martes, 16 de octubre de 2018

TP Unidad IV Parte A (colgar antes 23/10)

Las relaciones promiscuas entre economía y educación

Dentro de la investigación económica, el papel de la educación ha dado una especie de giro copernicano desde mediados de los años ’60. Hasta ese momento, la economía dominante  se mostraba relativamente indiferente ante los problemas educativos. La gran expansión educativa producto de las generaciones jóvenes en Europa y EEUU (baby boomers) que crecieron aceleradamente después de la II Guerra, era encarada con un enfoque predominante de gasto o costo presupuestario y fiscal. Así, las necesidades educativas eran tomadas como una variable demográfica y una necesidad cultural que se imponía a la economía desde fuera de la misma.  El problema se reducía entonces a cómo y quienes debían poner cuantos recursos para satisfacer estas novedosas demandas y necesidades.

Para algunos, era antieconómico financiar infinitamente las expectativas educativas crecientes de la población, para otros (en europa) era el Estado de Bienestar quien tenía que aumentar los recursos fiscales para proveer servicios educativos universales, y para los americanos eran los particulares los que debían enfrentar el grueso de la carga de estas expectativas.

De la mano de algunos investigadores que aplicaron los métodos de la economía neoclásica a principios de los ‘60, tratando la educación como un bien mercantilizado aparece por primera vez la idea del significado puramente económico de la formación educactiva de la población.

En vez de aceptarse como un gasto generado por  una necesidad fundamentalmente extraeconómica, los economistas americanos (fundamentalmente Schultz y luego el premio nobel Gary Becker) intentaron demostrar que lejos de constituir un gasto, el incremento de los niveles de capacidades educativas de la población era una “inversión” que tenía un importante recupero futuro y no un gasto o un costo. Estos planteos abandonan la radical distinción fundante de toda la teoría económica anterior a saber: que todo gasto puede ser por consumo o por inversión rígidamente separados. Mientras los bienes de consumo producen satisfacción de los hombres y sus necesidades y desaparecen con su uso,   los bienes de inversión (máquinas, equipos, tecnología) no producen satisfacción pero incrementan la capacidad o rendimiento productivo. La educación que antes aparecía siempre como un “consumo” que respondía a satisfacer necesidades y demandas de los hombres, ahora aparece también como “inversión” ya que incrementa las capacidades productivas,  la eficiencia de la economía, y junto con ellas mejora los rendimientos y los ingresos tanto individuales como del conjunto de la sociedad.

Para enfrentar tradiciones teóricas muy arraigadas apelaron a una denominación francamente (es un juicio personal) “espeluznante”: la teoría del “Capital Humano”. Para ellos, los gastos en todas aquellas cosas que aumenten la capacidad y el rendimiento productivo esperado de una persona o de una población deben ser tratados como “capital”.

Desde ya el Capital humano no se restringe a la educación, aunque en la divulgación y popularización de la teoría así haya quedado arraigado. La salud (que abarca hasta una alimentación adecuada), y los costos de movilidad de la fuerza de trabajo (facilidades de migración), la capacitación en el empleo, son considerados factores importantes de acumulación de capital humano. Según Schultz, que analizó diversos países de Europa y Asia en comparación con EEUU, el Capital humano constituye una variable explicativa muy importante del crecimiento económico. Tanto o más gravitante que la dotación de recursos naturales, o la inversión en capital físico. La educación es descripta como un capital que mezcla la posibilidad de aumentar la capacidad productiva con la satisfacción de necesidades culturales o simbólicas. El análisis de la experiencia del extraordinario crecimiento de los países llamados NICs (New Industrial Countries) en Asia (Malasia, Taiwan, Singapur, Corea del Sur, y otros) quienes realizaron extraordinarias inversiones en la infraestructura y en el crecimiento de los niveles educativos de la población, parecía reforzar la idea de que efectivamente la dotación de capital educativo era un vector importante para el desarrollo.

El primer problema de estas teorías en sus aplicaciones de política económica era ¿quién debe invertir en educación o más ampliamente en el capital humano?, ¿quién debe sufragar y correr los riesgos de sufragar los gastos de la inversión toda vez que sus rendimientos no son inmediatos sino de mediano y sobre todo largo plazo?. 

Es claro que en una sociedad de libremercado capitalista, el capital tiene que tener un rendimiento y el beneficiario de este rendimiento es quien afronta los gastos y riesgos de invertir en él. Sin embargo, estos economistas se encontraron con una brutal diferencia entre la inversión en una máquina o una patente tecnológica y en capacitar o formar a los empleados: mientras el rendimiento de la máquina estaba bajo su control, el rendimiento adicional de la persona quedaba bajo control de la persona, no podía ser apropiado. En efecto, a diferencia del capital físico que está sujeto a las leyes de la propiedad y el mercado, el capital humano y educativo es una propiedad intransferible del beneficiario: la capacitación que el capitalista paga puede ser aprovechada por otro capitalista que tiente al trabajador calificado a dejar la empresa que lo capacitó.  El capital humano en el mejor de los casos puede “alquilarse” pero nunca comprarse o venderse. Así, la primera consecuencia es que no va a haber inversión de los capitalistas en capital humano porque no hay seguridades sobre su control. Sólo los particulares interesados y los gobiernos que piensan no en una rentabilidad particular sino en un beneficio general pueden ser interesados en invertir en capital humano.

Así, la inversión privada en capital educativo es la que realizan las mismas personas particulares. Esta inversión es de dos clases: por un lado y menos importante es la inversión en los costos directos de estudiar (matrículas, viáticos, apuntes, etc.). Está demostrado que los costos directos de estudiar no son determinantes en la decisión de terminar o no un nivel educativo.  Por otro lado y más importante es lo que dejan de percibir por estudiar en vez de trabajar por un salario. Este último componente de la inversión educativa individual se denomina “costo de oportunidad”.

La investigación económica y las estadísticas demuestran que esta inversión es rentable para los individuos: con las nuevas calificaciones y acreditaciones educativas obtenidas las diferencias de ingresos futuros son mayores y compensan de manera visible el gasto de inversión realizado tanto directo como el de “costo de oportunidad”. Así, las remuneraciones de los niveles educativos más altos son también más altas y los mayores títulos permiten acceder a los mejores empleos.

La inversión individual en educación tiene entonces una “tasa interna de retorno”, es decir, un beneficio que se obtiene merced a una inserción laboral y diferencias de ingresos atribuibles a los mayores niveles educativos obtenidos.

Como mencioné antes, también hay un interés colectivo en la inversión educativa. Los gobiernos son interesados en invertir en educación por lo que se llama el retorno o rendimiento social de la educación: aumenta la competitividad global de la economía, se atrae mayor inversión productiva, aumenta la integración social, se disminuyen la desigualdad, etc.

En la década del ’90 estas teorías conocieron una difusión extraordinaria hasta incorporarse al lenguaje político y cotidiano. Con el advenimiento y generalización de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, y la apertura de nuevos territorios científico tecnológicos (biotecnología, nuevos materiales, genética, etc.) la enfatización en la educación como fuerza fundamental del desarrollo resultaba irresistible. 

El “capital humano” es uno de los fetiches de la globalización. De la mano de la idea archidifundida de la “sociedad del conocimiento y los servicios”, que ubicaban el saber técnico y la capacidad de innovación como las fuerzas motrices novedosas del capitalismo global, la educación se convirtió en la “vedette” de la política económica. Había que incorporarse al mundo desarrollado, a la tecnología avanzada y explotar sus posibilidades merced una política agresiva de mejoramiento cuantitativo y cualitativo de la dotación de capital educativo de la población. Así todos los países se embarcaron en todo tipo de reformas que apuntaban a preservar y acrecentar el nivel del capital educativo de sus poblaciones. Como veremos más adelante en las últimas unidades, A. Latina y la Argentina no fueron la excepción.

Las críticas: el fin del mito

La teoría del capital humano está tan difundida hoy día que se ha convertido casi en el sentido común de casi todo el mundo. Nada hay más esperanzador que depositar en el esfuerzo individual y colectivo de mejora y desarrollo intelectual como medio de obtener bienestar material.

Sin embargo, muchos importantes investigadores descubrieron las falacias o serias limitaciones de esta teoría y sus fundamentos. Una de las primeras fue la llamada teoría del “credencialismo”  o la inflación de acreditaciones educativas desarrollada por R. Dore quien no tuvo prurito en bautizarla “la enfermedad del diploma”. El vertiginoso ritmo del cambio técnico y científico produce una permanente obsolescencia de las calificaciones educativas conseguidas en el pasado con su consiguiente devaluación y por tanto una predisposición permanente de la población a evitarla aumentando permanentemente su capital educativo alcanzando nuevas acreditaciones. El “credencialismo” implica la continua expansión de la demanda de educación y la continua devaluación de los títulos y acreditaciones anteriores, que limitan el retorno esperado de la inversión educativa. En la medida que se masifican las ofertas de trabajadores con altas calificaciones, aumenta la competencia entre ellos y se abaratan los salarios ofrecidos. La obtención de las diferencias salariales cada vez requieren mayores inversiones educativas por lo que solamente sectores más reducidos de la población pueden afrontarlas, generando una tendencia a monopolizar los mejores empleos.

Más importante fueron los descubrimientos de M. Blaug, respecto de la disparidad entre el rendimiento individual de la inversión educativa (mejores remuneraciones) y el rendimiento social (supuesta mayor productividad global). Blaug descubrió que es mentira que el incremento de capital educativo de una población genere aumentos en la productividad y competitividad social global de la misma. En efecto, en EEUU mismo el período de auge de los niveles educativos superiores coincidieron con fases de crecimiento débil o estancamiento en los indicadores de productividad y competitividad de la economía. Una vez más el provecho individual no supone provecho social. Blaug instaló como explicación la llamada teoría de las “señales”: no es que los empleadores esperen que incorporando personal más capacitado o educado aumenten su productividad y eficiencia productiva (cosa que tampoco es nítida aun en estudios de empresas) sino que simplemente utilizan los títulos alcanzados como signos de que el personal a incorporar posee determinadas características como “constancia en el esfuerzo”, “sometimiento a examenes”, “responsabilidad”, “capacidad de aprender”, etc. que no necesariamente se relacionan con un aumento efectivo de rendimiento en la tarea. Blaug investigó la cobertura de cargos gerenciales en algunas empresas y comprobó que efectivamente los títulos tienen poco que ver con el rendimiento efectivo en el trabajo, a pesar de lo cual las empresas los utilizan como criterio importante de decisión al incorporar personal. En este sentido, las conclusiones de Blaug son realmente pesimistas porque el crecimiento de las acreditaciones de la población lo único que hace es introducir índices de selectividad mayores favorables a quienes pudieron y tuvieron la  posibilidad de realizar mayores inversiones educativas, y ello sin beneficio tangible para el conjunto de la sociedad y del funcionamiento productivo de la economía.

Por último se encuentran las críticas de orientación marxista como la de M. Carnoy en el sentido de que la dinámica de acumulación de capital es contradictoria y produce resultados con crisis recurrentes que alcanzan a la valorización de las acreditaciones educativas.  En este esquema explicativo, las crisis cíclicas del capitalismo producen un sobreexceso de capital educativo y calificaciones disponibles en la población. Contrariamente a lo que se cree el capitalismo de libremercado está muy lejos de asignar de manera racional y óptima los recursos educativos disponibles sino que los subutiliza de manera recurrente.  Carnoy descubre el fenómeno de la “sobreeducación” en el sentido de que el capitalismo utiliza sistemáticamente menos calificaciones que las disponibles en el mercado.  Utilizando la terminología de otro economista, L. Thurow,  el fenómeno de la sobreeducación, da lugar a lo que denominó “efecto fila” para explicar las ventajas individuales de la acumulación de capital educativo: lejos de generar empleo o mejorar los ingresos de la población, el aumento individual de las acreditaciones educativas permite alterar el orden en la fila de desempleados: siempre van a aumentar la probabilidad de conseguir empleo pero no por la expectativa de aumentar el rendimiento productivo de la empresa sino simplemente porque ante la posibilidad de elegir, la empresa elige a aquellos que ofrecen mayor capital educativo aunque no vaya a ser utilizado en el proceso de trabajo mismo. Es decir, el “efecto fila” supone que la inversión educativa simplemente facilita la selección de personal de las empresas aún a costa de subutilizarla. El ejemplo más obvio es el de las estaciones de servicio o los servicios de delivery, mensajería, etc. que exigen secundario completo para despachar combustible o manejar una moto. También es muy común que empresas importantes exijan estudios universitarios para simples empleos administrativos descualificados. En ninguno de estos casos, el aumento de las calificaciones educativas implica mejoras en el rendimiento o productividad del trabajo.

Van Zanten introduce un tema que es constitutivo de la escuela del capitalismo democrático: la meritocracia, y cómo ha mutado la institución escolar en las últimas décadas al respecto. El mito del mérito requiere igualdad de oportunidades y neutralidad en la valoración de la utilidad social y las contribuciones de cada individuo al bien colectivo, cosa que nunca se ha cumplido históricamente, pero sobre lo que la escuela sostiene su legitimidad. La escuela es presentada como administradora de méritos "neutral" y autónoma, ocultando su secreta servidumbre de las elites y las clases poderosas.

Pero esto pudo sostenerse firmemente mientras la sociedad de bienestar era exitosa en los gloriosos 30 años del capitalismo de posguerra. A lo largo de los años 80 y 90 la escuela cambió su impacto en la estructura ocupacional y el mercado de trabajo, mutó su organización interna y su inserción política, y trastocó la relación con las distintas clases y sectores sociales.
En 1er. lugar la inflación de títulos los desvaloriza y por tanto hay un desfase entre recompensa escolar y recompensa laboral y económica.
En 2do lugar, las empresas valoran contenidos y habilidades no escolarizables como actitudes, modales, estilos de vida que no se aprenden en las instituciones. La formación escolar cada vez interviene menos en la selección laboral y los conocimientos y modos de conducta tradicionalmente impartidos pierden espacio frente al "capital social" dominado por otros agentes pedagógicos no escolares: medios de comunicación, industria del entretenimiento, publicidad y consumo, moda, clubes elitistas, grupos de afinidades por estilos de vida y consumo, etc.
En 3er. lugar, la descentralización de la gestión burocrática unificada que se desplaza por las instancias regionales y locales, generó múltiples fuerzas y niveles de decisión que introducen desorientación, confusión y la ausencia de un comando y una dirección  de avance unificada. Esto se  agudiza por las presiones supranacionales (Banco Mundial, bloques regionales, UNESCO) y por la desvalorización social del docente. Debilitadas las autoridades, las normas de mérito son así soliviantadas y confusas sin agentes que las sostengan con continuidad y energía.
En 4to. lugar, la masificación de los niveles primario y medio redunda en una mayor tensión entre los modelos de conducta y expectativas de las clases populares y el modelo escolar establecido generando toda clase de conflicto. En muchas escuelas los alumnos de clases populares logran una suerte de poder de veto sobre las normas escolares y, sobre todo, para evitar un fracaso escolar generalizado, se relajan completamente las normas de exigencia y evaluación.
En 5to. lugar las clases altas y medio altas incrementan su capacidad de influencia directa sobre instituciones y decisiones educativas de los directivos y docentes, avasallando también criterios meritocráticos ("colonización" de la escuela, "parentocracia").

Economía y Educación en la Argentina. La desocupación,  los cambios en la estructura social y sus relaciones con la educación.

Como es sabido, la crisis de la “matriz estadocéntrica” y del capitalismo protegido de mediados de los ’70 (el llamado “rodrigazo” de junio de 1975, fue el preaviso) fue llevando hacia fines de los ’80 a dos procesos vinculados: la hiperinflación y el endeudamiento externo. Hasta ese momento, la economía argentina se caracterizaba por un mercado de trabajo algo estancado pero con bajas tasas de desocupación (4-5%) que era capaz de absorber incluso un módico flujo de  inmigración de países limítrofes. Luego de etapas expansivas y oscilantes durante los 60 en materia de salarios, con las políticas neoliberales ensayadas por la dictadura militar, el salario real sufre una severa contracción, abriendo un tendencia que no se revertiría con el retorno de la democracia en 1983. Especialmente afectados resultaban los trabajadores industriales afectados además por un proceso profundo de cierre de fábricas y precarización del trabajo, pero también amplios sectores del empleo público como los docentes y los trabajadores de la salud, empleados de las otrora poderosas empresas de servicios públicos (ENTEL, YPF, Gas del Estado, O.Sanitarias, etc.).

La combinación de caídas de salarios con alta inflación dio por tierra hacia fines de los ’80 con la visión de una fuerte clase media en la argentina asociada, durante muchas décadas, en el imaginario colectivo con la movilidad social ascendente, introduciendo en el vocabulario sociológico - en cierta medida vulgarizado por los medios de comunicación -  una nueva categoría social: “los nuevos pobres” para diferenciarlos de los pobres estructurales. La nueva pobreza aludía a una situación ciertamente atípica desde el punto de vista conceptual, pero que las estadísticas de la Encuesta de Hogares del INDEC venían mostrando cada vez más frecuente: se refería a aquellas personas que teniendo un patrimonio, un estilo de vida y unas calificaciones educativas medias o altas, carecían de ingresos monetarios suficientes para superar la llamada línea de pobreza (es decir, el gasto social del consumo mínimo en todos los rubros para una familia tipo de un matrimonio con dos hijos uno en la escuela primaria, y otro en la secundaria). Así, el nuevo pobre era alguien que habiendo obtenido por sí o por herencia un cierto patrimonio (casa, auto, electrodomésticos, etc.), un cierto capital educativo y simbólico (nivel educativo, capacitación profesional, cultural general)  y un cierto capital social (redes de amigos, grupos de pertenencia, clubes, etc.) no lograba obtener ingresos reales para afrontar los gastos corrientes de un estándar de vida mínimo. El motivo más frecuente de esta situación de inconsistencia entre capital social familiar acumulado e ingresos reales familiares era la pérdida de la estabilidad en el empleo, y/o la degradación  de los salarios de los jefes de hogar, producto de la inflación y las crisis recesivas.

Así, los aumentos de la pobreza provenían tanto por la ampliación de la pobreza estructural (los pobres por ingresos cuyo capital social acumulado también es pobre) como de la movilidad social descendente de varios segmentos de los estratos medios.
En la década del ’90, las políticas neoliberales al principio exitosas en términos de estabilidad de precios y salarios, no tardaron en agudizar los problemas del empleo. La desocupación aumentó mucho a partir de 1993 cuando trepa al 9% y se hace francamente endémica y poco manejable con la recesión que siguió a la crisis del “efecto Tequila” en 1995, superando entonces el 18%. En la fase inicial exitosa del Plan de Convertibilidad (1991-1994) la pérdida de puestos de trabajo  por la llamada “reconversión industrial” y sobre todo por el achicamiento del estado y las privatizaciones, fue compensado por la expansión del sector de comercio, finanzas y servicios. Pero cuando la crisis se generalizó  terminó alcanzando a casi todas las ramas y sectores de la economía.

Ahora bien, ¿cuál fue el comportamiento de la población en materia educativa?: lejos de desanimarse por el desempleo, la precariedad laboral y los bajos salarios, el esfuerzo educativo de la población se reforzó: tanto los niveles medios, pero sobre todo la educación superior y universitaria gozaron de un espectacular proceso de expansión. Como aparece detallado en mi texto, las cantidades de ingresantes, cursantes y egresados, en la década del ’90 tienen un importante incremento que excede el crecimiento vegetativo de la población.

Es interesante entonces el contraste con lo ocurrido en las décadas del 50 y el 60 donde también se desarrollaron fuertes tendencias al aumento de los niveles de instrucción formal de la población. Mientras que en aquellos momentos la obtención de capital educativo se relacionaba con un mercado de trabajo expansivo y mejores oportunidades de inserción laboral y salarios (“efecto escalera” de ascenso social) ahora, en los ’90 el aumento del capital educativo se vinculaba a evitar la pérdida de posiciones o un empeoramiento de la situación sociocupacional (el “efecto paracaídas” que menciona Filmus).

La estructura social y ocupacional que dejaban las políticas neoliberales no permitían aprovechar el enorme impulso educativo de la población: no solamente se destruían empleos sino que tendían a destrurirse los más calificados. Así la tasa de desocupación de los niveles educativos superiores aunque más bajas que los niveles educativos inferiores, se deterioraba a un ritmo mucho mayor, lo que significaba que los principales damnificados en el mercado laboral bajo las nuevas condiciones eran los de mayores niveles educativos. En efecto, la apertura de la economía había ocasionado un proceso de importación de bienes de capital (equipamiento, maquinaria, insumos, repuestos) de alto valor agregado, que destruyó los puestos de trabajo locales de mayor nivel de calificación. El caso de los ingenieros industriales fue algo típico de aquel momento, ahora por suerte se está reviertiendo. Los sectores que más ganaban en los ’90, la exportación de materias primas, y de bienes industriales de bajo nivel de valor agregado (“comodities”) no generaban puestos de trabajo de alta calificación, por lo que la sobreabundancia de oferta de profesionales terminó elevando su tasa de desocupación a niveles insólitos (12 %) comparando internacionalmente. Ello ocasionó entre el 2000 y el 2002 la avalancha de jóvenes en los consulados de países europeos y EEUU para emigrar.

Es especialmente pertinente para interpretar estas tendencias los fenómenos de sobreeducación (Carnoy) por los cuales no solamente hay población altamente calificada que no consigue empleo (subutilización absoluta de capital educativo) sino también que esta población consigue empleos de bajos niveles de complejidad de la tarea y en condiciones precarias (subutilización relativa del capital educativo).  Es decir, producto de la sobreabundancia de altos niveles educativos, los empleadores ocupan los escasos puestos de trabajo que se generan aumentando la selectividad sobre los postulantes sobre la base de criterios educativos que no están nada relacionados con la complejidad o nivel de calificación de las tareas del puesto de trabajo. Ello genera, el llamado “efecto fila” ya explicado en la clase anterior: los títulos más altos no sirven para conseguir empleos adecuados en términos de calificación profesional del puesto,  sino solo para aumentar las chances de acceder a empleos no calificados o poco calificados, en condiciones precarias y con bajos niveles de ingresos.

En estas condiciones se genera un círculo vicioso autodestructivo: la desesperación por evitar perder posiciones en el mercado laboral lleva a la gente a aumentar su esfuerzo en obtener capital educativo, lo que lleva a aumentar el nivel de selectividad del mercado laboral, lo que aumenta de nuevo la propensión a incrementar el nivel educativo. Por supuesto, finalmente aquellos que no pueden sostener el esfuerzo de inversión en aumento del capital educativo (los más pobres) son los grandes perdedores de esta espiral autodestructiva, puesto que son desplazados del mercado de trabajo por los más educados, aún cuando los puestos de trabajo no exijan elevados niveles de calificación y educación.

Con el crecimiento de la economía desde fines del 2002 y el cambio de políticas económicas, el incremento de la protección sobre la producción local, el aumento del gasto público y la inversión pública, se han mejorado ostensiblemente los niveles de empleo. Justamente los primeros beneficiados en la expansión del empleo y creación de nuevos puestos de trabajo son los más calificados. Por lo que la tasa de desocupación del nivel de educación superior y universitaria descendió abruptamente al mismo tiempo que mejoraron los ingresos y salarios.

Sin embargo, hay que advertir que estas tendencias positivas tienen bases ciertamente endebles o al menos transitorias: el alto precio de las materias primas exportables (soja y petróleo) que posibilitan un elevado superávit fiscal y bajas tasas de interés internacionales que desestimulan la fuga de capitales y atraen la inversión. Hay que recordar, que el desarrollo industrial  y por tanto el impulso de base para la expansión del empleo, históricamente en la Argentina consume y no produce divisas (U$$) y por tanto depende en gran medida de la buena situación de los mercados internacionales para nuestros productos. Por ello se ha llamado a nuestro proceso de industrialización como “dependiente” tanto del financiamiento externo que requiere como de la tecnología que mayoritariamente utiliza.

TRABAJO PRACTICO (elija 1) (colgar antes del 23/10)

1) Piense en la trayectoria ocupacional y educativa de su familia: hermanos, padres y abuelos. ¿cómo entender las inversiones educativas que fueron realizando y cuáles fueron sus resultados en términos de retornos?
2) ¿Piense o pregunte a sus amigos o parientes cercanos profesionales universitarios cómo influyó la crisis económica del año 2001 en sus empleos e ingresos?  

17 comentarios:

  1. Mariana Denis

    En mi familia quien pudo ir a la universidad y recibirse fue mi hermana(mis papas, abuelos, tios no pudieron ir y mis otros dos hermanos y yo seguimos cursando), se recibio de biotecnologa. Si pienso el retorno que tuvo hasta ahora se puede decir que nada ya que este gobierno utilizo medidas de ajuste en varios sectores incluyendo ciencia y tecnología lo que llevo a que no pueda encontrar trabajo. Tal como vimos en la teoria: el llamado "efecto fila". Esto llevo a que mi hermana decidiera volver a estudiar para especializarse en otra area (bioquímica) para que esta especialización si le devuelva algun retorno.

    ResponderEliminar
  2. Tengo a mi mama que en un primer momento estudio para ser maestra, cuando el plan federal se pone en marcha (7,8,9) ella opto por hacer la reconversión que le permitía dar clases en los nuevos años que se implementaron. Al darse cuenta de que con solo eso aun no bastaba decidió especializar aun mas estudiando el profesorado en lengua y literatura. Todo esto fue durante la presidencia de Menem lo cual me sirve para complementar con el segundo punto. Durante el 2001 el ingreso bajo notoriamente y al ser solo el sueldo de ella lo que sustentaba la familia conformada por mi mama, mis dos hermanos y yo afecto mucho económicamente, lo que hizo que mas se autodetermine a terminar el profesorado para de alguna forma tener un ingreso mayor. Hoy en dia jubilada con una jubilación acorde a toda la "inversión"que habia echo para especializarse.

    ResponderEliminar
  3. En mi familia quien siempre fue marcado por ver la educacion como una inversión y no un simple consumo , fue mi papa, quien crecio en una familia muy humilde de seis hermanos y criados por su abuela. Desde joven tuvo que trabajar para pagar sus estudios y ayudar en su casa. El siempre creyó que invertir en la educación lo ayudaría a poder progresar y asi lo pudo hacer (desde sus perspectivas), logro recibirse de tecnico de laboratorio, comprar su casa y formar su familia, a la cual incentivo por la via de que el estudio era necesario para lograr lo que nosotros (sus hijos) queriamos ser en nuestra vida, un discurso no solo empapado de educación= capital cultural de retorno si no también atravesado por la idea de sacrificio (como diría Tedesco) en donde es necesario esta postura para poder "donar" nuestros tiempos al estudio para después progresar.

    ResponderEliminar
  4. Rocio Zarate

    Aunque en mi familia ni mis padres, ni mis abuelos tuvieron estudios universitarios, las charlas sobre el futuro y el progreso personal de los más jóvenes estaban atravesadas por la necesidad de estudiar sobre todo si se “quería ser alguien en la vida”. Mi abuelo materno hijo de campesinos, por ejemplo hablaba del anhelo que tuvo en su juventud de educarse profesionalmente, pero que por falta de acceso y de medios económicos no lo había logrado, sin embargo fue un hombre autodidacta que formó criterio político, económico, cultural y visión de vida en base al capital cultural que por sus propios medios pudo acercarse. Esto le ayudó a obtener un empleo público como Registrador, en la Registraduría General del Estado civil (creada en 1948, encargada del registro civil nacional de las personas colombianas y más tarde responsable de la organización electoral). Esto fue por la mitad de la década del 50 cuando se realizaban las primeras cedulaciones a ciudadanos colombianos, mi abuelo era enviado como parte de una comisión de registradores a las ciudades y pueblos con el apoyo de tarjetas dactiloscópicas decadactilares, negativos fotográficos y archivos alfabético y numérico para hacer el registro de los ciudadanos y cedularlos. Esto le proporciono movilidad social ascendente, estaba en capacitaciones continuas, en pleno auge de la tendencia del aumento de niveles de instrucción hacia mejores oportunidades de inserción laboral en un contexto de expansión. Para él era gratificante el trabajo que hacía y a su vez le aportó una tasa de retorno por la alza en ganancias que en otro tipo de actividad informal no hubiese logrado, compró una casa grande para criar y sostener a su esposa y a sus 9 hijos, viajaban, se ocupó de que terminaran la secundaria, les instaba a que siguieran estudiando y preparándose, (pero ninguno lo hizo por distintos motivos), luego de sus años de trabajo logró una buena jubilación con la que se sentía cómodo, asegurando que su inversión en adquirir conocimientos y habilidades había obtenido los frutos deseados, en forma de capital, de hecho hablaba de invertir en educación como una necesidad. Entradas las políticas neoliberales en el contexto de los 90, las generaciones siguientes fuimos introducidas en la propensión de aumentar el nivel educativo mediante esfuerzo de inversión sostenida, debido a los niveles exigidos cada vez más altos de calificación y educación. Mis hermanos por ejemplo, uno es diseñador de software y la otra es reparadora de Pc, y tienen actualmente trabajos que sub-utilizan la inversión en educación que ellos han hecho, colocándolos en las estadísticas de quienes sufren el “efecto fila” además de no obtener la tasa de retorno esperada por su calificación.

    ResponderEliminar

  5. Alejandra Giordano

    La crisis para mi entorno familiar no ha sido placentera para cada uno de ellos; quienes no han hallado la oportunidad de cumplir sus estudios universitarios debido a múltiples cuestiones económicas y de salud, lo que implico que dejaran de estudiar y mi madre que terminara el secundario pero que no continuara la facultad, de tal modo que se dispuso a trabajar; lo cual se volvió una complicación cuando se presento con mayor intensidad el argentinazo o Cacerolazo.

    Con esta crisis, la administración de la Rúa aumento los impuestos en las poblaciones, lo cual llevo a que mi familia y la de todos los demás, disminuyera sus ingresos disponibles así como también su consumó, ya que todo lo que ganaban para sustentar alimentos y de mas lo utilizaban para pagar lo impuesto, lo que serviría para proporcionarle al estado el pago de su deuda... "Los ingresos obtenidos no ayudaban lo suficiente".

    En cuanto a los empleos, la mayor parte de mi entorno se hallaba desocupado, sin un puesto de trabajó (imposible de conseguir) por ende no podían disponer de un ingreso adecuado, ni tampoco acceder a una buena inserción en el mercado laboral; por tanto se vieron obligados a formar parte de los trueques en donde se intercambiaba un objeto por otro (dependiendo de la necesidad), " se tomaba como tarea esporádica". En cambio los que restan de mi familia disponían de un empleo, trabajando en construcciones o en el servicio domestico.

    ResponderEliminar
  6. El texto de Shultz hace referencia a la teoría del capital humano en la que se ve a las capacidades y habilidades de las personas como un bien mercantil. En base a esto la Educación es vista como una inversión que incrementa las capacidades productivas y que esto tiene frutos inmediatos en la obtención de un empleo, y por ende mejora los rendimientos y los ingresos monetarios tanto individuales como sociales. Sin embargo muchos investigadores descubrieron errores y limitaciones de esta teoría,
    Tal como se menciona en el texto es a partir de la década de los 90 en la Argentina, que a pesar de las altas tasas de desempleo y precariedad laboral, la educación media y superior se expandió fuertemente, pero este aumento de capital educativo se vinculaba a la posibilidad de encontrar un empleo.
    En este tiempo se expandió el nivel secundario y aparecieron los Bachilleratos para adultos, los cuales les permitieron a una generación o 2 que no había accedido a la educación secundaria, hacerlo y también animarse a los estudios superiores.
    Es cierto que hoy en día cada vez son más las personas que ingresan a ciclos superiores de formación y obtienen títulos, pese a esto son muchos los casos en los que a pesar de tener el titulo no consiguen el empleo de aquello en lo que se perfeccionaron. Relacionado a este tema se encuentra los fenómenos de sobreeducación (Carnoy) por los cuales hay población altamente calificada que solo consigue empleos de bajos niveles de complejidad de la tarea y en condiciones precarias. Este fenómeno genera el “efecto fila” (Thurow) , en la que los títulos más altos solo sirven para aumentar las posibilidades de acceder a empleos poco calificados, ya que la empresa elige a aquellos que ofrecen mayor capital educativo aunque no vaya a ser utilizado en el proceso mismo del trabajo.
    En cuanto a la inversión educativa de mi familia, en realidad soy la primera generación de estudios secundarios y terciarios, padres con nivel primario solamente , pero con la firme convicción de invertir lo que no tenían para que sus hijas estudiaran, no solo en el nivel secundario, sino en una formación lo más amplia posible, idiomas y mecanografía ( existía en mi época, en el lugar de lo que hoy son las Nuevas Tecnologías).
    Creo profundamente en devolver al Estado, lo que el Estado invirtió en mi , en mi familia, en mis hijos, y así lo hago, tratando, con mi trabajo y mis acciones en general, de retribuir esa inversión.

    ResponderEliminar
  7. Andrea Gimenez
    Mi tío es Ingeniero Electromecánico. Estudió en la UTN recibiéndose con 24 años. Los primeros años de trabajo profesional logró un nivel económico muy bueno. A principios de los `90 la fábrica para la que trabajaba cerró. Él tenía varios años de experiencia y 45 años, eso complicaba más su situación para conseguir empleo. A mediados de los `90 hasta el 2003 sólo daba clases en escuelas técnicas. Siempre les dijo a sus hijos (hoy profesionales) que gracias a su título universitario pudo trabajar como docente ante tantos años de crisis.
    Hoy es jubilados de dos cajas jubilatorias diferentes donde el mayor ingreso lo obtiene de la caja jubilatoria de docente y en menor medida la de Ingeniero.
    Con esto se ve claramente que no siempre la inversión en formación vuelve. Si bien le permitió desarrollarse como docente, hablando en términos económicos, sus ingresos cuando se desarrollaba como ingeniero en la fábrica eran mucho más elevados y debido a la gran crisis no pudo seguir ejerciendo.
    Este tema lo puedo relacionar con el trabajo final que voy a realizar junto a Rocío Zarate sobre el “Aumento de matrículas universitarias en contexto de crisis”. Ahí abordaremos sobre qué tipos de carreras son más elegidas, cuáles tienen más incremento de inscritos y cuáles son las razones que llevan a ser elegidas.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Esta muy bien. La docencia como ocupación refugio para los profesionales fue algo que se extendió mucho durante la crisis del 2001/2002.

      Eliminar
  8. Con respecto a mi familia, solo un primo que vive en Córdoba ha podido acceder a los estudios superiores (sin culminarlos) y hoy en día tiene un cierto colchón educativo y económico que le permite acceder y desarrollarse en varios trabajos. Fue mecánico, enfermero, colocador de revestimientos anti-humedad, etc, valdría en este caso pensar en el grado de flexibilidad laboral en términos de habilidades disimiles que se precisan y luego pensar si la educación universitaria le aporto algo esa demanda del mercado de trabajo.
    Si yo fuera Schultz, diría que mi primo ha logrado incrementar su capacidad productiva porque logro invertir adecuadamente en educación. Su mayor nivel educativo, le confirió una tasa interna de retorno acorde. Siguiendo en el hipotético caso de que fuese Schultz afirmaría que lo contrario ocurre con mis padres por ejemplo, que ellos no priorizaron su desarrollo de Capital Humano y por lo tanto, obtuvieron una clase de empleos que requerían una cualificación técnica y académica menor y ello se reflejaba en sus salarios y condiciones laborales.
    Con respecto a conocidos que hayan sido universitarios o profesionales en ese periodo nefasto de nuestro país, tengo casos de quienes han podido aguantar los pésimos salarios pero sostener su espacio profesional, otros que directamente lo han perdido, es decir, un psicólogo manejando un remis y otros que directamente se han ido a otros países en donde se valore su bagaje técnico y académico. Lo común a todos los casos es la regresión social y ese miedo de saber que ser profesional no te daba garantías de nada. Estos casos le dan un cachetazo a las teorías de Schultz.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. la apuesta individual por el incremento del capital humano está condicionada sin dudas por la situación histórica particular. Sin embargo, es común que en épocas de crisis, se incremente el ingreso en las universidades justamente por mayo tiempo disponible por la desocupación. En el caso de tu primo me parece que es al revés: los relativamente buenos empleos hicieron que no terminara los estudios.

      Eliminar
  9. En mi familia, lo que paso en el 2001 solo afecto a el trabajo de mi papa, porque las ventas de los autos habian bajando y se vendia lo justo y necesario como para cubrir las principales necesidades. Mi papa termino el secundario y mi mama dejo el primer año de secundario, y siempre nos inculcaron que teniamos que estudiar, porque eso es lo que nos iba a daría independencia ademas que el no queria que tengas como opcion de trabajo la agencia, porque es como cualquier comercio pero mas dificil porque un auto no se vende todos los dias. Asique siempre nos inculcaron a mi hermano y ami, que el estudio era nuestra forma de crecer economicamente y laboralmente.

    ResponderEliminar
  10. En general todos los aportes son buenos.

    ResponderEliminar
  11. Dentro de la composición familiar mis padres solo tienen estudios primarios realizados, por tal motivo ellos siempre apuntaron a la formación académica de cada uno de sus hijos, como un capital de inversión. En la crisis del 2001 ya me encontraba desempeñándome en el sistema educativo pero al ser inestable la continuidad en el mismo debía tener en forma paralela otro trabajo.
    ¿Piense o pregunte a sus amigos o parientes cercanos profesionales universitarios cómo influyó la crisis económica del año 2001 en sus empleos e ingresos?
    Al dialogar con mi hermana primera generación de egresada universitaria de la familia evoca que la crisis del 2001 influyo en el trabajo cotidiano de la escuela primaria . Muchas familias estaban sin trabajo, lo cual implicaba que en varios casos, familias enteras salieran a buscar cartones y todos aquellos objetos posibles para la venta y así obtener ingresos económicos. La cantidad de alumnos en el comedor de la escuela aumento fuertemente. En este momento ella se encontraba cursando la carrera de Comunicación y sus ingresos no eran los suficientes ya que la devaluación era muy alta. La solidaridad de muchos de sus compañeros permitieron que pudiera continuar con sus estudios ya que en varias oportunidades colaboraron para el boleto, las fotocopias y para tomar algún refrigerio dentro de la universidad. En el ejemplo de mi hermana se evidencia lo mencionado por Shultz una mayor inversión en capital educativo retomando la idea de que en las épocas de mayores dificultades los sujetos se volcaban a continuar con sus estudios de formación.

    ResponderEliminar
  12. La trayectoria ocupacional de mi abuelo por parte paterna fue en el campo en Santiago del estero, trabajando de lo que sea para poder alimentar a sus hijos, trabajando meses fuera de su provincia para tener en la casa lo básico para subsistir y mi abuelo de parte materna trabajo en diferentes fábricas logrando una estabilidad económica un poco mejor. Mis dos abuelas amas de casa.
    Mis padres venían por el mismo camino, mi mama no termino el secundario y mi papa solo tiene séptimo pero a base de trabajo y ahorros pudieron comprar un horno industrial y le sumaron que mi papa tenía como base lo que había aprendido observando en diferentes “changas “de panadería, comenzó a ser repartos de pan, luego fue sumando facturas y así iba sumando cosas, hasta que pudieron abrir su panadería, que la tienen hace 30 años.
    Mis hermanos tengo 2. El mayor aprendo el oficio y trabaja a la par con mi papa, mi hermana estudio en la plata obstetricia pero hubo situaciones en el medio que no pudo resolver y dejo la carrera, y trabaja aparte y después sigo yo que sigo estudiando y cuento con el apoyo de mi esposo y de mi familia para estudiar.
    Con respecto a la crisis del 2001 casi hace que mis papas den en quiebra la panadería, la mercadería que no se vendía íbamos a venderla al trueque. Fue un tiempo difícil donde tanto mi mama como mi papa tenían que vigilar que no le levanten las cortinas por que cerca de mi casa los comerciantes eran saqueados.
    En el 2001 no tenía ningún pariente cerca profesional ni que esté estudiando en la universidad.

    ResponderEliminar
  13. Desde mi niñez mis padres nos inculcaron a mi hermana y a mi la importancia del rendimiento y la importancia de la educación, sin que hayan alcanzado los estudios universitarios que por diversos motivos en el contexto de su época debieron priorizar trabajar para sostener una familia. Incluso luego de separarse y quedar a cargo de mi mamá la cual realizó cursos pero no fue hasta el año pasado, inició una carrera en la universidad. Por el lado de mi papá la crisis del 2001 lo afectó debido a que lo echaron de la fabrica en la que trabajaba y por un tiempo no pudo conseguir otro trabajo debido a la situación del país en aquel entonces.

    ResponderEliminar
  14. Desde que fui chica mis padres me inculcaron que debía estudiar para tener un mejor futuro. Si bien mi papá no curso estudios universitarios siempre su discurso implicó que debía realizarlo. Mi mamá hoy tiene 50 años y continua formándose y capacitándose porque continua creyendo que la inversión en la educación está vinculada al progreso económico y el ascenso social. Continua apoyándome en mi carrera
    En el 2001 la crisis afectó significativamente a todo mi entorno, los que eran profesionales también quedaron sin trabajo por el cierre de las empresas en las que trabajan y los salarios de los que conservaban sus puestos se abonaban en cuotas semanales

    ResponderEliminar