupos de afinidades por estilos de vida y consumo, etc.
En 3er. lugar, la descentralización de la gestión burocrática unificada que se desplaza por las instancias regionales y locales, generó múltiples fuerzas y niveles de decisión que introducen desorientación, confusión y la ausencia de un comando y una dirección  de avance unificada. Esto se  agudiza por las presiones supranacionales (Banco Mundial, bloques regionales, UNESCO) y por la desvalorización social del docente. Debilitadas las autoridades, las normas de mérito son así soliviantadas y confusas sin agentes que las sostengan con continuidad y energía.
En 4to. lugar, la masificación de los niveles primario y medio redunda en una mayor tensión entre los modelos de conducta y expectativas de las clases populares y el modelo escolar establecido generando toda clase de conflicto. En muchas escuelas los alumnos de clases populares logran una suerte de poder de veto sobre las normas escolares y, sobre todo, para evitar un fracaso escolar generalizado, se relajan completamente las normas de exigencia y evaluación.
En 5to. lugar las clases altas y medio altas incrementan su capacidad de influencia directa sobre instituciones y decisiones educativas de los directivos y docentes, avasallando también criterios meritocráticos ("colonización" de la escuela, "parentocracia").

Economía y Educación en la Argentina. La desocupación,  los cambios en la estructura social y sus relaciones con la educación.

Como es sabido, la crisis de la “matriz estadocéntrica” y del capitalismo protegido de mediados de los ’70 (el llamado “rodrigazo” de junio de 1975, fue el preaviso) fue llevando hacia fines de los ’80 a dos procesos vinculados: la hiperinflación y el endeudamiento externo. Hasta ese momento, la economía argentina se caracterizaba por un mercado de trabajo algo estancado pero con bajas tasas de desocupación (4-5%) que era capaz de absorber incluso un módico flujo de  inmigración de países limítrofes. Luego de etapas expansivas y oscilantes durante los 60 en materia de salarios, con las políticas neoliberales ensayadas por la dictadura militar, el salario real sufre una severa contracción, abriendo un tendencia que no se revertiría con el retorno de la democracia en 1983. Especialmente afectados resultaban los trabajadores industriales afectados además por un proceso profundo de cierre de fábricas y precarización del trabajo, pero también amplios sectores del empleo público como los docentes y los trabajadores de la salud, empleados de las otrora poderosas empresas de servicios públicos (ENTEL, YPF, Gas del Estado, O.Sanitarias, etc.).

La combinación de caídas de salarios con alta inflación dio por tierra hacia fines de los ’80 con la visión de una fuerte clase media en la argentina asociada, durante muchas décadas, en el imaginario colectivo con la movilidad social ascendente, introduciendo en el vocabulario sociológico - en cierta medida vulgarizado por los medios de comunicación -  una nueva categoría social: “los nuevos pobres” para diferenciarlos de los pobres estructurales. La nueva pobreza aludía a una situación ciertamente atípica desde el punto de vista conceptual, pero que las estadísticas de la Encuesta de Hogares del INDEC venían mostrando cada vez más frecuente: se refería a aquellas personas que teniendo un patrimonio, un estilo de vida y unas calificaciones educativas medias o altas, carecían de ingresos monetarios suficientes para superar la llamada línea de pobreza (es decir, el gasto social del consumo mínimo en todos los rubros para una familia tipo de un matrimonio con dos hijos uno en la escuela primaria, y otro en la secundaria). Así, el nuevo pobre era alguien que habiendo obtenido por sí o por herencia un cierto patrimonio (casa, auto, electrodomésticos, etc.), un cierto capital educativo y simbólico (nivel educativo, capacitación profesional, cultural general)  y un cierto capital social (redes de amigos, grupos de pertenencia, clubes, etc.) no lograba obtener ingresos reales para afrontar los gastos corrientes de un estándar de vida mínimo. El motivo más frecuente de esta situación de inconsistencia entre capital social familiar acumulado e ingresos reales familiares era la pérdida de la estabilidad en el empleo, y/o la degradación  de los salarios de los jefes de hogar, producto de la inflación y las crisis recesivas.

Así, los aumentos de la pobreza provenían tanto por la ampliación de la pobreza estructural (los pobres por ingresos cuyo capital social acumulado también es pobre) como de la movilidad social descendente de varios segmentos de los estratos medios.
En la década del ’90, las políticas neoliberales al principio exitosas en términos de estabilidad de precios y salarios, no tardaron en agudizar los problemas del empleo. La desocupación aumentó mucho a partir de 1993 cuando trepa al 9% y se hace francamente endémica y poco manejable con la recesión que siguió a la crisis del “efecto Tequila” en 1995, superando entonces el 18%. En la fase inicial exitosa del Plan de Convertibilidad (1991-1994) la pérdida de puestos de trabajo  por la llamada “reconversión industrial” y sobre todo por el achicamiento del estado y las privatizaciones, fue compensado por la expansión del sector de comercio, finanzas y servicios. Pero cuando la crisis se generalizó  terminó alcanzando a casi todas las ramas y sectores de la economía.

Ahora bien, ¿cuál fue el comportamiento de la población en materia educativa?: lejos de desanimarse por el desempleo, la precariedad laboral y los bajos salarios, el esfuerzo educativo de la población se reforzó: tanto los niveles medios, pero sobre todo la educación superior y universitaria gozaron de un espectacular proceso de expansión. Como aparece detallado en mi texto, las cantidades de ingresantes, cursantes y egresados, en la década del ’90 tienen un importante incremento que excede el crecimiento vegetativo de la población.

Es interesante entonces el contraste con lo ocurrido en las décadas del 50 y el 60 donde también se desarrollaron fuertes tendencias al aumento de los niveles de instrucción formal de la población. Mientras que en aquellos momentos la obtención de capital educativo se relacionaba con un mercado de trabajo expansivo y mejores oportunidades de inserción laboral y salarios (“efecto escalera” de ascenso social) ahora, en los ’90 el aumento del capital educativo se vinculaba a evitar la pérdida de posiciones o un empeoramiento de la situación sociocupacional (el “efecto paracaídas” que menciona Filmus).

La estructura social y ocupacional que dejaban las políticas neoliberales no permitían aprovechar el enorme impulso educativo de la población: no solamente se destruían empleos sino que tendían a destrurirse los más calificados. Así la tasa de desocupación de los niveles educativos superiores aunque más bajas que los niveles educativos inferiores, se deterioraba a un ritmo mucho mayor, lo que significaba que los principales damnificados en el mercado laboral bajo las nuevas condiciones eran los de mayores niveles educativos. En efecto, la apertura de la economía había ocasionado un proceso de importación de bienes de capital (equipamiento, maquinaria, insumos, repuestos) de alto valor agregado, que destruyó los puestos de trabajo locales de mayor nivel de calificación. El caso de los ingenieros industriales fue algo típico de aquel momento, ahora por suerte se está reviertiendo. Los sectores que más ganaban en los ’90, la exportación de materias primas, y de bienes industriales de bajo nivel de valor agregado (“comodities”) no generaban puestos de trabajo de alta calificación, por lo que la sobreabundancia de oferta de profesionales terminó elevando su tasa de desocupación a niveles insólitos (12 %) comparando internacionalmente. Ello ocasionó entre el 2000 y el 2002 la avalancha de jóvenes en los consulados de países europeos y EEUU para emigrar.

Es especialmente pertinente para interpretar estas tendencias los fenómenos de sobreeducación (Carnoy) por los cuales no solamente hay población altamente calificada que no consigue empleo (subutilización absoluta de capital educativo) sino también que esta población consigue empleos de bajos niveles de complejidad de la tarea y en condiciones precarias (subutilización relativa del capital educativo).  Es decir, producto de la sobreabundancia de altos niveles educativos, los empleadores ocupan los escasos puestos de trabajo que se generan aumentando la selectividad sobre los postulantes sobre la base de criterios educativos que no están nada relacionados con la complejidad o nivel de calificación de las tareas del puesto de trabajo. Ello genera, el llamado “efecto fila” ya explicado en la clase anterior: los títulos más altos no sirven para conseguir empleos adecuados en términos de calificación profesional del puesto,  sino solo para aumentar las chances de acceder a empleos no calificados o poco calificados, en condiciones precarias y con bajos niveles de ingresos.

En estas condiciones se genera un círculo vicioso autodestructivo: la desesperación por evitar perder posiciones en el mercado laboral lleva a la gente a aumentar su esfuerzo en obtener capital educativo, lo que lleva a aumentar el nivel de selectividad del mercado laboral, lo que aumenta de nuevo la propensión a incrementar el nivel educativo. Por supuesto, finalmente aquellos que no pueden sostener el esfuerzo de inversión en aumento del capital educativo (los más pobres) son los grandes perdedores de esta espiral autodestructiva, puesto que son desplazados del mercado de trabajo por los más educados, aún cuando los puestos de trabajo no exijan elevados niveles de calificación y educación.

Con el crecimiento de la economía desde fines del 2002 y el cambio de políticas económicas, el incremento de la protección sobre la producción local, el aumento del gasto público y la inversión pública, se han mejorado ostensiblemente los niveles de empleo. Justamente los primeros beneficiados en la expansión del empleo y creación de nuevos puestos de trabajo son los más calificados. Por lo que la tasa de desocupación del nivel de educación superior y universitaria descendió abruptamente al mismo tiempo que mejoraron los ingresos y salarios.

Sin embargo, hay que advertir que estas tendencias positivas tienen bases ciertamente endebles o al menos transitorias: el alto precio de las materias primas exportables (soja y petróleo) que posibilitan un elevado superávit fiscal y bajas tasas de interés internacionales que desestimulan la fuga de capitales y atraen la inversión. Hay que recordar, que el desarrollo industrial  y por tanto el impulso de base para la expansión del empleo, históricamente en la Argentina consume y no produce divisas (U$$) y por tanto depende en gran medida de la buena situación de los mercados internacionales para nuestros productos. Por ello se ha llamado a nuestro proceso de industrialización como “dependiente” tanto del financiamiento externo que requiere como de la tecnología que mayoritariamente utiliza.

TRABAJO PRACTICO (elija 1) (colgar antes d lunes 27/5)

1) Piense en la trayectoria ocupacional y educativa de su familia: hermanos, padres y abuelos. ¿cómo entender las inversiones educativas que fueron realizando y cuáles fueron sus resultados en términos de retornos?
2) ¿Piense o pregunte a sus amigos o parientes cercanos profesionales universitarios cómo influyó la crisis económica del año 2001 en sus empleos e ingresos?  

martes, 7 de mayo de 2019

Texto de apoyo y Trabajo Práctico

Premisas para pensar la educación desde la tradición freiriana

Las teorías reproductivistas y funcionalistas coincidían en desahuciar la educación como instancia de transformación social. Para la primera porque no concebía salida alguna al dispositivo de hierro de la violencia simbólica y al principio de correspondencia con la acumulación capitalista y la división clasista del trabajo. Para la segunda simplemente porque la educación debía mejorar el orden social existente para fortalecerlo. La educación quedaba ajena al debate de los ’70 sobre la revolución, el socialismo y el cambio social. De esta forma la educación debía ser “liberada desde afuera” por los movimientos revolucionarios.

La excepcional contribución del pensamiento de Paulo Freire, derivada de sus experiencias como educador de adultos y educador popular,  abrió todo un terreno de nuevas perspectivas para pensar la educación como práctica liberadora inscripta en un proceso de emancipación colectiva.

Freire rompe de manera radical con la idea pedagógica clásica de la relación entre alguien que sabe con alguien que no sabe (o como diría Bourdieu, que ni siquiera “sabe que no sabe”). Freire denuncia a este postulado clásico como el punto de partida de la educación bancaria y de la “pedagogía del oprimido”. Pero no toda pedagogía parte necesariamente de la opresión. Dice Freire que la lógica de la opresión fija al oprimido a una posición de objeto pasivo, inanimado (falto de alma propia), puro producto del opresor quien dispone de él negándole toda libertad y conocimiento. El oprimido se objetifica, se convierte en una cosa a la espera que el opresor le de un ser o un propósito. El oprimido es lo que el opresor dice que es (recordar las teorías del etiquetado que resuenan en esta frase). La opresión consiste fundamentalmente en aceptar ser lo que el opresor dice que es, y aspirar a ser como el opresor alguna vez. 

El dispositivo perverso del opresor supone que es éste quien siempre tiene las soluciones a los problemas del oprimido, a tal punto que en un extremo es el opresor quien se presenta como liberador del oprimido. 

Freire se va a proponer pensar una pedagogía elaborada con el oprimido y no para el oprimido, evitando reproducir la lógica de la pedagogía opresiva. En Freire el encuentro verdaderamente educativo se restituye como un encuentro social entre hombres y mujeres a los que se reconocen saberes, sentimientos y pensamientos propios.

Pero justamente, el trabajo de la opresión había sido enajenar, separar al oprimido de su propio ser, por lo que el trabajo pedagógico necesariamente parte de un reencuentro con las propias potencialidades. El opresor niega toda capacidad auténticamente propia en el oprimido y trata de privarlo de toda autoestima y de toda confianza en sí mismo, además de convencerlo en la omnipotencia omnisapiente del opresor.

Así la pedagogía freiriana busca reintroducir la educación como forma de emergencia de un sujeto con propias capacidades, como forma necesaria de superación de la cosificación a la que nos somete la opresión. La conciencia de las propias necesidades, deseos y capacidades, la confianza en las propias fuerzas y la posibilidad de compartir deseos, confianza y capacidades es la base de la pedagogía liberadora.

Freire asume las dificultades amargas de este camino: el oprimido es dual, tiene al opresor dentro de sí como modelo, su manera de ser hombre es un renegar de sí y parecerse al opresor al cual, no pocas veces, se le asignan mágicamente poderes de invulnerabilidad. El fatalismo es una fuerza antipedagógica opresiva a la cual no hay que temer enfrentar con la esperanza y la fe. En esto Freire se inspira en el pensamiento de Mao Tse Tung  “gran timonel” de la Revolución China: el revolucionario debe tener paciencia,  confiar y tener fe en las masas;  debe estar atento a sus necesidades y deseos (y no a las necesidades y deseos propios); los revolucionarios aprenden de y con las masas, y ningún cambio se obtiene obligando a las masas a sostener algo que no quieren o sometiéndolas a un esfuerzo que no están convencidas de asumir.  No es en las ideas o en minorías intelectuales de donde surgen las fuerzas que impulsan los cambios, sino que siempre surgen y son creaciones de la actividad y la reflexión de las masas.

Freire modifica de manera ostensible el significado de “liberación”: solo puede ser concebida como producto propio. No hay liberación que no surja de la propia praxis que combina la reflexión y la acción compartida. “Nadie libera a nadie, nadie se libera solo, nos liberamos entre todos”. Esto significa que la liberación es un proceso,  una construcción colectiva, y no una receta intelectual o una imposición de los revolucionarios a unas masas inermes y eternamente confundidas.

De la misma manera, la educación se concibe como una praxis liberadora en donde la dialogicidad es un elemento central: si todos tienen un saber, educarse significa un compartir/elaborar saberes en común. En la educación liberadora no hay lugar para la arrogancia, ni la autosuficiencia. La humildad y la confianza son sus articuladores principales.

La metodología de educación popular en Freire parte de revalorizar el punto de vista de los sujetos acerca de sus condiciones de vida, incluso para el aprendizaje de la lectura y el cálculo. Las primeras palabras que escribían no eran las más fáciles “mamá, papá, oso”, etc. sino las más cargadas de sentido para sus vidas: tierra, agua, patrón, en el caso de los campesinos, por ejemplo.  La paciente problematización a través del diálogo, la recuperación de sus propios saberes, la contextualización de palabras, ideas y sentimientos, y las oportunidades a la reflexión colectiva que brindan los “temas generadores”, “las situaciones límites”, “los actos límites” y la exploración de “lo inédito viable” son  importantes pistas para los educadores críticos y transformadores de hoy. 

El texto de Ranciére - "El maestro ignorante" que quizás algunos de Uds. han visto en Filosofía de la educación- sobre los “experimentos” del profesor Jacotot buscan al igual que Freire un horizonte para prácticas pedagógicas “emancipadoras”. Esta suerte de absurda y genial pedagogía “a ciegas” comienza por afirmar que es posible aprender lo que ni el maestro y ni el alumno saben. La sorpresa se convierte en pánico cuando  incluso es posible enseñar lo que uno no sabe. Y el pánico se convierte en una lucidez oscura cuando se concluye que la mejor manera de enseñar es aprender.

Acicateado por una voluntad radical de reconocer e incluso de partir inevitablemente de la libertad y el pensamiento humano como fundamento de todo aprendizaje real, Jocotot encuentra que “solo se puede aprender algo si nadie nos lo enseña”. Situando la pedagogía en el prodigio de la mente humana autónoma basada en sus propias fuerzas, un padre analfabeto podría alfabetizar a sus hijos. O mejor dicho, confiando en sus propias potencias intelectivas padres e hijos podrían alfabetizarse.

En Jocotot aparece una suerte optimismo pedagógico salvaje y radical que deriva en una suerte de utopía autoconstructivista por la cual aprender en realidad es procurarse por sí mismo y para sí mismo un saber sobre el mundo. En cierta medida todo aprendizaje real, genuino está condenado a ser “creación”, es decir, a superar el estado de “trasmisión”.

Habla Freire: Sin un poco de locura no hay maestro que verdaderamente enseñe.
http://www.youtube.com/watch?v=zwri7pO8UHU

http://www.youtube.com/watch?v=5TJi1UW9Q2I


La pedagogía crítica y la teoría de la resistencia. Pensar la educación desde la transformación social  
  
Las ideas freireanas han dado fundamento a toda una nueva forma de ver y experimentar la educación. En los ‘70 y ‘80 en EEUU, particularmente un conjunto de intelectuales y pedagogos críticos de formación neomarxista han retomado sus ideas dándole nuevos bríos a la concepción de la educación como práctica transformadora. Incorporaban diversos elementos de los nuevos desarrollos del marxismo europeo, y de la llamada nueva sociología de la educación influenciada por el interaccionismo simbólico y la fenomenología. Fue particularmente fuerte la influencia de las  ideas de hegemonía introducidas por Antonio Gramsci,  y la de alienación proveniente de la llamada Escuela de Frankfurt, en la cual los marxistas alemanes (Adorno, Horkheimer, Marcuse) habían profundizado hasta qué punto el capitalismo moldea la cultura y la subjetividad, hasta qué punto la alienación de la conciencia y la propagación del consentimiento y el sometimiento penetran en la vida social e individual en el capitalismo avanzado, y hasta qué punto las fuerzas de transformación anidan en el deseo y las necesidades reprimidas. Frente a estos planteos algo fatalistas surge con fuerza una renovada confianza en la potencia emancipadora de los sujetos y su liberación a través de las prácticas educativas.

En Henry Giroux  vemos la emergencia de una teoría de la resistencia que complejiza de manera productiva tanto los aportes de  los neomarxistas alemanes como de la pedagogía freireana.  Giroux parte de la idea de “agenciamiento” o capacidad de intervención humana: la dominación nunca es una simple imposición externa sobre los sujetos, sino un proceso complejo que lo involucra internamente, por lo cual el poder siempre cuenta con un cierto grado de “complicidad” subjetiva o aceptación activa. Pero esta noción crítica de agenciamiento implica también que los sujetos siempre se resisten,  rechazan o intentan sustraerse en algún punto al poder. De manera semejante, toda forma de dominación presupone alguna resistencia. Poder y resistencia son términos entonces correlativos. Estudiar al poder sin las formas de resistencia es en vano. Justamente el poder reside en sobreponerse a las resistencias. Estudiar las resistencias en abstracto como acciones heroicas de oposición, sin asociarlas a las formas del poder y las contradicciones del mismo que las permiten o fomentan, también es hacer caer en un fetichismo individualista del “hombre” contra el “sistema”. Poder y resistencia deben abordarse en su dinamismo: sus contradicciones y sus complementariedades.

Todos los sujetos son agentes: pueden mediatizar, experimentar e interpretar las propias condiciones de su explotación y dominación. No necesariamente aceptan o creen en las interpretaciones y significaciones impuestas por el poder. Por ello, el mundo simbólico y cultural del oprimido brinda importantes elementos sobre los que cimentar las prácticas pedagógicas críticas y emancipadoras. Es en las tradiciones, estilos, lenguajes, creencias, necesidades y deseos  de los oprimidos que encontramos las “materias primas” de la acción pedagógica alternativa.

Además para estas teorías, el capitalismo lejos de ser un sistema monolítico de acumulación y dominación, está carcomido por contradicciones e incongruencias. El carácter social de la producción se da de patadas con la apropiación privada, la ciudadanía democrática y el mercado de consumo nos colocan como libres, pero las burocracias y la empresa nos someten a una disciplina estricta, la escuela profesa un igualitarismo en el discurso, pero internamente está estructurada sobre la base de una autoridad pedagógica rígida y una meritocracia que reproduce las diferencias sociales, etc. 

En los intersticios de estos desacoples y grietas se desarrolla el agenciamiento de los sujetos y sus formas de resistencia al tiempo que sobre ellos se ejerce el poder.
Las formas de resistencia nunca se dan de manera obvia y pura, sino como rastros, indicios, significados subyacentes y velados. La educación se desenvuelve ante ellos como un intento de reprimirlos, destruirlos, desarticularlos o adaptarlos y asimilarlos al orden social y cultural, o como un intento liberador de precisarlos, desarrollarlos y expandirlos individual y colectivamente, extrayendo de ellos sus sentidos cuestionadores y contrahegemónicos.

La gran pregunta de toda pedagogía liberadora es ¿cómo se desarrolla colectivamente una cultura de oposición?. Esto implica una suerte de “lucha por el significado” de situaciones, normas, conocimientos, saberes, deseos y necesidades, etc.

El texto de Giroux y Simon “Pedagogía crítica y políticas de cultura popular” es preciso al mostrar la enseñanza como terreno de lucha entre formas particulares de vida que llevan el riesgo de privilegiar la corrección ideológico-política (la forma de vida "correcta", "liberadora") frente a las manifestaciones de la cultura popular en el comportamiento machista, violento, homofóbico, racista, etc. de los propios estudiantes. Frente a esto uno puede estar políticamente correcto pero pedagógicamente errado. Por ello uno de los principales problemas a enfrentar son las dificultades en la apropiación de la cultura popular en la pedagogía crítica. Para ello los autores formulan dos suertes de advertencias claves: en principio, hay una necesidad inevitable de contemplar las formas de producción de significado y como producen conocimiento en el marco de la experiencia estudiantil y juvenil. Acercarse a los saberes y la vida cotidiana es una exigencia elemental. Solo si se está dispuesto a tomar seriamente a los dominados se puede construir hegemonía. Por otro lado, debe evitarse que el desborde del discurso  pedagógico anule o deslegitime las formas de significación asociadas al deseo y al placer. No debe primar privilegio discursivo o ideológico. Uno de los elementos críticos para trabajar pedagógicamente con la cultura popular es el omnipresente del “disfrute de lo incorrecto” asociado a la corporalidad. El problema del deseo es más importante que el problema del significado. El placer es un tema "político" del sujeto libre al que la pedagogía intenta neutralizar con la búsqueda del “consentimiento del cuerpo”.  

Al igual que Freire,  la teoría de la resistencia no obvia la complejidad de todo acto de resistencia, ya que el poder no desaparece de él: nunca es un acto puro, redentor,  siempre supone alguna relación de acomodación o de reproducción del poder. Por ello la reflexión sobre la acción y el trabajo colectivo y dialógico son imprescindibles. Muchas acciones de oposición o sabotaje contra la escuela o los docentes, quizás signifiquen resistencias muy fuertes en un nivel pero a costa de reproducir nuevas relaciones de dominación en otro nivel (el caso estudiado por Willis de la banda de los “socios” en un secundario que hacían la vida imposible a los profesores y rechazaban las hipocresías de la cultura escolar pero reproducían su lugar de subordinados por su valoración del trabajo manual contra el intelectual considerado afeminado, los consumos comerciales,  machismo y  racismo, etc.). 

Entre poder y resistencia se extiende una compleja dialéctica: tanto la resistencia trata de burlar al poder como el poder trata de anular o asimilar y adaptar la resistencia.  
Por ello, la pedagogía liberadora debe estar atenta al desarrollo teórico y práctico de formas colectivas de oposición y cuestionamiento no solo a los ordenes educativos inmediatos (la clase escolar, la institución, la burocracia administrativa estatal, etc.) sino también a los parámetros del orden social en su conjunto (la propiedad y la distribución de la riqueza, el poder y el conocimiento, las relaciones entre sexos, generaciones y razas, relaciones entre naciones, guerras, etc.). La pedagogía emancipatoria entendida como una forma de liberar el potencial de sensibilidad, imaginación y razón a nivel tanto subjetivo como objetivo,  necesariamente es político-práctica y colectiva, no puede ser reducida a discurso ni tampoco a un refinamiento ideológico o intelectual puramente individual. 

El papel del maestro en esta corriente del pensamiento sobre la educación está muy bien desarrollado por Aronowitz y Giroux: el docente ha estado sometido a un proceso de proletarización, despojándolo progresivamente de su autonomía y capacidad de acción propia y relegándolo a mero brazo “ejecutor” de una burocracia de expertos, en un intento de anular toda potencialidad emancipadora del trabajo docente.

La pedagogía crítica busca restituir la capacidad de elaborar reflexión y experiencia propia por parte del maestro: capacidad de contextualizar, reinterpretar, criticar y oponerse a contenidos y prácticas. Esto lleva a la noción del docente como “intelectual transformador” que intenta acoplarse a las fuerzas colectivas de la emancipación tanto dentro como fuera del sistema educativo, canalizando las formas de resistencia y siendo capaz de inscribir en ellas su práctica individual. 

Otro importante exponente de esta corriente de pedagogía crítica en EEUU, Peter Mc. Laren,  intenta actualizar la discusión poniendo en duda la capacidad de respuesta que ha tenido la pedagogía crítica y liberadora frente a los cambios del capitalismo contemporáneo.
El análisis de los cambios del capitalismo global en la sociedad de los ’90 van desde la agudización del desmantelamiento del bienestar social y la seguridad en el empleo, hasta la exacerbación de la pobreza, la especulación financiera, el control militar, económico y político de las grandes potencias sobre el resto,  y las formas de racismo,  machismo,  fragmentación social, etc. Sin olvidar el peso de las nuevas tecnologías de la comunicación sobre la cultura de masas y el amenazante control capitalista de fuerzas naturales como la nanotecnología o la ingeniería genética, y la mercantilización, burocratización y vaciamiento de la educación para adaptarla a los nuevos paradigmas productivos de las empresas. El capitalismo global ha devenido un poder  totalizante que penetra en todos los rincones de la vida social y privada como una realidad naturalizada. Señala que el capitalismo global supone un cambio profundo de los dispositivos de subjetivación, identificación y agrupación o producción de  sentidos sociales de pertenencia: el individualismo consumista y la fragmentación desdibujan la clase social como núcleo subjetivante desde donde constituirse en sujeto social. Mc. Laren encuentra que ante esta realidad, la pedagogía crítica se ha extraviado en los rompecabezas del posmodernismo, abandonando la lucha anticapitalista y el cuestionamiento radical al orden social dominante. Se ha adaptado y domesticado a la hegemonía del multiculturalismo limitándose a  defender las banderas de la identidad y la diversidad que en última instancia terminan siendo funcionales a los procesos de individualización y fragmentación, que dividen e impiden el desarrollo de poderes sociales alternativos con capacidad política de cuestionamiento.
Además la pedagogía crítica ha caído en una actitud abstracta academicista recluida en la crítica deconstructiva del discurso y los textos, aislada de los movimientos  sociales y de las luchas de las clases oprimidas en el resto del mundo. En este sentido, la pedagogía crítica muestra signos de impotencia, e incapacidad política  para convocar a la transformación de las prácticas y la experiencia cotidianas.

ACTIVIDAD COMPLEMENTARIA

Entrevista a otro discípulo de Freire, Peter McLaren en Venezuela.



TRABAJO PRACTICO - Lea los textos de Freire,  de Giroux y Simon, y de Giroux y Aronowitz y  elija dos de las primeras tres consignas. Lleve las respuestas a la clase presencial del martes 14/5. 

1) Piense y cuente brevemente una situación o "acto límite" que haya vivido en una institución educativa.

2) Haga el intento de describir algún caso de resistencia u oposición (no necesariamente deben ser estudiantes, pueden ser docentes, incluso padres o directivos) en la escuela en el que estén involucrados el afecto, o "el disfrute de lo incorrecto" propio de la cultura popular.  

3)  Haga el intento de presentar un problema cotidiano en la escuela e imaginar  cómo lo enfocaría un maestro –intelectual transformador.

4) Identifique los 4 conceptos principales de los textos de Freire, Giroux y Simon, y Aronowitz y Giroux.  

viernes, 3 de mayo de 2019

Texto de Apoyo y Trabajo Práctico Unidad 3 Parte A

La sociología interaccionista de la educación

Los enfoques interaccionistas y "subjetivistas"  son parte de las contribuciones a la “nueva sociología de la educación” que se opone a los planteos clásicos de los fundadores de la sociología de la educación como Durkheim, Parsons o Bourdieu.

Una de las características más destacadas de los desarrollos teóricos desde fines de los años ‘70 es el cuestionamiento a algunos presupuestos de las teorías clásicas que hemos visto en las clases anteriores. Las formulaciones tanto “funcionalistas” de la sociología dominante o “reproductivistas” de la sociología crítica habían optado por objetivar completamente los fenómenos educativos excluyendo del interés conceptual las orientaciones y el mundo simbólico de los sujetos y las prácticas educativas. Las explicaciones unitarias basadas en leyes generales del “sistema social”, de los procesos de “modernización”, o del capitalismo y la reproducción de clases sociales, dejaban un pobre papel a los individuos/personas/sujetos concretos protagonistas de esos procesos “macro”.

En este sentido lato, las explicaciones clásicas eran de corte enteramente “estructuralista”, aludiendo a realidades profundas, invisibles y fuera del alcance de la voluntad de los sujetos, que explicaban los fenómenos educativos. El enfoque estructuralista parte de la supremacía explicativa de las relaciones o del orden de un sistema de elementos por sobre los elementos o miembros del sistema mismo: lo que cada elemento del sistema es se encuentra determinado por el orden, las reglas vigentes en el mismo. De esta manera los sujetos educativos no tenían papel alguno para jugar en estas construcciones teóricas, además de que las consecuencias políticas de estas teorías eran generalmente “fatalistas” o “conservadoras”: los sujetos debían esperar las dinámicas mismas y contradicciones de las estructuras para transformar algo.

La crisis del marxismo junto con las influencias de nuevos paradigmas teóricos y metodologías de investigación llevó a novedosos desarrollos y notables hallazgos mediante nuevas formas de abordaje del hecho educativo. Los precursores de los puntos de vista “subjetivistas” que rehabilitan el interés por los sujetos concretos, sus creencias y sus prácticas los podemos ver tempranamente en los ’30 en la llamada Escuela de Chicago (en EEUU) que abordaba “los mundos” de los migrantes, los ladrones, las pandillas, y otras “subculturas” desviadas mediante el recurso de la exploración del llamado “punto de vista del actor”. Inversamente a los estructuralistas que construían una realidad desde la ciencia y el investigador, aquellos lo hacían desde las creencias, percepciones, motivaciones, sentimientos y formas simbólicas de los mismos sujetos en su interacción. De allí el apotegma central de toda la sociología “interaccionista” intersubjetiva: “Si el actor cree que algo es real, no tardará en convertirse en real por por sus consecuencias" (los efectos prácticos de la creencia). El punto de vista del actor no tiene solo un valor testimonial y “psicológico” sino tiene un valor sociológico porque el sujeto se orienta y se comporta realmente tomando en cuenta sus creencias y percepciones de la situación. El ejemplo típico de este principio de la sociología interaccionista es un tema -hoy de máxima actualidad- la quiebra bancaria: si los ahorristas creen que el banco quiebra (no interesa si justificadamente o no) todos irán a retirar sus depósitos y el banco finalmente quebrará. Otros ejemplos tienen relación con la agresión: si creo que alguien está contra mí y quiere perjudicarme, voy a estar predispuesto a aprovechar cualquier circunstancia para anticiparlo o incluso voy a tener comportamientos de rechazo hacia esa persona, lo que seguramente generará como respuesta un posible comportamiento de rechazo hacia mí, confirmando mi creencia.

Sobre el peso de las expectativas del profesor y el grado de influencia que tiene sobre los chicos ver el famoso experimento de "ojos azules vs. ojos marrones" la Srta. Elliot. Experimento Ojos azules contra ojos marrones

Otro de los aportes de la sociología intersubjetivista es el de George H. Mead según el cuál los sujetos se relacionan entre sí sobre la base de su destreza para “ponerse en el lugar del otro” aprovechando e interpretando un mundo simbólico compartido en la vida social. Mediante estos significados compartidos podemos determinar o captar el sentido del comportamiento del otro y dotar de sentido al nuestro. Mead en su notable trabajo “Espíritu, persona y sociedad” explica cómo en el proceso de socialización un escalón decisivo se da cuando el niño accede a la comprensión de su desdoblamiento como sujeto: por un lado su Yo (I, en inglés) como fuente de conciencia y actos propios, por otro lado el yo (me, en inglés) que es el lugar respecto a otros o “lo que esperan los demás de mí”. Mead sostiene que el niño llega a ser capaz de autopercibirse como “un otro de un otro” y así poder construir sentido en sus interacciones con los demás.

El uso de los desdoblamientos en la sociología interaccionista es recurrente. Un mismo hecho puede ser tomado en tres perspectivas por el mismo sujeto que interviene en ellos:

Qué creo de la situación,
Qué creo que los demás creen de la situación,
Qué creo que los demás creen que yo creo de la situación.

Toda perspectiva tiene sus propias metaperspectivas y nuestras acciones se ciñen tanto a nuestras propias creencias como a las creencias que les asignamos a los demás. Sobre estos grandes principios, los sociólogos interaccionistas simbólicos nos han aportado notables indagaciones sobre las instituciones hospitalarias, psiquiátricas, prisiones, y escuelas. Fundamentalmente Howard Becker, y Erwin Goffman, pero también Waller, Thomas, Jakobson, Blumer y Woods nos han mostrado innúmeros aspectos desconocidos de la conducta y la interacción humana si somos capaces de utilizar una “metodología de la extrañeza”, del no dejarse arrastrar por la naturalidad de las situaciones, de suspender toda presuposición, y atender exclusivamente en los puntos de vista de los actores. Para ello es indispensable un contacto e incluso la “inmersión” del investigador en la vida de los sujetos y sus circunstancias, es preciso tomar y no abandonar las propias categorías que los sujetos utilizan, sus propias perspectivas, y además es preciso ser capaces de prescindir de toda presuposición teórica anterior, permaneciendo en una posición completamente “ingenua” durante todo el tiempo que sea necesario, sin dar por comprendido de entrada nada.

Al igual que las creencias, las expectativas también vienen en formato tridimensional para el interaccionismo simbólico:

Lo que espero de los demás
Lo que los demás esperan de mi
Lo que espero que los demás esperen de mi

En mi texto se hace un repaso de las principales contribuciones de estas corrientes en materia de investigación socioeducativa. El “efecto halo”, la “profecía autocumplida”, el famoso “efecto Pigmallion” y la teoría del etiquetado muestran hasta qué punto las expectativas y creencias del docente influyen en el comportamiento y el rendimiento del alumno. Asimismo, vemos que el aula es un mundo donde este ajuste recíproco de expectativas entre docente y alumnos puede dar lugar a diversos resultados: congruencia, contradicción, seudoconcordancia (consenso, compromiso, imposición o cotraimposición). Estos enfoques son particularmente efectivos a la hora de analizar las conductas atípicas o “no esperadas”: la desobediencia de los alumnos y sus formas son vistas como una suerte de juegos o manipulación de expectativas entre docentes y alumnos.

Los conceptos de Rist de desviación primaria y secundaria, y de “resistencia” al etiquetado son todavía hoy de uso corriente en la investigación socioeducativa. Es importante destacar que la desviación primaria no genera por sí condiciones de etiquetado en tanto los infractores son considerados como “travesuras”, “errores involuntarios”, “daños ocasionales”, etc. En cambio la desviación secundaria asigna el carácter identitario de “antisocial” y el estigma hace que se lo pueda sancionar incluso cuando no necesariamente tenga responsabilidad en una infracción completa. Cuando el estigma produce sanciones sociales, el infractor es víctima de la trampa de la profecía autocumplida: si lo tratan como infractor perpetuo, se convierte en infractor perpetuo. Incluso la autoconfirmación como desviado se hace por un motivo racional: si a alguien lo tratan mal porque esperan que haga cosas malas aunque no las haga, lo racional es intentar hacer las cosas malas aunque sea para al menos intentar sacar el beneficio posible de hacerlas, ya que el castigo o el estigma de cualquier manera ya está puesto. Ej: si a un chico varias veces lo para la policía y lo trata como delincuente, los vecinos lo denuncian por tomar cerveza en esquina y fumar porro, etc., después de un tiempo al chico “le conviene” racionalmente robar o hacer desmanes porque al menos el riesgo de castigo que corre se compensa por el beneficio de consumar el delito. La asunción como desviado secundario, de un estigma, completa el proceso de etiquetado. Siempre hay que recordar que el estigma es un poderoso inductor de desviación, de forma similar a cómo Freud había detectado que la prohibición es un poderoso inductor del deseo.

Para ver que muchos de los hallazgos producidos por estos enfoques pueden servir para modificar prácticas y mejorar el desempeño docente puede verse este texto mío en donde se proponen nuevos patrones de interacción y de regulación disciplinaria ante grupos indisciplinados de escuelas de chicos marginadxs. https://drive.google.com/file/d/1rJaxxfymGl3NV8Fu0DAJedAY-ptALVds/view?usp=sharing

Ojalá quieran hacerme comentarios al respecto y en la biblioteca hay un libro mío que se llama "Sociología del Disciplinamiento escolar" que también pueden consultar si les interesa.

En el texto de Dubet y Martuccelli  aparecen otras cuestiones importantes de la vida social intraescolar: la duplicidad de las identificaciones como "niño" y como "alumno", la "obsesión normativa" del  maestro, la aparición del sentimiento de vergüenza producto de que en la escuela se impone "el ser para otros" (cumplir expectativas, hacer cosas para satisfacerlas), la exigencia de "transparencia" del alumno ante la mirada del maestro, el uso de los pronombres: Yo, fuera de la clase, pero dentro de la clase "Uno", el temor del alumno al encuentro de padres y maestros ya que "queda desnudo" ante ellos, las dos grandes experiencias de subjetivación infantil escolar: la burla de los compañeros y la "injusticia" del maestro para con él. El papel de los "malos" alumnos que desafían al maestro juega en la subjetividad del grupo: salvan al grupo de los "buenos" alumnos de la omnipotencia del maestro. También aparecen cuestiones como el papel del "amor", "la amistad", el secreto y el chisme.

Sobre el rol del maestro, el texto parte del cambio pedagógico fundamental del Siglo XX, se pasa de una estrategia de "presión para la interiorización normativa" que data del Siglo XVIII, a "la exposición" y la preocupación obsesiva por el "conocimiento del niño". El rol docente cambia y aparece la "contención", "el refuerzo recíproco entre afecto y saber", la adecuación de la enseñanza a la psicología y el pensamiento infantil, etc. Es interesante la observación que "el pasar al pizarrón" del alumno es también una prueba de intercambio de roles: convertirse en maestro. También son interesantes las cuestiones de la autoculpabilización ante el fracaso pedagógico, la relación con los padres y el "hastío" frente al ruido y el bullicio en la clase. La trivialización de la psicología "para sacarse de encima" la responsabilidad ante el fracaso.

La conclusión es inquietante: la forma escolar moderna intenta acomodar la definición moderna de la infancia con el maestro de grado tradicional.

TRABAJO PRACTICO (colgar antes del viernes 10/5) Lea los textos de Gomez y Rist (el de Dubet y Martuccelli es optativo) y conteste brevemente estos dos puntos.

1) Vea el video. Humorada sobre la pérdida de autoridad de los docentes


Más allá de lo gracioso ¿Hay pérdida de autoridad de los docentes? ¿Qué pude aportar el enfoque interaccionista?.

2) Piense en su tema de trabajo final: ¿en qué pueden servir al los conceptos de Rist de etiquetado,
de desviación primaria y secundaria y de respuesta ratificadora  y/o resistente al “etiquetado”?

3) Como siempre identifique los 4 conceptos fundamentales de Gomez y de Rist

DEVOLUCION TP UNIDAD 2 PARTE B



En términos generales veo claroscuros y dificultades en el uso de las herramientas conceptuales del reproductivismo de Bourdieu.
Camila y María  claramente tienen un tema común en la cuestión de género y la ESI. La consigna de los sectores anti educación sexual “con mis hijos no te metas”  es interpretada como  “la familia creo el habitus de dejar en sus manos el impartir educación sexual a sus miembros”  Falta especificar más qué habitus es y qué reproduce del orden social.
Nancy propone la discriminación de Género en las prácticas escolares cotidianas y propone el “Buenas tardes CHICOS”, las filas y rincones separados en recreos, que son ejemplos adecuados. Ahora viene la pregunta complicada: ¿a dónde se puede pensar que se transfiere este habitus en contextos no escolares?. Ni siquiera en la misa se separa a mujeres y hombres. En algunas facultades ya hay baños Unisex, en la Universidad de La Plata me llevé un susto con eso porque no sabía. Para pensar si no se trata de alodoxia o un anacronismo escolar. 
Erica  y Luciana pretenden abordar temas que relacionan  educación con posición social, movilidad social, reconocimiento, etc.  Pero faltó proponer un habitus en Erica y en Luciana el “Mostrar la certificación formal de alguna profesión como el alcance de éxito” es muy difuso para analizarlo como habitus, habría que darle forma a esto.
Agustin en una línea próxima a la de Erica y Luciana, aborda las estrategias de capacitación y especialización docentes. La inculcación del modo de adquirir capital cultural (para luego reconvertirlo en capital económico). Es un gran tema y es sensacional el planteo sobre todo por cómo marca las diferentes estrategias en tanto responden a diferentes composiciones del capital cultural.
Hay una serie de temas propuestos que tienen un hilo conductor en el papel de socializador “político” de la escuela.
Francisco propone los medios de comunicación ante el desarrollo de la paritaria docente. El habitus de la construcción individualizada de sentido con la finalidad de imponer el rol docente alejado de la discusiones políticas y encerrándolos en las prácticas de enseñanza-aprendizaje. Está muy bien, es claro que los medios inculcan la descolectivización y despolitización de los intereses no solo en este tema del conflicto gremial docente sino en todos los temas donde aparece el antagonismo social. 
Eliana propone genéricamente la escuela como formadora de ciudadanos pero no veo la relación con la disposición de los pupitres que ofrece después cómo habitus.
Lorena propone la  enseñanza de la historia argentina pero luego viene lo del himno y el saludo a la bandera y los símbolos patrios. No está claro el habitus y qué reproduce del orden social.
Vero  propone las jerarquías que se hallan dentro de las instituciones, los rangos y escalafones  en una escuela privada. La inculcación la ve en que “siempre las decisiones las tomarán la minoría” y propone de ejemplo el uso de la palabra siendo el docente mediador que permite a los niños hablar sólo cuando se levante la mano, ejerciendo una violencia simbólica eligiendo arbitrariamente quién puede hablar, cuánto y de qué manera. Excelente esto, no lo había pensado. La relación que hay entre “voz” y “autoridad”. 
Por otro lado hay quienes proponen temas relacionando educación con políticas sociales.
Miriam propone el tema del cambio del Plan Progresar a Becas Progresar que establece que quienes aprueben todas las materias de su año y mantengan un promedio superior a 8 recibirán al año siguiente como “premio” un reconocimiento equivalente a 10 cuotas de la beca percibida  y que también premia a la opción por “carreras estratégicas”… el tema es excelente pero no está claro el análisis en términos de habitus  del “premio a la excelencia”. Habría que darle forma y preguntarse  ¿cómo o cuál podría ser el habitus que pretende inculcarse con el nuevo régimen? Está muy bien la observación que el nuevo régimen de becas reproduce las ventajas de chicos de clases medias.
Luis propone la obligatoriedad de escolarización en adultos titulares de programas sociales como “Hacemos Futuro” y observa dos aspectos interesantes: los docentes de media que trabajan con adultos del mismo modo que con sujetos en edad escolar, y el hecho de la escolarización “compulsiva” es decir el canje de un medio de subsistencia mínima por adquisición de crédito escolar que puede ser interpretado como “mercantilización” de la educación. Pero en este caso está “invertida”: en vez de pagar por educación, te pagan para que te eduques. Habría que preguntarse qué habitus se pordría llegar a inculcar con esto.
Por último hay dos propuestas de temas bastante genéricas como las de Daiana con deculturación de los pueblos indígenas y Romina de instituciones escolares con orientación religiosa. No se ven habitus concretos y son muy genéricos. Hay que tratar de especificar más y para eso hay que trabajar más la comprensión de los conceptos de Bourdieu.
Respecto de los CONCEPTOS claves seleccionados en varios casos se vuelve a repetir el defecto de seleccionar conceptos que no son específicos de los textos y autores.
Relaciones de fuerzas, disposiciones/esquemas, estructura de disposiciones, relaciones asimétricas, interacción de disciplinas, patrones socio-culturales, son genéricos y no específicos del texto de Lahire como pueden ser “adormecimiento”, “activación”, “mecanismo de compensación”.
Orden social, relaciones de fuerza, inculcación y perpetuación, clases dominantes y poder son genéricos respecto de Bourdieu que tiene conceptos específicos en “violencia simbólica” “habitus” “transferibilidad” “capital cultural”, etc. 
Ojo con este defecto porque demuestra un déficit de lectura o de comprensión de las ideas y conceptos principales de los textos.