martes, 23 de mayo de 2017

Texto de apoyo Unidad IV parte A

Las relaciones promiscuas entre economía y educación

Dentro de la investigación económica, el papel de la educación ha dado una especie de giro copernicano desde mediados de los años ’60. Hasta ese momento, la economía dominante  se mostraba relativamente indiferente ante los problemas educativos. La gran expansión educativa producto de las generaciones jóvenes en Europa y EEUU (baby boomers) que crecieron aceleradamente después de la II Guerra, era encarada con un enfoque predominante de gasto o costo presupuestario y fiscal. Así, las necesidades educativas eran tomadas como una variable demográfica y una necesidad cultural que se imponía a la economía desde fuera de la misma.  El problema se reducía entonces a cómo y quienes debían poner cuantos recursos para satisfacer estas novedosas demandas y necesidades.

Para algunos, era antieconómico financiar infinitamente las expectativas educativas crecientes de la población, para otros (en europa) era el Estado de Bienestar quien tenía que aumentar los recursos fiscales para proveer servicios educativos universales, y para los americanos eran los particulares los que debían enfrentar el grueso de la carga de estas expectativas.

De la mano de algunos investigadores que aplicaron los métodos de la economía neoclásica a principios de los ‘60, tratando la educación como un bien mercantilizado aparece por primera vez la idea del significado puramente económico de la formación educactiva de la población.

En vez de aceptarse como un gasto generado por  una necesidad fundamentalmente extraeconómica, los economistas americanos (fundamentalmente Schultz y luego el premio nobel Gary Becker) intentaron demostrar que lejos de constituir un gasto, el incremento de los niveles de capacidades educativas de la población era una “inversión” que tenía un importante recupero futuro y no un gasto o un costo. Estos planteos abandonan la radical distinción fundante de toda la teoría económica anterior a saber: que todo gasto puede ser por consumo o por inversión rígidamente separados. Mientras los bienes de consumo producen satisfacción de los hombres y sus necesidades y desaparecen con su uso,   los bienes de inversión (máquinas, equipos, tecnología) no producen satisfacción pero incrementan la capacidad o rendimiento productivo. La educación que antes aparecía siempre como un “consumo” que respondía a satisfacer necesidades y demandas de los hombres, ahora aparece también como “inversión” ya que incrementa las capacidades productivas,  la eficiencia de la economía, y junto con ellas mejora los rendimientos y los ingresos tanto individuales como del conjunto de la sociedad.

Para enfrentar tradiciones teóricas muy arraigadas apelaron a una denominación francamente (es un juicio personal) “espeluznante”: la teoría del “Capital Humano”. Para ellos, los gastos en todas aquellas cosas que aumenten la capacidad y el rendimiento productivo esperado de una persona o de una población deben ser tratados como “capital”.

Desde ya el Capital humano no se restringe a la educación, aunque en la divulgación y popularización de la teoría así haya quedado arraigado. La salud (que abarca hasta una alimentación adecuada), y los costos de movilidad de la fuerza de trabajo (facilidades de migración), la capacitación en el empleo, son considerados factores importantes de acumulación de capital humano. Según Schultz, que analizó diversos países de Europa y Asia en comparación con EEUU, el Capital humano constituye una variable explicativa muy importante del crecimiento económico. Tanto o más gravitante que la dotación de recursos naturales, o la inversión en capital físico. La educación es descripta como un capital que mezcla la posibilidad de aumentar la capacidad productiva con la satisfacción de necesidades culturales o simbólicas. El análisis de la experiencia del extraordinario crecimiento de los países llamados NICs (New Industrial Countries) en Asia (Malasia, Taiwan, Singapur, Corea del Sur, y otros) quienes realizaron extraordinarias inversiones en la infraestructura y en el crecimiento de los niveles educativos de la población, parecía reforzar la idea de que efectivamente la dotación de capital educativo era un vector importante para el desarrollo.

El primer problema de estas teorías en sus aplicaciones de política económica era ¿quién debe invertir en educación o más ampliamente en el capital humano?, ¿quién debe sufragar y correr los riesgos de sufragar los gastos de la inversión toda vez que sus rendimientos no son inmediatos sino de mediano y sobre todo largo plazo?. 

Es claro que en una sociedad de libremercado capitalista, el capital tiene que tener un rendimiento y el beneficiario de este rendimiento es quien afronta los gastos y riesgos de invertir en él. Sin embargo, estos economistas se encontraron con una brutal diferencia entre la inversión en una máquina o una patente tecnológica y en capacitar o formar a los empleados: mientras el rendimiento de la máquina estaba bajo su control, el rendimiento adicional de la persona quedaba bajo control de la persona, no podía ser apropiado. En efecto, a diferencia del capital físico que está sujeto a las leyes de la propiedad y el mercado, el capital humano y educativo es una propiedad intransferible del beneficiario: la capacitación que el capitalista paga puede ser aprovechada por otro capitalista que tiente al trabajador calificado a dejar la empresa que lo capacitó.  El capital humano en el mejor de los casos puede “alquilarse” pero nunca comprarse o venderse. Así, la primera consecuencia es que no va a haber inversión de los capitalistas en capital humano porque no hay seguridades sobre su control. Sólo los particulares interesados y los gobiernos que piensan no en una rentabilidad particular sino en un beneficio general pueden ser interesados en invertir en capital humano.

Así, como verán en el texto de Hammermesh y Rees, la inversión privada en capital educativo es la que realizan las mismas personas particulares. Esta inversión es de dos clases: por un lado y menos importante es la inversión en los costos directos de estudiar (matrículas, viáticos, apuntes, etc.). Está demostrado que los costos directos de estudiar no son determinantes en la decisión de terminar o no un nivel educativo.  Por otro lado y más importante es lo que dejan de percibir por estudiar en vez de trabajar por un salario. Este último componente de la inversión educativa individual se denomina “costo de oportunidad”.

La investigación económica y las estadísticas demuestran que esta inversión es rentable para los individuos: con las nuevas calificaciones y acreditaciones educativas obtenidas las diferencias de ingresos futuros son mayores y compensan de manera visible el gasto de inversión realizado tanto directo como el de “costo de oportunidad”. Así, las remuneraciones de los niveles educativos más altos son también más altas y los mayores títulos permiten acceder a los mejores empleos.

La inversión individual en educación tiene entonces una “tasa interna de retorno”, es decir, un beneficio que se obtiene merced a una inserción laboral y diferencias de ingresos atribuibles a los mayores niveles educativos obtenidos.

Como mencioné antes, también hay un interés colectivo en la inversión educativa. Los gobiernos son interesados en invertir en educación por lo que se llama el retorno o rendimiento social de la educación: aumenta la competitividad global de la economía, se atrae mayor inversión productiva, aumenta la integración social, se disminuyen la desigualdad, etc.

En la década del ’90 estas teorías conocieron una difusión extraordinaria hasta incorporarse al lenguaje político y cotidiano. Con el advenimiento y generalización de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, y la apertura de nuevos territorios científico tecnológicos (biotecnología, nuevos materiales, genética, etc.) la enfatización en la educación como fuerza fundamental del desarrollo resultaba irresistible. 

El “capital humano” es uno de los fetiches de la globalización. De la mano de la idea archidifundida de la “sociedad del conocimiento y los servicios”, que ubicaban el saber técnico y la capacidad de innovación como las fuerzas motrices novedosas del capitalismo global, la educación se convirtió en la “vedette” de la política económica. Había que incorporarse al mundo desarrollado, a la tecnología avanzada y explotar sus posibilidades merced una política agresiva de mejoramiento cuantitativo y cualitativo de la dotación de capital educativo de la población. Así todos los países se embarcaron en todo tipo de reformas que apuntaban a preservar y acrecentar el nivel del capital educativo de sus poblaciones. Como veremos más adelante en las últimas unidades, A. Latina y la Argentina no fueron la excepción.

Las críticas: el fin del mito

La teoría del capital humano está tan difundida hoy día que se ha convertido casi en el sentido común de casi todo el mundo. Nada hay más esperanzador que depositar en el esfuerzo individual y colectivo de mejora y desarrollo intelectual como medio de obtener bienestar material.

Sin embargo, muchos importantes investigadores descubrieron las falacias o serias limitaciones de esta teoría y sus fundamentos. Una de las primeras fue la llamada teoría del “credencialismo”  o la inflación de acreditaciones educativas desarrollada por R. Dore quien no tuvo prurito en bautizarla “la enfermedad del diploma”. El vertiginoso ritmo del cambio técnico y científico produce una permanente obsolescencia de las calificaciones educativas conseguidas en el pasado con su consiguiente devaluación y por tanto una predisposición permanente de la población a evitarla aumentando permanentemente su capital educativo alcanzando nuevas acreditaciones. El “credencialismo” implica la continua expansión de la demanda de educación y la continua devaluación de los títulos y acreditaciones anteriores, que limitan el retorno esperado de la inversión educativa. En la medida que se masifican las ofertas de trabajadores con altas calificaciones, aumenta la competencia entre ellos y se abaratan los salarios ofrecidos. La obtención de las diferencias salariales cada vez requieren mayores inversiones educativas por lo que solamente sectores más reducidos de la población pueden afrontarlas, generando una tendencia a monopolizar los mejores empleos.

Más importante fueron los descubrimientos de M. Blaug, respecto de la disparidad entre el rendimiento individual de la inversión educativa (mejores remuneraciones) y el rendimiento social (supuesta mayor productividad global). Blaug descubrió que es mentira que el incremento de capital educativo de una población genere aumentos en la productividad y competitividad social global de la misma. En efecto, en EEUU mismo el período de auge de los niveles educativos superiores coincidieron con fases de crecimiento débil o estancamiento en los indicadores de productividad y competitividad de la economía. Una vez más el provecho individual no supone provecho social. Blaug instaló como explicación la llamada teoría de las “señales”: no es que los empleadores esperen que incorporando personal más capacitado o educado aumenten su productividad y eficiencia productiva (cosa que tampoco es nítida aun en estudios de empresas) sino que simplemente utilizan los títulos alcanzados como signos de que el personal a incorporar posee determinadas características como “constancia en el esfuerzo”, “sometimiento a examenes”, “responsabilidad”, “capacidad de aprender”, etc. que no necesariamente se relacionan con un aumento efectivo de rendimiento en la tarea. Blaug investigó la cobertura de cargos gerenciales en algunas empresas y comprobó que efectivamente los títulos tienen poco que ver con el rendimiento efectivo en el trabajo, a pesar de lo cual las empresas los utilizan como criterio importante de decisión al incorporar personal. En este sentido, las conclusiones de Blaug son realmente pesimistas porque el crecimiento de las acreditaciones de la población lo único que hace es introducir índices de selectividad mayores favorables a quienes pudieron y tuvieron la  posibilidad de realizar mayores inversiones educativas, y ello sin beneficio tangible para el conjunto de la sociedad y del funcionamiento productivo de la economía.

Por último se encuentran las críticas de orientación marxista como la de M. Carnoy en el sentido de que la dinámica de acumulación de capital es contradictoria y produce resultados con crisis recurrentes que alcanzan a la valorización de las acreditaciones educativas.  En este esquema explicativo, las crisis cíclicas del capitalismo producen un sobreexceso de capital educativo y calificaciones disponibles en la población. Contrariamente a lo que se cree el capitalismo de libremercado está muy lejos de asignar de manera racional y óptima los recursos educativos disponibles sino que los subutiliza de manera recurrente.  Carnoy descubre el fenómeno de la “sobreeducación” en el sentido de que el capitalismo utiliza sistemáticamente menos calificaciones que las disponibles en el mercado.  Utilizando la terminología de otro economista, L. Thurow,  el fenómeno de la sobreeducación, da lugar a lo que denominó “efecto fila” para explicar las ventajas individuales de la acumulación de capital educativo: lejos de generar empleo o mejorar los ingresos de la población, el aumento individual de las acreditaciones educativas permite alterar el orden en la fila de desempleados: siempre van a aumentar la probabilidad de conseguir empleo pero no por la expectativa de aumentar el rendimiento productivo de la empresa sino simplemente porque ante la posibilidad de elegir, la empresa elige a aquellos que ofrecen mayor capital educativo aunque no vaya a ser utilizado en el proceso de trabajo mismo. Es decir, el “efecto fila” supone que la inversión educativa simplemente facilita la selección de personal de las empresas aún a costa de subutilizarla. El ejemplo más obvio es el de las estaciones de servicio o los servicios de delivery, mensajería, etc. que exigen secundario completo para despachar combustible o manejar una moto. También es muy común que empresas importantes exijan estudios universitarios para simples empleos administrativos descualificados. En ninguno de estos casos, el aumento de las calificaciones educativas implica mejoras en el rendimiento o productividad del trabajo.

Van Zanten introduce un tema que es constitutivo de la escuela del capitalismo democrático: la meritocracia, y cómo ha mutado la institución escolar en las últimas décadas al respecto. El mito del mérito requiere igualdad de oportunidades y neutralidad en la valoración de la utilidad social y las contribuciones de cada individuo al bien colectivo, cosa que nunca se ha cumplido históricamente pero sobre lo que la escuela mantiene su legitimidad. La escuela es presentada como administradora de méritos "neutral" y autónoma, ocultando su secreta servidumbre de las elites y las clases poderosas.

Pero esto pudo sostenerse firmemente mientras la sociedad de bienestar era exitosa en los gloriosos 30 años del capitalismo de posguerra. A lo largo de los años 80 y 90 la escuela cambió su impacto en la estructura ocupacional y el mercado de trabajo, mutó su organización interna y su inserción política, y trastocó la relación con las distintas clases y sectores sociales.
En 1er. lugar la inflación de títulos los desvaloriza y por tanto hay un desfase entre recompensa escolar y recompensa laboral y económica.
En 2do lugar, las empresas valoran contenidos y habilidades no escolarizables como actitudes, modales, estilos de vida que no se aprenden en las instituciones. La formación escolar cada vez interviene menos en la selección laboral y los conocimientos y modos de conducta tradicionalmente impartidos pierden espacio frente al "capital social" dominado por otros agentes pedagógicos no escolares: medios de comunicación, industria del entretenimiento, publicidad y consumo, moda, clubes elitistas, grupos de afinidades por estilos de vida y consumo, etc.
En 3er. lugar, la descentralización de la gestión burocrática unificada que se desplaza por las instancias regionales y locales, generó múltiples fuerzas y niveles de decisión que introducen desorientación, confusión y la ausencia de un comando y una dirección  de avance unificada. Esto se  agudiza por las presiones supranacionales (Banco Mundial, bloques regionales, UNESCO) y por la desvalorización social del docente. Debilitadas las autoridades, las normas de mérito son así soliviantadas y confusas sin agentes que las sostengan con continuidad y energía.
En 4to. lugar, la masificación de los niveles primario y medio redunda en una mayor tensión entre los modelos de conducta y expectativas de las clases populares y el modelo escolar establecido generando toda clase de conflicto. En muchas escuelas los alumnos de clases populares logran una suerte de poder de veto sobre las normas escolares y, sobre todo, para evitar un fracaso escolar generalizado, se relajan completamente las normas de exigencia y evaluación.
En 5to. lugar las clases altas y medio altas incrementan su capacidad de influencia directa sobre instituciones y decisiones educativas de los directivos y docentes, avasallando también criterios meritocráticos ("colonización" de la escuela, "parentocracia").

Economía y Educación en la Argentina. La desocupación,  los cambios en la estructura social y sus relaciones con la educación.

Como es sabido, la crisis de la “matriz estadocéntrica” y del capitalismo protegido de mediados de los ’70 (el llamado “rodrigazo” de junio de 1975, fue el preaviso) fue llevando hacia fines de los ’80 a dos procesos vinculados: la hiperinflación y el endeudamiento externo. Hasta ese momento, la economía argentina se caracterizaba por un mercado de trabajo algo estancado pero con bajas tasas de desocupación (4-5%) que era capaz de absorber incluso un módico flujo de  inmigración de países limítrofes. Luego de etapas expansivas y oscilantes durante los 60 en materia de salarios, con las políticas neoliberales ensayadas por la dictadura militar, el salario real sufre una severa contracción, abriendo un tendencia que no se revertiría con el retorno de la democracia en 1983. Especialmente afectados resultaban los trabajadores industriales afectados además por un proceso profundo de cierre de fábricas y precarización del trabajo, pero también amplios sectores del empleo público como los docentes y los trabajadores de la salud, empleados de las otrora poderosas empresas de servicios públicos (ENTEL, YPF, Gas del Estado, O.Sanitarias, etc.).

La combinación de caídas de salarios con alta inflación dio por tierra hacia fines de los ’80 con la visión de una fuerte clase media en la argentina asociada, durante muchas décadas, en el imaginario colectivo con la movilidad social ascendente, introduciendo en el vocabulario sociológico - en cierta medida vulgarizado por los medios de comunicación -  una nueva categoría social: “los nuevos pobres” para diferenciarlos de los pobres estructurales. La nueva pobreza aludía a una situación ciertamente atípica desde el punto de vista conceptual, pero que las estadísticas de la Encuesta de Hogares del INDEC venían mostrando cada vez más frecuente: se refería a aquellas personas que teniendo un patrimonio, un estilo de vida y unas calificaciones educativas medias o altas, carecían de ingresos monetarios suficientes para superar la llamada línea de pobreza (es decir, el gasto social del consumo mínimo en todos los rubros para una familia tipo de un matrimonio con dos hijos uno en la escuela primaria, y otro en la secundaria). Así, el nuevo pobre era alguien que habiendo obtenido por sí o por herencia un cierto patrimonio (casa, auto, electrodomésticos, etc.), un cierto capital educativo y simbólico (nivel educativo, capacitación profesional, cultural general)  y un cierto capital social (redes de amigos, grupos de pertenencia, clubes, etc.) no lograba obtener ingresos reales para afrontar los gastos corrientes de un estándar de vida mínimo. El motivo más frecuente de esta situación de inconsistencia entre capital social familiar acumulado e ingresos reales familiares era la pérdida de la estabilidad en el empleo, y/o la degradación  de los salarios de los jefes de hogar, producto de la inflación y las crisis recesivas.

Así, los aumentos de la pobreza provenían tanto por la ampliación de la pobreza estructural (los pobres por ingresos cuyo capital social acumulado también es pobre) como de la movilidad social descendente de varios segmentos de los estratos medios.
En la década del ’90, las políticas neoliberales al principio exitosas en términos de estabilidad de precios y salarios, no tardaron en agudizar los problemas del empleo. La desocupación aumentó mucho a partir de 1993 cuando trepa al 9% y se hace francamente endémica y poco manejable con la recesión que siguió a la crisis del “efecto Tequila” en 1995, superando entonces el 18%. En la fase inicial exitosa del Plan de Convertibilidad (1991-1994) la pérdida de puestos de trabajo  por la llamada “reconversión industrial” y sobre todo por el achicamiento del estado y las privatizaciones, fue compensado por la expansión del sector de comercio, finanzas y servicios. Pero cuando la crisis se generalizó  terminó alcanzando a casi todas las ramas y sectores de la economía.

Ahora bien, ¿cuál fue el comportamiento de la población en materia educativa?: lejos de desanimarse por el desempleo, la precariedad laboral y los bajos salarios, el esfuerzo educativo de la población se reforzó: tanto los niveles medios, pero sobre todo la educación superior y universitaria gozaron de un espectacular proceso de expansión. Como aparece detallado en mi texto, las cantidades de ingresantes, cursantes y egresados, en la década del ’90 tienen un importante incremento que excede el crecimiento vegetativo de la población.

Es interesante entonces el contraste con lo ocurrido en las décadas del 50 y el 60 donde también se desarrollaron fuertes tendencias al aumento de los niveles de instrucción formal de la población. Mientras que en aquellos momentos la obtención de capital educativo se relacionaba con un mercado de trabajo expansivo y mejores oportunidades de inserción laboral y salarios (“efecto escalera” de ascenso social) ahora, en los ’90 el aumento del capital educativo se vinculaba a evitar la pérdida de posiciones o un empeoramiento de la situación sociocupacional (el “efecto paracaídas” que menciona Filmus).

La estructura social y ocupacional que dejaban las políticas neoliberales no permitían aprovechar el enorme impulso educativo de la población: no solamente se destruían empleos sino que tendían a destrurirse los más calificados. Así la tasa de desocupación de los niveles educativos superiores aunque más bajas que los niveles educativos inferiores, se deterioraba a un ritmo mucho mayor, lo que significaba que los principales damnificados en el mercado laboral bajo las nuevas condiciones eran los de mayores niveles educativos. En efecto, la apertura de la economía había ocasionado un proceso de importación de bienes de capital (equipamiento, maquinaria, insumos, repuestos) de alto valor agregado, que destruyó los puestos de trabajo locales de mayor nivel de calificación. El caso de los ingenieros industriales fue algo típico de aquel momento, ahora por suerte se está reviertiendo. Los sectores que más ganaban en los ’90, la exportación de materias primas, y de bienes industriales de bajo nivel de valor agregado (“comodities”) no generaban puestos de trabajo de alta calificación, por lo que la sobreabundancia de oferta de profesionales terminó elevando su tasa de desocupación a niveles insólitos (12 %) comparando internacionalmente. Ello ocasionó entre el 2000 y el 2002 la avalancha de jóvenes en los consulados de países europeos y EEUU para emigrar.

Es especialmente pertinente para interpretar estas tendencias los fenómenos de sobreeducación (Carnoy) por los cuales no solamente hay población altamente calificada que no consigue empleo (subutilización absoluta de capital educativo) sino también que esta población consigue empleos de bajos niveles de complejidad de la tarea y en condiciones precarias (subutilización relativa del capital educativo).  Es decir, producto de la sobreabundancia de altos niveles educativos, los empleadores ocupan los escasos puestos de trabajo que se generan aumentando la selectividad sobre los postulantes sobre la base de criterios educativos que no están nada relacionados con la complejidad o nivel de calificación de las tareas del puesto de trabajo. Ello genera, el llamado “efecto fila” ya explicado en la clase anterior: los títulos más altos no sirven para conseguir empleos adecuados en términos de calificación profesional del puesto,  sino solo para aumentar las chances de acceder a empleos no calificados o poco calificados, en condiciones precarias y con bajos niveles de ingresos.

En estas condiciones se genera un círculo vicioso autodestructivo: la desesperación por evitar perder posiciones en el mercado laboral lleva a la gente a aumentar su esfuerzo en obtener capital educativo, lo que lleva a aumentar el nivel de selectividad del mercado laboral, lo que aumenta de nuevo la propensión a incrementar el nivel educativo. Por supuesto, finalmente aquellos que no pueden sostener el esfuerzo de inversión en aumento del capital educativo (los más pobres) son los grandes perdedores de esta espiral autodestructiva, puesto que son desplazados del mercado de trabajo por los más educados, aún cuando los puestos de trabajo no exijan elevados niveles de calificación y educación.

Con el crecimiento de la economía desde fines del 2002 y el cambio de políticas económicas, el incremento de la protección sobre la producción local, el aumento del gasto público y la inversión pública, se han mejorado ostensiblemente los niveles de empleo. Justamente los primeros beneficiados en la expansión del empleo y creación de nuevos puestos de trabajo son los más calificados. Por lo que la tasa de desocupación del nivel de educación superior y universitaria descendió abruptamente al mismo tiempo que mejoraron los ingresos y salarios.

Sin embargo, hay que advertir que estas tendencias positivas tienen bases ciertamente endebles o al menos transitorias: el alto precio de las materias primas exportables (soja y petróleo) que posibilitan un elevado superávit fiscal y bajas tasas de interés internacionales que desestimulan la fuga de capitales y atraen la inversión. Hay que recordar, que el desarrollo industrial  y por tanto el impulso de base para la expansión del empleo, históricamente en la Argentina consume y no produce divisas (U$$) y por tanto depende en gran medida de la buena situación de los mercados internacionales para nuestros productos. Por ello se ha llamado a nuestro proceso de industrialización como “dependiente” tanto del financiamiento externo que requiere como de la tecnología que mayoritariamente utiliza.

TRABAJO PRACTICO (elija 1)

1)Piense en la trayectoria ocupacional y educativa de su familia: hermanos, padres y abuelos. ¿cómo entender las inversiones educativas que fueron realizando?
2) ¿Cómo interpretar las políticas económicas actuales desde el punto de vista del mercado laboral para los profesionales universitarios?

6 comentarios:

  1. 2) ¿Cómo interpretar las políticas económicas actuales desde el punto de vista del mercado laboral para los profesionales universitarios?
    La teoría del capital humano afirma que la educación es un acto de inversión más que un gasto de consumo, por lo que los conocimientos acumulados, sumados a ciertos componentes, representan el principal activo que posee una persona.
    Con el paso del tiempo muchos de los postulados de la teoría del capital humano fueron puestos en tela de juicio y surgieron alternativas teóricas que partieron del hecho de que el mercado de trabajo no era capaz de dar ocupación al gran número de egresados de educación superior y que éstos tenían que aceptar puestos de trabajo de inferior categoría a la esperada y por tanto con menores ingresos (esto se vio en la época del 90 cuando muchos profesionales terminaron trabajando en diversos rubros poco remunerativos).
    Dado que no se sabe con certeza cuánta formación adicional necesitará un trabajador para desempeñarse en el puesto, los empleadores contratarán a los que según sus expectativas estén mejor preparados, siendo la educación la principal señal para ello. Y si encuentran que los más educados requieren de menor capacitación, entonces los contratarán independientemente de que el puesto requiera de un nivel de escolaridad menor.
    Con respeto al texto leído menciona que el “efecto paracaídas”, de las políticas neoliberales, no aprovechan el impulso educativo de la población, ya que no solo se detruyen empleos, sino que se tienen a destruir los mas calificados. Provocando que la tasa de desocupación de los niveles educativos superiores se encuentre deteriorada, lo que significaba que los principales damnificados en el mercado laboral sean los de mayores niveles educativos
    Por otra parte, se genera un círculo vicioso autodestructivo, es decir, la desesperación por evitar perder posiciones en el mercado laboral lleva a la gente a aumentar su esfuerzo en obtener capital educativo, a modo de ejemplo una amiga considera que una sola carrera ya no sirve es necesario estudiar más, hacer mas curso u otra carrera para obtener de estar forma una mejor posición en el mercado laboral. Finalmente, aquellos que no pueden sostener el esfuerzo de inversión del capital educativo terminan siendo desplazados del mercado de trabajo por los más educados, aun cuando en los puestos de trabajo no se exija altos niveles de educación, por ejemplo para trabajar en cualquier comercio como repositor, cajera, vendedor de ropa, etc… es necesario tener el titulo secundario completo.

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  2. 1) Piense en la trayectoria ocupacional y educativa de su familia: hermanos, padres y abuelos. ¿cómo entender las inversiones educativas que fueron realizando?.
    Las inversiones educativas que realizaron tanto mis abuelos paternos como mis abuelos maternos fueron similares, puesto que sólo pudieron contar con la educación primaria y además habiendo atravesado situaciones económicas serias en los que día a día se hacían números para ver si alcanzaba para comer. Estos hicieron todo lo posible para que sus hijos no pasaran por la misma situación, por lo cual,les daba seguridad que sus hijos contaran con el título secundario para obtener un empleo con ingresos mayores en el futuro. Finalmente, Mi mamá terminó el secundario y terciario insertandose en el mercado laboral como docente. A diferencia de mi padre, quién no pudo terminar el secundario por problemas personales,este se insertó en el mercado laboral desempeñandose en diferentes oficios. Cabe destacar que a pesar de sufrir bajas o altas en el salario docente, mi mamá, siempre estuvo tranquila de no perder su trabajo ya que trabajaba para el estado, en cambio, la situación de mi papá fue diferente debido a que sólo contaba con el título primario además de que era considerado una persona “grande” para el perfil del mercado laboral para conseguir otro trabajo en caso de perder el suyo. Muchas veces al borde de presentar quiebra la fábrica, mi papá recibía telegramas de despido y al poco tiempo era retomado por la misma. Haciendo alusión a que tenía buena asistencia y ya tenía muchos años de experiencia. Esta situación de mi papá nos marcó mucho a mis hermanos y a mi es por eso que todos consideramos que la educación es importante, no sólo para el desarrollo intelectual de uno mismo sino también para obtener un mejor bienestar material.

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  3. 1-Si se observa la trayectoria educativa que trazaron las distintas generaciones, desde la más antigua hasta la actual, en el caso de mi familia, es fácil ver cómo fue creciendo la importancia que le fueron dando a la educación .se paso de generaciones que dedicaban la vida a trabajos que no requerían estudios a generaciones en las cuales la mayoría estudia y trabaja de lo que se formo ,siendo este ejemplo un caso que considero más que común en la Argentina de los últimos tiempos .En mi opinión las distintas generaciones se fueron adaptando a lo que las circunstancias económicas requerían . A partir de un punto se paso de la idea de dedicarse al trabajo que no requería formación a comenzar a invertir en la educación de sus hijos debido a que las oportunidades de trabajo sin respaldo de estudios no reportaban ya los mismo beneficios que antes sino que rendía mas estudiar y especializarse en algo si se quería conseguir trabajos que si lo hiciesen. En definitiva se fueron adaptando a lo que las circunstancias socioeconómicas iban requiriendo.
    2- A partir del 2016 las políticas económicas tienden cada vez más a beneficiar al sector primario de la economía .De a poco se comienza a instalar la idea de que la Argentina debe volver a su papel de brindar materias primas al mundo ,idea apoyada por sectores que efectivamente se van a beneficiar de dicho cambio económico . Por lo tanto se va a priorizar sobre todo los sectores de servicios y trabajos que requieren una baja formación académica, que son los que permite una economía primarizada . Así mismo la apertura de importaciones que se da con la excusa de permitir a las industrias obtener suministros necesarios para su existencia(de los cuales se sostenía que se les privaba con la anterior política proteccionista )se realizo de tal forma que comienza a afectar negativamente a diferentes sectores industriales .Esto deja en una posición incómoda a toda formación académica ,sobre todo a aquella basada en las ciencias duras. Por lo que la mayoría de los estudiantes universitarios .se verán en dificultades al tratar de encontrar un trabajo acorde a sus estudios dentro de unos años ya que se comienza a formar un mercado laboral que no los va a aprovechar, debido a que en algunos casos su aporte a la economía será desde ahora importado completamente desde afuera o directamente innecesario, lo cual terminaría en el largo plazo en una nueva fuga de cerebros como ya sucedió alguna vez en Argentina.

    Eric Diaz

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  4. González, Mayra.7 de junio de 2017, 16:10

    1)Piense en la trayectoria ocupacional y educativa de su familia: hermanos, padres y abuelos. ¿cómo entender las inversiones educativas que fueron realizando?

    A través de los años y con el paso de las distintas generaciones, en mi familia ha ido variando la inversión en educación realizada.
    Indagando en la trayectoria escolar de mi bisabuela, me comentó que no finalizó sus estudios primarios, ella vivía en el campo y la escuela quedaba demasiado lejos. Además debemos tener en cuenta el contexto sociocultural de la época (ella nació en el año 1922) y analizar que en esos años las mujeres, a mi entender todavía niñas, se casaban a muy pronta edad. Mi bisabuela se casó a los 14 años y ese mismo año ya tuvo su primer hijo, a partir de ese momento solo se dedicó a criar a sus hijos.
    El caso de mi abuela y sus hermanos fue diferente, todos terminaron sus estudios primarios, y luego prefirieron comenzar a trabajar en lugar de seguir estudiando, en parte para ayudar a mi bisabuela que había enviudado.
    Mis padres estuvieron en una situación parecida a su generación pasada, tuvieron que salir a trabajar de jóvenes para poder ayudar a sus familias. Pero la diferencia que se puede observar es que cuando fueron mas grandes decidieron terminar sus estudios secundarios en la modalidad de adultos, porque consideraban que era un factor muy importante para poder progresar juntos. Mi mamá luego siguió estudiando y hoy en día es docente.
    Con mis dos hermanos ya crecimos en otro contexto, donde la educación secundaria comenzó a ser obligatoria, pero también nos sirvió de ejemplo el esfuerzo de nuestros padres por estudiar y como gracias a eso pudieron encontrar un mejor trabajo. En la actualidad los tres estamos estudiando, en universidad y en institutos terciarios.
    Como conclusión se puede decir que cada vez desde las familias se fue invirtiendo mas en educación y se le fue dando una mayor importancia, teniendo en cuenta que el contexto sociocultural es un factor muy relevante para analizar ese crecimiento. Se debe entender que el mercado laboral antes exigía un menor nivel escolar. Con el paso de los años fue aumentando la demanda de diplomas y la especialización de las profesiones, lo que nos obliga a formarnos para poder llevar a cabo determinado trabajo. También hay mucha competencia, y por ese motivo uno debe estar constantementecapacitándose y seguir obteniendo títulos para conseguir mejores posiciones y mejores empleos u oportunidades.

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  5. 1. Piense en la trayectoria ocupacional y educativa de su familia: hermanos, padres y abuelos.¿Cómo entender las inversiones educativas que fueron realizando?

    El texto de Shultz hace referencia a la teoria del capital humano, en la cual se considera a las capacidades y habilidadesde de las personas como un bien mercantil.
    La movilidad o la migración atenta contra el capital humano, al no poder encontrar posibilidades en la obtención de un empleo.
    Es el caso de mis padres que en busca de mejoras laborales migraron de las provincias del interior donde vivian y trabajaban en el campo hacia Buenos Aires. Em cuanto a la escolaridad ambos no completaron el nivel primario, sólo tenían en su haber primero y segundo grado, sin embargo esta situación no les impidió ingresar al mercado laboral, ambos consiguieron empleo en fábricas, mi madre en una fábrica textil y mi padre en una fábrica de elaboracion de productos químicos, con posteriodidad trabajo en la "Corporación de Transportes de la ciudad de Buenos Aires";
    el desarrollo del servicio tranviario de esa época hizo que Buenos Aires se colocara a la cabeza de las ciudades del mundo en lo referente a ese medio de transporte (1939-1963).
    En las décadas del 60 la educación era muy valorada, pero no todos podían acceder a ella como en el caso de mi padre que con la desaparición del tranvia volvió a emplearse en fábricas por ser el único sosten de la familia.
    En cuanto a mis hermanos si culminaron los estudios primarios no así los secundarios.
    En las últimas décadas el valor que se otorga al capital humano dió un cambio radical, en muchas ocasiones a pesar de poseer un determinado nivel educativo (secundario, terciario, universitario), hay trabajos que son excluyentes, esta situación es consecuencia de que cada postulante es un objeto de competencia dentro del mercado laboral. En el presente se requiere un alto nivel de educación para desempeñarse en tareas sencillas que no guardan relación alguna con la presentación y acreditación del título obtenido. Carnoy denomina a este fenómeno: sobreeducación, esto provoca que toda persona que desee un puesto de trabajo invierta cada vez mas en su educación para que en un futuro puedan lograr ser incorporado a puestos de trabajo acordes a los conocimientos adquiridos y no ser ubicados en puestos bajos o precarios. Thurow denomina efecto fila a este acontecimiento, es decir se habren cupos limitados de puestos de trabajo que serán ocupados por aquellos que sean dueños de un "buen curruculum".

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  6. Rocío Barrientos12 de julio de 2017, 8:19

    1-Piense en la trayectoria ocupacional y educativa de su familia: hermanos, padres y abuelos. ¿Cómo entender las inversiones educativas que fueron realizando?
    Tanto mi mamá como mi papá terminaron la escuela secundaria en técnicas. Mi mamá obtuvo el título de Maestro mayor de obras y mi papá el título de técnico en electromecánica. Las escuelas técnicas fueron pensadas para la inserción de mano de obra en empresas o fábricas, es por eso que ellos eligieron terminar sus estudios secundarios en lugares que les permitiera el acceso al mundo laboral. Mi mamá, por otro lado, no ejerció con el título obtenido en la secundaria pero si hace tres años empezó a estudiar una tecnicatura en farmacia hospitalaria en la UNAJ. El politécnico de Berazategui, donde estudio mi papá, tenía un sistema meritocratico vinculado al acceso de puestos de trabajos. Según Van Zanten, la meritocracia puede considerarse un sistema en el cual la escuela imparte poder a través de las normas sociales, que contribuye al sometimiento de las desigualdades educativas. Por lo tanto, en el instituto donde asistía cuanto mayor sean las calificaciones obtenidas por los alumnos podían conseguir vacantes en una empresa de la zona. Mi papá quedo entre esos cinco estudiantes y trabajo en esa empresa por unos meses hasta conseguir un trabajo en otra fábrica. En donde, también le ofrecían cursos y capacitaciones para poder avanzar en su puesto laboral. Actualmente, está estudiando la ingeniería en Electromecanica en la UNAJ.

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