viernes, 12 de julio de 2019

Texto Apoyo y TP Unidad 6 (cargar antes del 23/7)

Educación, Estado y Política: ¿triángulo amoroso o infernal?

Uno de los problemas más importantes de nuestro campo disciplinar es el de la relación de la educación con la política y el estado. Durante muchos años se creyó que los orígenes de la educación de masas debían relacionarse con los procesos de industrialización y urbanización capitalista: la necesidad de contar con una mano de obra más capacitada, alfabetizada, etc. Hoy día los historiadores de los orígenes de los sistemas educativos tienden a subrayar la importancia de la consolidación de los estados nacionales.  Los estados nacionales consolidados después de la Revolución Francesa y durante casi todo el Siglo XIX lograron vencer las resistencias culturales de localismos, credos religiosos, tradiciones, poderes locales, modos de vida pueblerinos, etc. a través de la extensión de los sistemas educativos que alfabetizaban la población e inculcaban lealtad no ya a los poderes tradicionales afincados en lo local, sino a este nuevo centro articulador: los “estados nacionales” de base republicana, cuya legitimidad del  ejercicio del poder y la fuerza provenía del apoyo electoral.

Es decir, los estados nacionales acompañaron el impulso modernizador de la industrialización y el impulso a la participación política de las masas (universalización del voto) con una superestructura de distribución simbólica que permitiese controlar las lealtades de las masas. Demás está decir que motivaciones importantes que impulsaron el interés de las clases dominantes en la educación de masas fueron la organización de sindicatos obreros militantes, de partidos socialistas en Alemania, y de la proliferación de la militancia anarquista, con sus secuelas de permanentes luchas callejeras sobre todo en Francia desde la Revolución de 1848 hasta  la Comuna de París en 1871, y antes en Inglaterra con el movimiento cartista, las olas de huelgas, etc. 

El estado pasaba a ser el “protector” del sujeto individual contra las fuerzas incontenibles del mercado, la tecnología y el capitalismo,  a través de sus aparatos de justicia, seguridad, salud y educación. El individuo pasaba de ser súbdito de un linaje, un señor, etc. para ser miembro de una comunidad política organizada a la que debía lealtad para hacerse merecedor de sus protecciones.   El estado era la garantía de un mínimo de cohesión social amenazada por la lucha de clases (la llamada “cuestión social”).

Acerca de la influencia de otros factores importantes en el surgimiento de la educación estatal masiva podemos mencionar la influencia de la reforma protestante que implicaba la alfabetización de los creyentes (por la libre interpretación individual de los evangelios)  y  la conformación de ejércitos nacionales de “ciudadanos” (en vez de mercenarios o profesionalizados) reclutados que requerían un compromiso patriótico para la lucha, que lógicamente debía ser inculcado desde la más tierna infancia.

Si el papel del Estado nación ha sido revalorizado últimamente en los países centrales, en América Latina ha tenido un papel aún más significativo tanto en el proceso de modernización (dado que los grupos de interés económicos, las burguesías criollas eran mucho más débiles) como en el proceso de fidelización de la población a través de la generación de identidades nacionales.

La tradición borbónica y la administración colonial fueron importantes en la estructuración institucional del estado, pero sobre todo fueron las luchas entre centralismo y federalismo las que explican en gran medida las políticas de los vencedores en materia de masificar la escolarización de la población. En la Argentina este proceso nos remite al periodo de la organización nacional y sobre todo a partir de la presidencia de Mitre (continuadas por Sarmiento y Avellaneda) a la expansión de las estructuras administrativas del estado nacional (administración de la Justicia, los poderes públicos y la seguridad) junto con las estructuras educativas y represivas (el ejército de línea que derrotaba a los caudillos provinciales que seguían insurrectos).

A diferencia de otros países latinoamericanos, la feliz coincidencia de que el mercado mundial reclamaba nuestros granos, lanas y luego carnes, generando excedentes que permitieron una cierta diversificación social, la promoción de algunos sectores intermedios, que rompían con la tradición dualista y polarizada de las estructuras sociales  de la mayor parte de los países latinoamericanos.

Esta mayor complejidad de la estructura de clases fue agravada desde fines del siglo XIX por la afluencia de la migración europea y la urbanización metropolitana con su proliferación de actividades comerciales y de servicios.

Filmus observa los diversos modos en que la educación participó del proceso de constitución del Estado y el conflicto político.

El estado oligárquico liberal con sus libertades civiles pero elitismo político restrictivo y cerrados esquemas económicos que frustraban las expectativas de ascenso social utilizó al sistema educativo centralizado como un medio sustituto de integración y control social de las clases subalternas. Además de posibilitar un  reclutamiento más selectivo de sus cuadros administrativos y técnicos,  a través de la mejora de la educación de parte de la población.  Las presiones de los sectores medios  (expresadas en las luchas democráticas contra el fraude electoral llevadas adelante por el radicalismo y por los estudiantes de la reforma universitaria del 18) fueron canalizadas en el sentido de una expansión de la cobertura del sistema y  por  la  remoción  de  las  restricciones  de  ingreso a los estudios superiores.

La crisis del ’30 dio por tierra con el andamiaje del estado oligárquico, obligando a modificar el rol del estado como agente activo de intervención en una economía    que comenzaba el proceso de industrialización a través de una  sustitución forzada de importaciones. La década siguiente verá que la emergencia de la clase obrera y su correlato político, el peronismo, modificará drásticamente la estructura estatal no solamente por las nacionalizaciones de empresas sino también por la expansión de la escolarización hacia los más pobres, y la instalación de la educación como “derecho social”. La educación cumplió también un gran papel de socialización urbana de los migrantes internos, y un papel de inculcación política  muy notorio.

Tanto el peronismo como algunos de los gobiernos “desarrollistas” que los sucedieron adoptaron puntos de vista “economicistas” de la educación como preparación de la fuerza de trabajo al servicio del desarrollo planificado desde el estado y las grandes empresas locales y extranjeras.

La crisis de 1975 dio por tierra con los equilibrios básicos del estado benefactor que ya venía siendo golpeado desde hacía varios años. La dictadura militar inauguró una época de oscurantismo y subordinación del sistema educativo a los objetivos de disciplinamiento social, sobre todo teniendo en cuenta que el estudiantado había sido protagonista importante de la experiencia movilizadora de fines de los ‘60 hasta el regreso de Perón (entre el Cordobazo y el triunfo del peronismo en 1973, el estudiantado protagonizó importantes gestas de lucha).

El retorno de la democracia en 1983  se tradujo en el plano de las políticas educativas en intentos de eliminar el autoritarismo dentro de las instituciones y realizar módicos cambios curriculares siempre referidos al tema del pluralismo, el respeto ciudadano, la democracia, la convivencia, etc. pero olvidando la necesidad de mejorar los contenidos, programas, metodologías de enseñanza, organización, administración y gestión del sistema, lo cual resultó en una acumulación de contradicciones y demandas insatisfechas producto de las cuales surgió un poderoso sindicalismo magisterial. 

Finalmente la década del ’90 con sus discursos privatistas y eficientistas, trajo más descentralización y desregulación del sistema y, sobretodo, la idea de que la educación era parte de la política social gubernamental, es decir, era una instancia compensatoria de los costos sociales elevados de las propias políticas de desmantelamiento del estado de bienestar. Así, se produce una redefinición de funciones y las escuelas pasan a convertirse en multifuncionales donde los comedores, campañas sanitarias, documentación, etc. ocupan partes crecientes del tiempo y las preocupaciones cotidianas.

En el estado pos social, la educación tiende a concentrar las funciones que el estado deja de brindar y a convertirse en la principal barrera de contención social, con gravísimos costos en materia de calidad y resultados educativos.

Pensando las bases de la política educativa

Los textos van a proponer tres nudos gordianos: 1) Para qué sirven y qué se puede esperar de las reformas educativas (Jencks); 2) Sobre qué diagnóstico o problematización de la realidad se piensan las reformas (Filmus); y 3) Sobre qué principios teóricos y bases analíticas pensar las políticas (todos los textos).

Empecemos por las malas noticias: las políticas educativas por sí solas tienen un impacto mínimo en los resultados formativos o aprendizajes efectivos. El texto de Jencks es bastante elocuente. La eficacia de los cambios en los factores internos de las instituciones educativas sobre los resultados (outputs) es de alrededor del 5%. 

Jencks propone un esquemático planteo “fabril” para poder entender  y aislar la incidencia de los cambios educativos sobre los resultados. Este esquema tiene 3 momentos: los insumos (“lo que entra a la escuela”), el proceso (la escuela, enseñanza, maestros, etc.) y el resultado (certificaciones, niveles alcanzados, saberes incorporados, empleos e ingresos obtenidos, satisfacciones simbólicas, etc.).

Plantea los insumos del proceso educativo en  donde incluye la aptitud cognitiva determinada por la dotación genética individual, las condiciones de vida materiales determinadas por la estratificación social, los antecedentes educativos y culturales familiares, y las condiciones psicológico-afectivas. Todos los insumos podrían describir las condiciones de “educabilidad” y son las que en general explican  la casi totalidad de los resultados educativos.

El proceso a cargo del sistema o las instituciones educativas incluye las condiciones de accesibilidad, los recursos materiales, los recursos humanos y su capacitación, el ambiente o clima social escolar y la organización con sus curriculums, etc. En general los cambios en estos factores no modifican mayormente los resultados a niveles agregados nacionales.

En este sentido, la escuela tiende a reflejar de manera bastante mecánica las diferencias de calidades de los “insumos” que recibe y los cambios o mejoras suelen ser neutros a la hora de achicar las brechas sociales, o directamente tienden a ampliarlas.  Sobre todo en aquellos sistemas que son suficientemente abiertos o cuasi universales como es el de la enseñanza primaria y media en nuestro país. Quién cree que la distribución social de conocimientos se modificaría tan solo con permitir que todos los alumnos pobres vayan a escuelas privadas de primer nivel manteniendo constantes todas las demás variables –para hacer un curioso experimento mental- es un iluso. La escuela tiene un papel muy acotado en el proceso de distribución simbólica y de competencias mentales y todos los estudios indican que se halla muy sobredeterminada por factores económicos y sociales.

Sobre esto observar el trabajo de Cervini y Dari (profesores de esta casa) que por métodos estadísticos sobre los resultados del PISA 2015 muestra que no es posible demostrar que la gestión privada por sí misma es un factor causal de mejora en el rendimiento escolar. Las diferencias de rendimiento obedecen a las condiciones materiales y sociales de partida de los alumnos y sus familias y al carácter socialmente homogéneo de las instituciones educativas (segregación educativa que se superpone a la segregación social) y no a una superior gestión de los procesos de aprendizaje. https://drive.google.com/open?id=1v0fFHL_MsHv78r1gCF93h1b-N2iqPx7-

Jencks encuentra más interesantes las motivaciones individuales de estructurar una experiencia social gratificante para los estudiantes  más que recargar a la escuela con mandatos políticos  de equiparación social que la exceden y que corresponden con otras esferas de la acción política: la distribución económica, del poder, etc.

En términos políticos es mucho más relevante la discusión sobre la equidad en la distribución y uso de recursos educativos y sobre la distribución de las cargas sociales del costo de la educación. Por ej. En la argentina el grueso de la población pobre que paga los impuestos al consumo (el IVA) de hecho está financiando buena parte de la educación universitaria de los sectores medios sin recibir casi nada (malos edificios, docentes mal pagos, etc.)  a cambio. Claro, los economicistas podrían decir: si está demostrado que los pobres igual no van a aprender, para qué darles buenas escuelas y gastar de más. Por este camino las escuelas se convierten en lugares de contención social, de control social, más que en lugares de formación.

El trabajo de Jencks demuestra que si se quiere mejorar la equidad y maximizar la distribución social del capital cultural las reformas tienen que empezar por fuera y coordinadamente con el sistema educativo. Las mejoras en la equidad de la distribución de ingresos, de condiciones de trabajo no opresivas, de mejoras en la seguridad social y la atención de la salud, son elementos fundamentales de una mejora educativa. Por supuesto, si además hay una mejora en la inversión en infraestructura, en la capacitación docente, una actualización y modernización administrativa y pedagógica, en el equipamiento,  etc. los resultados no pueden tardar en llegar.  Sin embargo, haciendo una suerte de prognósis (pronóstico fundado) si los estratos más deteriorados del sistema educativo mejoraran ostensiblemente, no cabe duda que los sectores medios que hoy concurren al sistema privado, con costos a cargo suyo, se volcarían a aprovechar las mejoras en el sistema público, gratuito. Esto generaría de nuevo renovadas presiones presupuestarias y posiblemente también intentos de desplazamiento de las clases populares  utilizando mecanismos de cierre social en los segmentos más dotados de las escuelas públicas, reproduciendo los mecanismos de preservación de distancias sociales. El régimen de enseñanza privada para que sea exitoso y crezca requiere necesariamente de la “complicidad” de un régimen público deteriorado. Simétricamente, una mejora en la calidad del sistema público aumentaría los niveles de exigencia pedagógica (violencia simbólica) aumentando sus efectos discriminadores sobre aquellas clases que ingresan al sistema público con menor dotación de capital cultural. El aumento de la calidad se haría en detrimento de la igualdad. A mayor calidad de la oferta educativa, mayor es el efecto discriminador por las diferencias de demanda.  La sola política de mejorar la calidad educativa y hacerla gratuita solo haría que los que tienen éxito hoy en ella, sobre todo en el segmento privado, lo sigan teniendo pero más barato.  El discurso políticamente correcto de enarbolar las banderas de calidad y equidad es en sí mismo contradictorio. Si las diferencias sociales extraescolares se mantienen estancas, los únicos en condiciones de capitalizar las mejoras de la oferta educativa pública serían  las clases medias.

Por tanto, la discusión de las reformas educativas no puede hacerse al margen de reformas sociales más vastas que mejoren las condiciones de “educabilidad” de la población. Por ello es también que Freire insiste tanto en el carácter intrínsecamente político del acto educativo: la educación como práctica de la libertad debe articularse con prácticas que la hagan posible. Una parte fundamental de la educación es preocuparse por lograr y alcanzar las condiciones que la hagan posible. Nuestra libertad nunca es simplemente dada (esto es una ilusión que corresponde a nuestra pertenencia de clase) sino necesariamente ganada generalmente mediante una lucha.  Por ello, las resistencias de los docentes y estudiantes a las políticas de deterioro de las condiciones sociales del proceso educativo son además de actos políticos, también y fundamentalmente actos pedagógicos. No hay nada más antipedagógico que la “naturalización” de la pobreza y la marginalidad dentro del aula, aunque la lección o la clase hayan sido perfectas desde el punto de vista didáctico o técnico-pedagógico.

Los dos mas importantes estudiosos de las politicas educativas, D. Filmus y A. Puiggrós  (ambos importantes decisores políticos en el campo educativo actual)  retomando estas ideas freireanas vuelven sobre el tema.

Filmus destacando que la educación ya no puede ser la panacea de nada, y que si bien es necesaria de ninguna forma es suficiente si no se acompaña con patrones equitativos  de desarrollo económico e integración social. Incluso en su último texto, señala taxativamente la necesidad de que la mayor inversión y los procesos de reforma y mejora educativas se inscriban fuertemente en un modelo de justicia social y no solo de desarrollo económico, además de abrir la puerta a la politización de la reforma educativa al incluir la educación como un vector posible y necesario del cambio social desde los sectores populares.

Puiggrós hace una excelente genealogía histórica de la idea de sujeto pedagógico y describe los dilemas sarmientinos de la educabilidad  del gaucho y las razas inferiores. Curiosamente, en este punto Sarmiento es un “antieducacionista”: solamente cambiando la base biológica de la población podía prosperar la educación (por ello la inmigración europea anglosajona y el exterminio del gaucho y el indio son las bases fundamentales de la civilización por la educación masiva estatal). Puiggrós lo contrapone a Varela, un pedagogo uruguayo que compartiendo el diagnóstico de civilización o barbarie, se pronuncia por la fé en la educación como medio suficiente para combatir la ignorancia de las “razas bárbaras”.

Conviene hacer una breve referencia al diagnóstico político de la crisis educativa.

En general la literatura coincide en un claro señalamiento de que los tres problemas fundamentales son la inequidad educativa, la baja calidad global de resultados y la baja eficiencia del sistema en su conjunto.  El nivel de enseñanza media es el más crítico: con problemas de terminalidad educativa. También hay evidencia suficiente de la horrorosa realidad de la pauperización intelectual en términos de saberes y competencias básicas de nuestros estudiantes que apenas alcanzan a un 61% de los saberes elementales. Es notable el aplastamiento de los resultados en A. Latina respecto de Cuba que tiene una enorme brecha a su favor incluso por sobre los EEUU. Es notable también que EEUU esté muy por debajo de los rendimientos educativos de los países asiáticos de reciente industrialización y de Japón o Canadá, teniendo en cuenta que la inversión pública y privada en educación en EEUU es gigantesca. 

Los resultados de la evaluación de rendimientos en nuestro país demuestra cosas muy interesantes: el peso de las diferencias regionales es enorme. Las escuelas privadas de las provincias pobres tienen menos resultados que las escuelas estatales de las ricas y que el precio de las matrículas de las privadas no está relacionado significativamente con la excelencia de los aprendizajes. 

En definitiva, los desafíos centrales que parece plantearnos el sistema educativo nuestro son: aumentar los años de escolaridad de las poblaciones más pobres (reducir la deserción y el desgranamiento en el nivel medio) y  mejorar los resultados de aprendizaje.

En Puiggrós y en Filmus tenemos una formulación más general de los males del sistema educativo. Ambos tienen un diagnóstico mucho más político-cultural. Señalan la crisis en términos diferentes: las identidades nacionales y la fragmentación cultural amenazada por el consumo y los medios de comunicación de masas; la necesidad de integrarse al mundo global desde un identidad y una sociedad cohesionada; el papel político de la educación como generación de ciudadanía y actores democráticos con capacidades de intervención y de demanda sobre el estado y la política y la necesidad de integrar otros actores sociales a la acción educativa que ya no puede estar en manos del estado exclusivamente. 

Puiggrós señala el debilitamiento cultural del discurso pedagógico y el problema intergeneracional: el cambio cotidiano en materia de nuevas tecnologías hace imposible el cumplimiento del apotegma durkheimiano de la transmisión cultural entre generaciones, ya que en múltiples aspectos el acervo de saberes moderno excluye a las generaciones anteriores y privilegia a las nuevas.  Pero la escuela combina la obligatoriedad y la pretensión de legitimidad con un discurso de “falta de futuro”, de fatalismo, en una contradicción que resulta letal para el compromiso y el interés de sus propios destinatarios: las nuevas generaciones. Una vez más, si fuera de la educación no hay un destino, dentro de la educación no hay sentido.

PARA DEBATIR

-¿El eje de equidad y calidad es válido? 

-¿Se puede sostener o reflotar el papel de la educación como forma de ascenso social individual meritocrático y al mismo tiempo politizar la cuestión educativa?

BONUS TRACK

Denunciando las políticas de reforma educativa de los ’90

Las políticas de reforma educativa en los años ’90 están atravesadas por singulares acontecimientos sociopolíticos y culturales mundiales. La caída del muro de Berlín y la reasimilación al mundo del capitalismo democrático de los países del este comunista europeo, la evidente hegemonía geopolítica global norteamericana, el avance electoral de gobiernos conservadores  durante los ‘80 (Thatcher y Reagan) y de gobiernos socialistas con programas conservadores (F. González y Mitterand) junto con la revolución en las comunicaciones y las tecnologías de la información, el papel del capital financiero en la economía mundial, etc.  Todos ellos tuvieron particular incidencia sobre los países del Tercer Mundo, en el sentido de recortar toda alternativa de heterodoxia en la política económica y social, obligando a seguir un molde fijo de  desregulación, apertura de la economía y ajuste fiscal con achicamiento del estado y privatizaciones, y también democracia parlamentaria y derechos civiles.

En este marco, como bien menciona Donoso https://drive.google.com/open?id=1xxw986Msfb0lvSShepi7Gc-rmGhHKyis citando al importante pedagogo español, A. Díaz Barriga, la imposibilidad de plantear soluciones específicas a los problemas sociales y económicos hizo que se depositaran en la educación expectativas crecientes que en algún punto alcanzan el nivel de “Mito”.  El análisis de los documentos liminares de los organismos internacionales que dieron pie a las reformas educativas  en nuestro continente y en el mundo, muestra esta proyección masiva de esperanzas en que finalmente lo que no haga el mercado espontáneamente, lo va a hacer la educación. Los documentos de la CEPAL, UNESCO y el Banco Mundial son bastante elocuentes.
No puede escapar al análisis el sentido ideológico de esta depositación “política” sobre la educación: una coartada que apela a creencias arraigadas en la población que permite ganar tiempo, aumentar la tolerancia hacia los costos sociales de las reformas económicas neoliberales y sobre todo hacer creer que el fracaso no reside en las reglas de acumulación y distribución “libres” sino en los individuos que no se esfuerzan en la escuela o son incapaces, que no son productivos, o en la corrupción del estado y la política. 

En cierto sentido la “educación” se ofrece como un sustituto “técnico” de la “política” para los gobiernos neoliberalizadores. No son modelos o ideas fuerzas de vida en común lo que despierta esperanzas en un futuro, sino el aumento del capital humano vía “sometimiento” de las poblaciones a los sistemas educativos remozados. Dada una realidad inmutable y determinada por las fuerzas del capital y la tecnología, la única respuesta es someterse de la mejor y “más educada” manera posible.  El énfasis puesto en la educación entonces debe llamar a la reflexión acerca del vacío que pretende llenar o encubrir: ausencia de respuestas en otros terrenos seguramente más decisivos para la educación misma.

Los tópicos de las reformas noventistas pasan fundamentalmente por ponerla al servicio de la “competitividad” y al mundo del trabajo.  La problemática de la “calidad”, la “equidad” y “descentralización” fueron las palabras claves de las reformas y en todas ellas aparecen los atravesamientos de la “eficiencia”, el énfasis en los resultados, el “rendimiento”, y finalmente, como muy bien explica Donoso: en la sacralización de la “evaluación” en donde vemos claramente el pasaje a la problemática típicamente foucaultiana del “gobierno de las almas” y de la “construcción de sujetos” que plantean algunos autores  que combinan pedagogía crítica con posmodernismo como Popkewitz.  

Es interesante plantear las críticas al discurso reformista neoliberal en educación en términos de inversión: en realidad no es su propósito formar la fuerza de trabajo para la modernización y la tecnología (en la Argentina se desmanteló la educación media técnica y se vaciaron las universidades de ingeniería y de ciencias básicas) porque dentro del papel que le caben a nuestras economías en el capitalismo global (exportadores de materias primas y bienes con bajo valor agregado de calificaciones y trabajo complejo)  no tienen cabida.  Con más perspicacia hay que analizarlas en términos de objetivos  “culturales”, “ideológicos”, formadores de conciencias de un sujeto, no solidario (como va a ser solidario si se le inculca la religión de la competitividad), individualista, dócil a los controles y acostumbrado a ellos, capaz sólo de cálculo de costos y beneficios, descreído del pasado y la historia, confiado en la salvación por la tecnología, desconfiado frente a los conflictos sociales y a los colectivos, y acostumbrado a no desear, no buscar, no pretender, sino a limitarse a elegir entre las opciones que se les ofrecen (Siempre hay que recordar la escena de Groucho Marx: “¿Qué quiere Ud. Señor? ¿Té o Café?... Sí, también”).

A mi juicio las reformas educativas de los noventa no pueden tomarse con seriedad, no constituyen en forma alguna un discurso consistente y que exprese deseos o voluntades colectivas. La proclamación de la calidad  se contrapone, se contradice con sus proclamaciones de equidad: la elevación del nivel, las exigencias y las evaluaciones es una manera de aumentar la selección y la segmentación social. Las proclamas por el aumento de la participación mediante la descentralización se limita a una desconcentración de responsabilidades y funciones, y se contrapone con la cerrada gestión tecnocrática que repele la participación de los actores sociales movilizados  (sindicatos, movimientos sociales, vecinales, etc.). La omnipresente invocación de la equidad no pasa de ser la conciencia vergonzante de tratar de “hacerse cargo” de los daños sociales ocasionados por las decisiones económicas y políticas, y se contradice con los estímulos a la privatización y la mercantilización de la educación concebida como un producto o bien transable cuya calidad depende del precio. 

Todas las formas de equidad –que sospechosamente reemplaza en el vocabulario a la anterior “igualdad de oportunidades”-  propuestas son capciosas o paradójicas: si hay educación igual para todos, hay exacta reproducción de las diferencias de origen, si hay educación compensatoria para estas diferencias es solamente un bluff ya que esas diferencias son extraeducativas y generalmente irreversibles dentro del sistema educativo (sin olvidar que aún cuando la escuela compense, su trabajo es infructuoso por la perpetuación de las causas que reproducen las diferencias de base), si la equidad es solo para los que pueden “retribuir” en el futuro el esfuerzo de inversión que se hace en ellos, la educación es claramente elitista.

Finalmente, quería remarcar una de las rémoras más perniciosas o al menos discutibles de los ’90: la evaluación. La verdadera cultura mundial de la evaluación esconde el simple hecho de que las instituciones educativas se convierten en dispositivos cada vez más tiranos de control social que vigilan todo el tiempo nuestras capacidades, estados de conciencia, efectos de aprendizajes, etc. y nos asignan funciones y lugares de acuerdo a los mismos. A tal punto es así, que podría afirmarse que la única política concreta de “calidad” es la evaluación permanente como mecanismo de ejercicio repetido hasta hacerse costumbre del poder sobre el sujeto. La evaluación debe ser entendida como la medición (un saber) de los efectos del poder sobre los sujetos. Es la “calidad” de las intervenciones del poder lo que se evalúa en realidad y no los saberes adquiridos por los sujetos.  La evaluación como requisito de la administración de las almas individuales siempre va unida a un discurso de redención y salvación de estas almas: los que no se sometan a la “educación” y sus instituciones corren riesgo de perdición (“los que no sepan inglés y computación… no tienen futuro”, etc.). Los que no pueden ser evaluados quedan automáticamente afuera, y sólo lo que son evaluados pueden tener derecho a “un lugar” que cuando salen mal en la evaluación, también quedan afuera.

Bueno, para no aburrirlos con más pálidas ni hacerlos dudar de la importancia de la reforma de Salvación Educativa (seguramente en unos pocos años va a reaparecer el tema), y teniendo en cuenta que los textos no son complicados, paso –¡que emoción!- al último trabajo práctico.


EJE PARA DEBATIR

-¿Las banderas de la calidad y la equidad son contradictorias?; ¿habría que cambiar de ejes?
Si se le ocurre alguno, proponga y justifique



9 comentarios:

  1. Calidad y equidad, en principio uno podría pensar que son dos términos que deberían ser complementarios a la hora de pensar la educación de nuestro país en particular. Ahora bien, aquí parece tratarse de si las reformas educativas que se han aplicado en nuestro país sobre todo con las reformas de los años 90, buscaban asegurar cierta calidad o equidad en la educación de las personas, claramente es un tema muy extenso, y es que de reformas educativas no se puede hablar tan fácilmente, sobre todo porque debe tenerse en cuenta el contexto social, histórico, económico, etc del momento y también como han afectado esas reformas y a que apuntaban en definitiva.
    Por otro lado, algo que es muy simple, es que con la irrupción de nuevos actores sociales que surgen a partir de la época de crisis,producto de los desastres económicos comienza a haber una falta de creencia en la capacidad de las instituciones educativas para educar a esas personas que ingresaron masivamente a las instituciones(aquí surgen políticas de Estado como las evaluaciones generalizadas). Estás evaluaciones surgen como monitoreo a las instituciones, para saber si estás realmente cumplían con su cometido, y además y en esto coincido, surgen como control de la calidad educativa que ahora debía brindar equidad a aquellos sectores pobres que surgían de las políticas económicas mal aplicadas.
    Por otro lado, y algo que me parece contradictorio en la explicación de esta unidad, es que se toman los resultados de pruebas generalizadas, que surgen en los 90 para explicar los déficit o bajos conocimientos de los alumnos de nuestro país en comparación con otros. Para luego poner en tela de juicio las evaluaciones generalizadas como prueba de "calidad" educativa. Finalmente, creo que es un error, pensar que se puede de alguna manera extrapolar un trabajo de investigación como el de Jencks, aunque metodológicamente exacto, está enmarcado en otro tipo de sociedad(EE.UU), en otro tiempo (1970-1990) lo cual implica otro contexto sociohistórico muy diferente al latinoamericano y sobre todo al de nuestro país.
    En conclusión, las banderas de calidad y equidad son contradictorias si se piensa en las reformas educativas de la historia reciente de nuestro país. Pero no deberían serlo, se podría pensar en una educación de calidad para todos que brinde cierta equidad educativa, que permitiera un ascenso social. Qué podría no ser solo de un (5%) como demuestra Jencks en la sociedad ESTADOUNIDENSE.

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  2. Teniendo en cuenta todos los materiales que no sirvieron como recorrido para enfrentarnos a este último punto donde la equidad y la calidad se encuentran en una relación que si me quedo con el escrito que figura como texto de apoyo quedarían atadas en una permanente relación de construcción de desigualdades que posibilitan el permanente beneficio y sostén de los sectores de las elites y medios que buscan mantener sus privilegios, en donde nos encontramos al Estado como un espacio de desregulación que se potencia con las políticas implementadas, por ejemplo en los años noventas generaron una mercantilización de los lazos que marcaban la construcción de identidades culturales.
    Pero ante esto nos encontramos con la aparición de proyectos políticos populares que por medio de políticas de ampliación de derechos y desarrollo de herramientas que posibilitaron la inclusión social con justicia pusieron en cuestión estas formas de entender el Rol que debe ocupar el Estado, entendiéndolo como propulsor de políticas de desarrollo de espacios de cambios que se están produciendo en América Latina con una agenda de derechos y de políticas de inclusión social y cultural que ha producido una expansión de los sistemas educativos.
    Esto es claro, como nos proponen reflexionar la complejidad de la tarea que tenemos por delante no debería asustarnos, no debería ser una excusa para paralizarnos sino, por el contrario, un motivo para el entusiasmo, para la aventura, para el desafío teórico. Deberíamos superar las soluciones fáciles para asumir la complejidad de los problemas, la trascendencia de los desafíos y poner toda la energía en intentar resolverlos, desde un sólido compromiso político con la construcción de una sociedad más justa.
    Esto nos permite realizar una aproximación a que la expansión de la cobertura educativa que se llevo adelante en América Latina ha permitido que sectores tradicionalmente excluidos del sistema escolar tengan acceso a él. No obstante, los altos niveles de pobreza y exclusión sumados a las persistentes desigualdades e injusticia social, que buscan limitar el potencial democratizador de dicha expansión. Ante esto nos vemos en la necesidad de recuperar la idea de la educación como un hecho cultural, como muy bien Tedesco nos hace reflexionar, siendo capaces en momentos de incertidumbre permanente donde intentan ubicarnos, producir un hecho contra cultural que ponga en discusión el proceso que se viene llevando adelante y apostar a la educación con calidad, como se puede observar en las lecturas se está viviendo una ampliación de derechos producto de la permanencia obligatoria en las escuelas secundarias, que desde ya nos posiciona en otro lugar como sociedad porque nos pone un piso alto al cual debemos ser capaces de construir los espacios y herramientas para que los que ingresan al sistema educativo no se vean obligados a tener que salir del mismo, por medio de la construcción socioeconómica que vaya en el camino de un desafío mejoras sociales.
    No reflexionar esto nos deja en un espacio de falta donde debemos poner en debate el lugar democratizador que posee la educación con el desafío de poner en discusión que el conocimiento sea monopolizado y expropiado por aquellos sectores que disponen de poder, recursos y fuerzas alejando de la necesidad de una construcción social plural y democrática. Ante esto, sociedades como las nuestras nos merecemos tener más confianza en el poder que la educación como herramienta de transformación posee, dándolo sentido a las palabras que Freire nos entrego para pensar situaciones alternativas que no queden atrapadas en la incertidumbre sino en un compromiso militante con la tarea de ser sujeto de cambio, y para eso es que nos debemos una educación con calidad que ponga en discusión la educación que los poderosos imponen. En tal sentido una educación liberadora, basada en el reconocimiento y en el respecto de los saberes que nos han construido como sociedad.

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  3. Yo propongo, y después de haber visto la película 16 a 18, de Daniel Samyn, una educación en el marco de políticas sociales que generen condiciones para una mayor equidad en las sociedades y que los programas propiciados por estas políticas sociales también invadan o mejor dicho estén articulados con la escuela y en lo posible instalados dentro la misma, porque en definitiva es en este escenario donde se manifiestan, se hacen visibles las diversas problemáticas sociales y obviamente que, a cargo de profesionales correspondientes, puedan recibir la contención necesaria y trabajar con proyectos educativos transformadores, abordados de manera transversal e involucrando a todos los actores de la institución.
    Claro está, que además son necesarias las políticas dirigidas a la calidad educativa con énfasis en la reforma e innovación. La calidad a menudo es definida, como sinónimo de eficacia, entendida como el grado en el cual los objetivos y logros son alcanzados. Por ende mejor calidad se entiende como un incremento real en la efectividad, esto es, mejores o mayores resultados de los alumnos, cantidad de egresados, así como también habilidades y valores adquiridos, mejores y mayores resultados de largo plazo de la educación, como la empleabilidad, los salarios, también actitudes, valores y comportamientos y mejores y mayores recursos con los que cuenta la educación, dentro de estas variables se encontrarían la cantidad de maestros y alumnos, los programas de estudio, las instalaciones educativas etc. También la calidad se entiende como la forma en que interactúan en el ámbito educativo, los profesores entre ellos y con los alumnos, con los materiales y con las tecnologías disponibles.

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  4. ¿Los ejes de calidad y equidad son válidos?, yo opino que sí , lo son , pero aunque no deberia tambien son contradictorios , ya que al elevar el nivel de exigencias , aumenta la segmentación social.Esto se ve claramente en Las nuevas Becas Progresar , ya que aumentaron por decirlo de alguna manera el nivel de exigencias de los requisitos(basandose en notas , merito , evaluacion, etc) , y el resultado es que quedaron muchos jovenes sin el beneficio. No creo que se deba cambiar de ejes , sino reforzarlos, implementar políticas por fuera y dentro de la educación que lo acompañen.Además de un modelo económico y social que los respalde .
    Con respecto a la politización en la educación y la meritocracia como ascenso social individual , la política siempre atravesó la educación , desde la consolidación del Estado Nación, para mantener los sistemas políticos, es decir que los ciudadanos lo mantengan y creo también que no es lo mismo tener trayectoria en el sistema educativo que no tenerla , menos en este momento donde para cualquier trabajo el estudio mínimo requerido es tener un título secundario, además es algo que naturalizamos , o por lo menos en mi caso siempre supe que al menos a ese titulo tenia que llegar, ya que en algún sentido y naturalizada, también esa era mi puerta para el ascenso social o para obtener un mejor trabajo , y es meritocrático en el sentido de que no estudia el que quiere , se necesita un contexto que acompañe , en el documental de" 16 a 18 " por ejemplo una alumna sostiene que desde el 2013 está intentando terminar sus estudios , pero que tuvo que abandonarlos reiteradas veces porque tenía que trabajar , y esa es una realidad que lamentablemente nos pasa o nos pasó a muchos de los que queremos invertir en nosotros mismos.


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  5. ¿El eje de equidad y calidad es válido? ¿Las banderas de la calidad y la equidad son contradictorias?; ¿habría que cambiar de ejes?
    Contestando a estas preguntas, diría que por una parte son válidas las banderas de calidad y equidad, pero al mismo tiempo como dice Jencks son contradictorias. La primera pregunta que uno se realiza es ¿a qué se llama calidad en la educación y que es la equidad en la educación?, Uno entiende que calidad como expresó la compañera Nancy más arriba, es entendida como sinónimo de eficacia, como "el grado en el cual los objetivos y logros son alcanzados" esto se lleva al plano educativo y se entiende que debe ser así en general, tanto en estudiantes como en maestros, es decir en el sistema educativo en general. En los estudiantes para lograr una mejora en sus estudios, mejores notas que respondan a esa "calidad de enseñanza", sin embargo, al analizarlo profundamente con la equidad, se llega a la conclusión que ambas por más que deberían acompañarse, en los gobiernos neoliberales principalmente, éste sentido de calidad y equidad es tomado de otra manera, como sinónimo de exclusión detrás de la pantalla “estamos trabajando por una educación de calidad”.
    Creo que tanto la equidad como la calidad son tomadas por políticas educativas en general a través de discursos que si uno escucha o lee apurado pasa desapercibido según el sentido que dependiendo del gobierno de turno va a querer desarrollar. Con esto hago foco en que la equidad debe existir junto con la calidad para generar condiciones propicias para todos los niveles educativos, y con ello se debe incluir a todos los sectores sociales, ampliando y llegando a todos/as, no excluyendo a los sectores vulnerables. Si se habla de equidad debe haber políticas públicas que puedan trabajar contra las desigualdades, acompañada de reformas educativas que favorezcan la educación siendo transparente en lo que se pretende, y no hablar de equidad y calidad cuando las mismas escuelas sufren peligro de derrumbe, donde los docentes están mal pagos, donde los estudiantes no pueden acceder a las becas por un modelo económico, político y social que premia la “aparente meritocracia” que implementa, excluyendo a los más necesitados. No se puede hablar de equidad y calidad si detrás de estas palabras solo hay exclusión. No se puede hablar de equidad y calidad si el sentido es cambiado y tomado para favorecer siempre a los sectores y a la cultura dominante que favorece la división de clases ampliando la pobreza y resignificando a su favor la calidad y la equidad haciéndolas que sean sinónimo de su política engañosa.

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  6. La calidad y equidad son ejes validos pero a la vez contradictorios, como dice Jencks. Sin embargo creo que ambos conceptos deberian poder coexistir de manera conjunta para generar los espacios y condiciones para que la educacion sea accesible para todos. Esto dennota la importancia que tiene el contexto en el acceso a la educacion, ya que es un factor que condiciona y excluye a una gran parte de la poblacion. La equidad debe darse junto con la calidad para generar las condiciones que permitan el acceso universal a la educacion y para esto se requiere una fuerte responsabilidad del Estado que debe generar que estas cuestiones se den y se cumplan. Por lo que deben acompañar estas ideas con politicas educativas y publicas que permitan que equidad y calidad sean ejes no contradictorios. Por lo que me parece importante abrir el debate respecto a esto y generar discusiones que amplien el tema, para que el papel democratizador de la escuela sea realmente asi y permita la inclusion social y por ende, la equidad e igualdad

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  7. El eje equidad y calidad no puede ser válido sin redefinir uno de los dos preceptos. Si tomamos calidad como un standard de aptitudes y conocimientos resultantes en el alumno, la equidad se trunca por el sesgo de clase/cultural/geográfico de dicho standard. Las políticas públicas dirigidas a garantizar un acceso equitativo a la educación podrían sumar la cuestión calidad al eje a partir de un debate alrededor de los resultados de las mismas que incluya a la comunidad educativa y al sistema político: pensar la calidad educativa como el impacto positivo en la vida de los ciudadanos, la comunidad y la nación. Este abordaje no puede tener como objeto exclusivo brindar herramientas para un desarrollo profesional, la movilidad social ascendente no es independiente del contexto. Más puede contribuir la educación a esta si se entiende su papel sumado a una política pública integral de desarrollo comunitario.

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  8. Se puede decir que los términos calidad y equidad se repelen en esta realidad tan fragmentada económicamente, tan desigual, dónde las oportunidades no son para todas las clases sociales. Desde los anos '90 se fue perdiendo el concepto de que la educación pública era prestigiosa en comparación con la escuela privada. Ahora por el contrario, se cree que escuela privada es igual a "calidad" de enseñanza- aprendizaje y la educación pública es igual a precariedad, y poca oportunidad de eficiencia en la educación superior y en el trabajo. Y para agravar la situación, se le hecha la culpa de esto, a los docentes y directivos, en vez de al verdadero culpable, que desfinancio la educación pública, la abandonó completamente y esta debe seguir con pocos recursos su función educativa.
    A raíz de esta problemática, la propuesta sería poder mezclar las funciones tanto de calidad como de equidad en la educación y en la sociedad. Esto se logra desde cambios estructurales en las políticas de Estado, tanto en la económico, lo social y lo político, logrando así que la inclusión sea parte de los sistemas educativos. Desde un desarrollo económico estable en todas los estratos sociales, dónde no se le quite la posibilidad a ningún sujeto de llegar a estudios superiores, insertarse en el mundo laboral e invirtiendo en las instituciones educativas para mejores herramientas educativas. Un Estado presente, que desarrolle estás posibilidades, lograría romper un poco con esa fragmentación de clases y achicar la brecha para que todos tengan posibilidades tanto de calidad como de equidad.

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  9. ¿Las banderas de equidad y calidad son contradictorias? ¿Habria que cambiar se ejes?
    Pienso que las banderas de equidad y calidad son validas, aun que como dice Jenck son contradictorias. Si bien deberian poder ir juntas, y ambas deberian propiciar la igualdad y la calidad para todos, en la realidad la enseñanza privada necesita del regimen publico deteriorado para su exito. Lo mismo sucede con el sistema publico, cuando este mejora su calidad asu vez aumentan sus niveles de exigencia pedagogica, causando una diferencia discriminatoria y desigual con aquellas capas sociales que ingresan al sistema publico con menor capital cultural.
    En conclusion seria bueno que estas banderas no sean contradictorias, que una no signifique el deterioro de otra o la desigualdad de ciertos grupos sociales, sino que pueden ensamblarse ambas para complementarse y poder garantizar la calidad y la equidad para todos/as por igual sin privilegiar a los frupos de elite ni discriminar a los mas necesitados, permitiendo el ascenso social.

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